Por Agustín López Nicolas
Adolf Dassler, creador de la marca Adidas, con sus novedosas botas que poseían una nueva tecnología, sin precedentes en la historia del fútbol (foto), fue un protagonista inesperado en la definición de la Copa del Mundo de 1954, organizada en Suiza. Pero también tuvo un pequeño cómplice, la lluvia, que hizo del campo de juego un terreno embarrado y poco ortodoxo para disputar un encuentro de tal magnitud. Debido al mal estado, tanto del clima como del césped, la Selección alemana decidió poner a prueba los nuevos botines, con tapones de aluminio, nada más y nada menos, que en el partido más determinante de todos: la final contra la Hungría de Ferenc Puskás.
Al último partido del Mundial llegaron la Selección húngara, dirigida por Gusztáv Sebes, y Alemania, cuyo director técnico era Sepp Herberger, dos equipos que ya se habían enfrentado en la primera fase de la competencia. En el grupo B, los húngaros, que finalizaron primeros, vencieron 8 a 3 a los alemanes, que terminaron segundos. Hungría se perfilaba como el favorito para salir victorioso en la final, debido a que llegó al Mundial con un invicto de 33 partidos y porque obtuvo la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Helsinki, organizado en 1952.
En la final del Mundial, disputada el 4 de julio, en el Wankdorfstadion, ubicado en la ciudad de Berna, el inicio del partido, así como todo el encuentro, estuvo inundado por la lluvia, pero de todos modos, sería como aquel encuentro de la fase de grupos. En ocho minutos, Hungría, gracias a los goles de Puskás y Zoltán Czibor, ganaba 2 a 0, pero a los diez, Alemania empezaría a achicar la diferencia en el resultado, poniendo el marcador 2 a 1, con un gol de Max Molrock. Ocho minutos más tarde, Helmunt Rahn, quien ese día sería el héroe alemán, convirtió el tanto del empate.
Pasaban los minutos y el césped empezaba a embarrarse por la lluvia, y con el correr del partido, el terreno se transformó en un campo anegado, haciendo que los húngaros no pudieran desplegar su buen fútbol y, al mismo tiempo, dándole una pequeña ventaja a los alemanes, ya que poseían los botines con tapones altos de aluminio, creados por Adolf Dassler, que permitían tener una mejor firmeza, mientras que los magiares utilizaban botas con tacones de madera.
En el segundo tiempo y a falta de seis minutos para la finalización del encuentro, Helmunt Rahn convirtió el gol de la victoria, y, de esta manera, con un resultado final de 3 a 2, la Selección alemana ganó su primera Copa del Mundo, mientras que la mejor generación de la historia del fútbol de Hungría se quedó con las manos vacías.
La superioridad técnica que los magiares tenían sobre los teutones no se pudo reflejar durante todo el partido, debido al mal estado del campo de juego. Los alemanes, con Fritz Walter como capitán del equipo, utilizaron unos botines especiales y pudieron sobreponerse ante la dificultad del campo de juego embarrado.
Todos conocen esa final como “El Milagro de Berna”, pero en ese encuentro, sucedió un hecho que, por muchas personas, fue pasado por alto. Allí fue la primera vez que la tecnología tuvo un papel decisivo en un partido de fútbol. Previo al comienzo de la contienda deportiva, los alemanes, tras ver el mal estado del clima y suponiendo que el campo de juego, tarde o temprano, se iba embarrar, decidieron utilizar los nuevos botines que inventó Adolf Dassler, creador de Adidas.
“En los años 50, Adidas desarrolló los primeros botines diseñados con suela de nylon, lo que generó un impacto inmediato y drástico en el ajuste y la sensación”, relata la marca de las tres tiras, en su página web oficial, y agrega: “Fueron años revolucionarios, que marcaron un antes y un después en la vestimenta y el calzado de los atletas de alto nivel.”
Las botas fueron creadas con un material más liviano, flexible y con tapones intercambiables. La Selección alemana podría modificar los botines en función del estado del terreno de juego. De esta manera, los jugadores iban a tener mucha más estabilidad y equilibrio, en condiciones de agua y barro, utilizando el tapón de aluminio largo, y apoyos más rápidos, en campos duros, mediante el tacón corto de madera.
Fue el propio Dassler quien intercambió los tapones de los botines de los alemanes, los ajustaba de la manera correcta para que no se perdieran durante el transcurso del partido. Los tapones permitían que el barro no se pegase a la suela y que los alemanes pudiesen arrancar a correr y detenerse de manera más eficiente que los húngaros.
En una entrevista, previo al Mundial del 2006, disputado en Alemania, Horst Eckel, mediocampista, que en aquel momento tenía 22 años, contó el beneficio que tuvieron por utilizar los botines de Adolf Dassler. “Tuvimos la ventaja de que podíamos cambiar los tacos con mayor rapidez”, y agregó: “Para un cambio de tacos necesitábamos de cinco a diez minutos, los demás, que tenían que clavar los nuevos y quitar los anteriores, necesitaban 20 minutos o media hora.”
Todo lo logrado por Alemania Occidental en la final del mundo, aparte de ser fruto del esfuerzo de los jugadores, por sobreponerse a los húngaros, también fue gracias a Adolf Dassler, a su invento, a los novedosas botines que, en un campo de juego pasado por agua, les permitieron a los alemanes ganar su primer Mundial en la historia.
Los botines que terminaron siendo decisivos en aquel partido, también pudieron haber sido utilizadas por los magiares. Antes del encuentro, el dueño de la marca Adidas le había ofrecido a la Selección de Hungría jugar la final del Mundial, con los mismos botines que iban a utilizar los alemanes, pero la Federación húngara rechazó la oferta de Adolf Dassler, debido a que ya habían firmado un contrato exclusivo con un fabricante de su país.
Tras la creación de la marca Adidas y de estas peculiares botas, hay una historia de separación familiar y de discusiones que Adolf Dassler tuvo con su hermano, Rudolf. Ambos tenían una empresa de calzado en común, un negocio familiar, eran socios, pero la aparición de la Segunda Guerra Mundial los separó. Adolf Hitler había dispuesto que su negocio no fabricara más zapatillas y pantuflas, y que comiencen a producir chalecos, uniformes, tanques, balas y lanzamisiles, para utilizar en la guerra.
Ambos eran nazis, pero la guerra los llevó por distintos caminos. Rudolf entendió que debían dejar de producir zapatillas y se unió al ejército, pero Adolf se negó a hacerlo y dejó el negocio tal como estaba, fabricando calzado. A partir de ese entonces, la relación que tenían los hermanos cambió para siempre. Terminaron con su sociedad y ambos crearon sus propias empresas, Adolf fundó Adidas, la marca de las tres tiras, mientras que Rudolf creó Puma.
Luego de la consagración alemana, el calzado del mundo deportivo cambió para siempre, nunca volvió a ser el mismo. La tecnología tomó un papel determinante, casi tan importante como el talento de los deportistas.