Por Ignacio Maida
Casi dos realidades completamente diferentes. Por un lado está Ferrari que claudica en la zona media de la Fórmula 1; mientras que por el otro, aparece Mick Schumacher que sigue haciendo honor a su apellido con su altísimo nivel y está cerca de convertirse en el tercer integrante de su familia en correr en la máxima.
Ferrari está pasando por una crisis institucional sin precedentes en la Fórmula 1, sin un auto competitivo, con un Sebastian Vettel desdibujado, en un nivel muy bajo para un ex campeón del mundo, y un Charles Leclerc que trata de sacarle lo máximo a un monoplaza que está lejos de sus expectativas. Las esperanzas de volver a tener un auto que les permita pelear por el torneo de pilotos y el de constructores parece lejano, al menos, hasta el cambio de reglamentación que se implementará para la temporada 2022.
El tope de presupuesto que entrará en vigencia la siguiente temporada e impedirá que los equipos gasten más de 145 millones por año, busca generar competitividad y acercar a las inmensas escuderías como Mercedes, Red Bull o Ferrari a las más humildes como Williams y Haas, entre otras.
Esa norma, a priori, parece dificultar aún más la situación de los de Maranello, ya que no podrán continuar con las millonarias inversiones en desarrollo que venían realizando hasta ahora. En medio de todo ese mar de problemas, apareció un oasis de esperanza que no viene desde Mónaco, como muchos esperaban; sino que de la Fórmula 2 y del apellido que hace delirar, más que cualquier otro, a los tifosi: Schumacher.
Resulta ser que Mick, el hijo del heptacampéon del mundo Michael Schumacher, está teniendo una muy buena temporada en la categoría que funciona como la antesala de la F1, donde lidera el torneo con 191 unidades, 22 más que Callum Llot, su principal perseguidor con cuatro carreras restantes. El hijo del Káiser salió victorioso en Monza y en Sochi. También, posee dos segundos puestos y seis terceros en la temporada.
“Si hablaras con mi familia y amigos cercanos, te dirían que no puedo soportar perder en nada. No importa lo que sea: un juego simple, correr hacia un árbol, lucha de pulgares. No importa cuál sea el desafío; necesito ganar. Tuve pérdidas y reveses. Y los dolores reales y el ego me enseñaron cómo perder, y si te toca, hacerlo con clase. Perder también viene con oportunidades para lecciones sobre errores”, confesó Mick en una carta de Under Armour –uno de sus sponsors-.
El joven de 21 años nacido en Suiza, pero que corre bajo la bandera alemana, comenzó su carrera automovilística en la categoría Kerpener Kartchallenge, donde finalizó 1º en 2010. Para evitar la atención debido a su padre, corrió sus primeros años bajo el seudónimo “Mick Betsch”, usando el apellido de soltera de su madre.
El 13 de diciembre de 2013 su vida daría un vuelco de 180°, debido al accidente que sufrió su padre al golpearse la cabeza mientras esquiaba fuera de pista junto a Mick en la estación invernal de Méribel, en los Alpes franceses. El accidente dejó en coma durante un año al múltiple campeón del mundo y le causo grave daños cerebrales, que sigue tratando hasta hoy día. Su hijo fue quien lo socorrò en ese momento traumante, algo que lo dejó marcado y de lo que el joven de 21 años prefiere no hablar.
Los años subsiguientes participó en torneos KF en el país bávaro, hasta que, en 2015, dio el salto a los monoplazas, más precisamente a la ADAC F4 alemana con el equipo VAR. En 2016, se unió a la academia de jóvenes pilotos de Ferrari y comenzó a desenvolverse en el equipo Prema; que lo llevó a la F4 italiana, en la cual perdió el torneo con el argentino Marcos Siebert.
En 2017, Mick fue ascendido a la Fórmula 3 Europea y acabó 12° el certamen con un podio y, además, tuvo el honor de conducir el Benneton de su padre, en conmemoración de la primera victoria de Michael en F1. Esa descolorida temporada causó que distintos integrantes del Gran Circo dudaran de sus habilidades: “Hay muchas veces en las que veo a Michael en Mick. Lo conozco desde que era un niño. Creo que hubo un período en el que no estaba seguro, pero progresó mucho en los últimos doce meses”, aseguraba en su momento Ross Brawn, responsable técnico de la F-1 que trabajó en Ferrari con su padre.
Ya en la 2018, tras la adaptación del año previo, todo fue color de rosas para él: arrancó con dos podios en la primera cuatro carreras, salió victorioso por primera vez en Spa, para luego repetir en Silverstone y Misano. Más tarde ganó cinco carreras de forma consecutiva; las tres en Nürburgring y dos en el Red Bull Ring, para coronarse en la última fecha sobre Dan Ticktum.
En 2019, fue promovido a la Fórmula 2, donde culminó su primera temporada duodécimo con 53 puntos y una victoria en Budapest. Lo más destacable de ese año fue su acercamiento a los monoplazas de La máxima, ya que probó un Ferrari SF90 en los entrenamientos posteriores al Gran Premio de Bahréin de ese año y, en su primer día, marcó el segundo mejor tiempo de la jornada. Al día siguiente, pasó a conducir un Alfa Romeo C38.
No obstante, todo alcanzó un nuevo nivel cuando en julio de ese año en Hockenheimring se subió Ferrari F2004, con el que su padre obtuvo su último título en la categoría, en la antesala del Gran Premio de Alemania ante la atenta mirada de todos los fans que parecían tener un deja vú, que los trasladaba a tiempos mejores, donde el Cavallino Rampante era quién mandaba en la F1 de los motores V10.
“No hay duda de que Mick es uno de los grandes talentos y sus resultados recientes lo han demostrado. Obviamente es rápido, pero también es consistente y maduro detrás del volante, todos los sellos distintivos de un campeón en ciernes. Nos impresionó con su enfoque y ética de trabajo en las ocasiones en las que estuvo con nosotros el año pasado y estamos deseando volver a trabajar con él”, explicó Frédéric Vasseur, director del equipo Alfa Romeo.
Este suceso se repitió en 2020, en la antesala del Gran Premio de la Toscana, que se corrió en Mugello, pista que es propiedad de Ferrari y en dónde los tifosi volvieron a ilusionarse con la chance de ver nuevamente una de las duplas más redituables en la historia de la máxima, como lo fue la de Schumacher con Ferrari. Casi un sinónimo de victoria en su época y que tan grabada ha quedado en la memoria colectiva de los fanáticos.
Ya en septiembre de este año, Mick fue anunciado como tercer piloto de Alfa Romeo y hubiese debutado en la primera sesión de entrenamientos libres del GP de Eifel en sustitución de Antonio Giovinazzi, de no ser por las malas condiciones climáticas de ese día en la región. Aunque si participó de una forma simbólica en ese Gran Premio, ya que le hizo entrega a Lewis Hamilton de uno de los cascos de su padre a modo de reconocimiento por haber igualado la histórica marca de 91 victorias que ostentaba el Káiser.
En el futuro cercano se espera que el joven desembarque en la Fórmula 1, de hecho no son pocos los que creen que ocupará la butaca de Kimi Räikkönen, quién se estima que se retirará al final de la presente temporada. El finlandés ha sido el último campeón con la escudería que posee más de mil presencias en la máxima y que el hijo del más grande ídolo que tienen sea quien lo reemplace, quien le da aún más epicidad y revuelo al asunto.
“La presión siempre está ahí. Uno siempre quiere hacer un buen trabajo pero mi nombre no me llevará a lo más alto de una clasificación. Estamos haciendo un buen trabajo en la F2 y eso al menos demuestra que estamos en el lugar correcto”, aseguró el joven Schumacher.