Por Federico Bajo
Alfredo Di Stéfano fue al Real Madrid, lo que Lionel Messi al Barcelona. No solo son dos de los mejores jugadores de la historia, sino que además forjaron un nuevo paradigma en el club al que arribaron. Real Madrid y Barcelona se convirtieron en los gigantes que son hoy porque sus camisetas las vistieron Di Stéfano y Messi. Por esa razón, sus nombres son sinónimos del club que enaltecieron y, tal vez, allí radican las razones de que sus partidas -si es que finalmente se da la salida del rosarino del conjunto catalán- hayan resultado tempestuosas. Con ellos no se fue un ídolo más, lo que se desprendió era una parte del club. Al igual que Messi, Di Stéfano tuvo una partida en la que su inmensa figura quedó en segundo plano.
El adiós de uno de los jugadores más brillantes que pasaron alguna vez por el Real fue convulsionado y concluyó con una enemistad entre Di Stéfano y el presidente del club, Santiago Bernabéu. Dos hombres que juntos supieron forjar una nueva identidad madridista atravesada por un verbo que hasta el día de hoy perdura dentro de la Casa Blanca: ganar.
Si se piensa el pasó de Di Stéfano por el Real Madrid en términos estadísticos, se podría resumir a lo siguiente: en 1953, a los 27 años, arribó a la institución que desde la temporada 1932/1933 no conquistaba un título local, pero La Saeta Rubia, como lo apodaban, se marchó en 1964 con 308 goles en 396 partidos, ocho ligas -en cinco de ellas fue el máximo goleador-, cinco Copas de Europa consecutivas, una Intercontinental y una Copa del Rey. Previo a la llegada de Di Stéfano, el Madrid solo había ganado dos ligas en 25 años. Ordenaba, trasladaba, atacaba, defendía, era veloz, anotaba goles y tenía potencia; el argentino nacido en Barracas el 4 de julio de 1926, era el estratega de su equipo. Como graficó el holandés Johan Cruyff, Di Stéfano “desplegó el fútbol total” antes de que existiera ese concepto.
Di Stéfano comenzó su carrera en River cuando a los 18 años fue uno de los dos elegidos por Carlos Peucelle en una prueba que contó con 300 juveniles. Allí integró el mítico equipo conocido como La Máquina y, luego de un préstamo en Huracán, retornó para marcharse a Millonarios de Colombia con Adolfo Pedernera tras la huelga de 1948. El periodista inglés Ian Hawkey, autor de la biografía del jugador, en su libro destacó la arista sindical del argentino y lo reconoció como “un defensor de los derechos de los futbolistas”.
Quienes lo conocieron aseguran que Di Stéfano era una persona con mucho temperamento y rebeldía. También, destacan su patriotismo y cómo recordaba orgulloso su formación en el fútbol argentino. Incluso, en la mayoría de las notas periodísticas que se escribieron sobre el futbolista se destaca que siempre conservó las costumbres argentinas. Llamativamente, son varias las ocasiones en las que se realza que mantuvo el acento argentino al hablar, un aspecto que en estos tiempos también se resalta de Messi.
Su arribo al Real Madrid significó un triunfo del conjunto madrileño por sobre el Barcelona, club por el cual el argentino viajó a España, ya que ambos equipos compraron al jugador en simultáneo, pese a que terminó vistiendo la camiseta del conjunto merengue. Di Stéfano llegó a Europa luego de cautivar con su juego a Bernabéu y en una época en la que los jugadores sudamericanos no emigraban con frecuencia hacia aquel continente. Sin embargo, aquella relación que empezó con tanto fervor tuvo un final abrupto.
El principio del fin tiene fecha y lugar de inicio: 27 de mayo de 1964 en Viena, Austria. Real Madrid, campeón de la liga, enfrentaba al Inter, dirigido por el argentino Helenio Herrera, en la final de la Copa de Europa, actual Champions League. En la previa al encuentro Di Stéfano discutió con el entrenador Miguel Muñoz, de quien era amigo por haber compartido años en su etapa como futbolista. El debate pasaba porque el argentino estaba en desacuerdo acerca de la decisión táctica de dejar a Isidro Sánchez como lateral en vez de sumarlo al mediocampo. Para Di Stéfano, tener menos jugadores en esa zona del campo los conduciría a la derrota. Durante el partido, Di Stéfano y Muñoz se insultaron y la final terminó en victoria por 3 a 1 para los italianos.
Unos días después de aquella derrota, el domingo 31 de mayo, Real Madrid debía enfrentar al Atlético por la vuelta de los cuartos de la Copa del Rey. La ida la habían jugado los suplentes y fue empate 2 a 2; sin embargo, Di Stéfano no estuvo entre los convocados para la revancha. A raíz de eso, el argentino se reunió con Raimundo Saporta, mano derecha de Bernabéu y vicepresidente de la institución, quien le explicó que el plantel necesitaba una renovación y que él, con 38 años, no estaba dentro de los parámetros.
Según contó el periodista español Alfredo Relaña en distintos artículos, los directivos le ofrecieron a Di Stéfano continuar en el club, pero no como futbolista, sino en otro cargo. Nunca le especificaron cuál. De todos modos, el futbolista mantuvo las expectativas de continuar, quería seguir jugando. Sus esperanzas se desvanecieron cuando ni siquiera fue citado para disputar el tercer partido de desempate ante el Atlético, en el que el Real quedó eliminado de la Copa. Ante la ausencia de competencias en el horizonte, la carrera de Di Stéfano vestido de blanco estaba acabada. La dirigencia insistió para que asumiera como secretario técnico, pero no aceptó. El argentino realizó un pedido de vacaciones que le fue negado. Además, en ese lapso, en el boletín oficial del Real Madrid son publicadas las cartas que a fines de mayo intercambió Di Stéfano con Bernabéu para pedirle que le permitiera dejar el club. En ellas ambos aluden a la amistad que habían concebido en los mejores años, pero el presidente madridista igual se niega a conceder la petición del delantero.
Sin otra alternativa, el 10 de junio Di Stéfano jugó un amistoso en la ciudad francesa de Ruan y fue reemplazado en el entretiempo tras una molestia muscular. Nunca se volvió a poner profesionalmente la camiseta merengue. El 19 de agosto el Espanyol de Barcelona, que en ese entonces dirigía su amigo Ladislao Kubala, anunció el fichaje de La Saeta Rubia.
“No les di el gusto a los directivos del Real: ellos pretendían que cuando un jugador está terminado para el club no juegue en ningún otro lado. Que se termine el fútbol”, aseguró Di Stéfano tiempo después entrevistado por el periodista Carlos Juvenal. Pese a todo, lo que más le molestó al argentino de su salida fue la forma en la que se lo trató. En una entrevista con el diario La Nación en marzo de 1970, Di Stéfano confesó: “Yo no tengo nada contra Real Madrid y acepto mi baja. Me han explicado que lo han decidido así por causas técnicas […] ¿Que por qué me enojó tanto la noticia? Porque me ha dolido. Después de darlo todo por el equipo durante once años, me quejo de que no me lo han dicho antes”.
El 7 de junio de 1967, al año siguiente del retiro de Di Stéfano, Real Madrid organizó un partido en homenaje al ídolo ante el Celtic de Escocia. Para ese entonces, la relación entre el argentino y el presidente Bernabéu ya se había roto. “[…]Usted como padre me falló. Ahí se ve que nunca tuvo hijos porque los padres siempre perdonan […]”, escribió Di Stéfano en un telegrama que le envió al mandamás de la entidad madrileña al poco tiempo de dejar la institución. Bernabéu nunca soportó que Di Stéfano se haya marchado del club. Por su parte, el presidente del Madrid llegó a modificar el nombre de su barca conocida como La Saeta Rubia por Marizápalos porque, según dijo, así llamaban a su mujer de joven.
En el 2000, ya con Florentino Pérez como presidente, Di Stéfano fue nombrado presidente honorario del Real Madrid. Antes había tenido dos etapas como entrenador: de 1982, cuatro años después de la muerte de Bernabéu, a 1984, y de 1990 a 1991. Solo obtuvo la Supercopa de España en 1990. Su etapa gloriosa había terminado hacía muchos años.
Di Stéfano modificó por completo el destino del club. Su nombre es una leyenda dentro de la institución a la que revolucionó desde el campo de juego, pero se fue sin que los hinchas lo pudieran despedir en ese lugar en el que lo vieron brillar. Real Madrid tuvo a su propio Lionel Messi casi 60 años antes que Barcelona y tampoco le organizo una despedida acorde a su altura.