Por Sebastián Martín
Es sabido que, dentro de un deporte como el fútbol, y aunque todos se preparen para ganar, siempre habrá un vencedor y un perdedor. Un primer puesto y un segundo. Es inevitable, se gana o se pierde. Ahora bien, ¿está mal salir segundo? ¿Qué pesa más, el “qué” o el “cómo” y “por qué”?
A raíz de esto y a través del tiempo, en el deporte crecieron dos corrientes de pensamientos opuestas. Una es más resultadista, que cree que si no se sale primero no sirve de nada, si no se logra el objetivo, todo el camino que se realizó para llegar a la instancia definitiva, de poco vale. Hay que ganar sin importar el costo y las formas. Se da más importancia al “qué”. ¿Qué sos? ¿ganaste o no? ¿campeón o no? De esta corriente, solemos escuchar cosas como “sos un perdedor por salir segundo”, “los segundos no ganan nada” o “nunca se acuerdan del que salió segundo”. Pero, ¿realmente se es un perdedor por salir segundo? ¿los segundos no ganan nada? ¿nunca se acuerdan del que salió segundo?
Precisamente de este cuestionamiento viene la otra corriente de pensamiento. En esta, se prioriza el camino, las maneras y los métodos que se utilizan para lograr el objetivo. Toma al primer puesto como un accidente secundario de un proceso efectivo. Hay que ganar, claro, pero no “como sea”. Se valora más el “cómo” y el “por qué”. Los seguidores de esta ideología son los que, cuando no se gana o no se sale campeón, deciden darle importancia y mérito al camino y al segundo puesto logrado.
Por eso, nos atrevemos a recordar algunos equipos y selecciones que, pese a que no pudieron consagrarse con título, dejaron su huella y una marca que será imposible borrar, porque seguirá siendo recordada y contada generación tras generación.
Holanda 1974: La naranja mecánica
Dirigida por Rinus Michels y manejada por Johan Cruyff, la selección de Holanda de 1974 fue, es y será recordada como uno de los mejores equipos de la historia del fútbol. A través de un juego innovador, colectivo, versátil e intenso, la denominada “Naranja Mecánica” cambió el formato del fútbol. Cada uno de sus jugadores cumplía a la perfección con su deber, generando una efectividad tanto en defensa como en ataque, acompañados de una presión terminante. Cada máquina, se necesita un motor. Ese, era Johan Cruyff. Él manejaba la orquesta, a la vez que tocaba. El cerebro del equipo dentro del campo de juego.
En el Mundial de Alemania de 1974, Holanda llegaba, luego de 36 años sin participar en un campeonato del mundo (el último había sido en Francia 1938), con una mirada poco optimista. Pero, aun así, la historia fue distinta. En el primer partido, Holanda le ganó 2-0 a Uruguay, con goles de Rep. Luego de empatar 0-0 contra Suecia por el segundo encuentro, le ganó 4-1 a Bulgaria, con goles de Neeskens (dos), Rep y De Jong. Ya por la segunda fase, llegó una obra de arte ante Argentina. Con dos de Cruyff, uno Krol y otro de Rep, goleó 4-0 a la albiceleste. Siguió con el 2-0 a la República Democrática Alemana, gracias a Neeskens y Rensenbrik, y otro 2-0 (Neeskens, Cruyff) contra el vigente campeón, Brasil. Llegó así a la gran final, contra Alemania Federal. Pese a empezar ganando con un gol de de Neeskens de penal a los dos minutos, el local lo dio vuelta con goles de Breitner y Gerd Müller, y se quedó con la Copa del Mundo.
La Holanda del 74 no ganó ningún título. No celebro ningún campeonato. Nunca dio una vuelta olímpica. Es cierto, hizo mucho más que eso. Porque innovar y cambiar la forma de ver y jugar al fútbol, también es una manera de quedar en la historia. Holanda no necesitó ser campeón del mundo, ni de nada, para hacerlo. Decidió no ser parte de una lista donde simplemente se nombren a todas las selecciones campeonas del mundo (sin desmerecer, obviamente). Prefirió que se escriba y se le dedique un capítulo aparte. Un antes y un después.
Huracán 2009: Los ángeles de Cappa
El Huracán del 2009, dirigido por Ángel Cappa, es otro de los equipos recordados con el paso del tiempo, a pesar de nunca haber salido campeón. Con un juego colectivo, de asociaciones y vistoso, llamó la atención de todos en el fútbol argentino.
Con una campaña muy buena en cuanto a resultados (doce ganados, dos empatados y cinco perdidos, en diecinueve fechas) y actuaciones en encuentros muy recordados como, por ejemplo, el 4-1 contra Racing en Avellaneda, la goleada 4-0 contra River en Parque Patricios e, inclusive, el clásico ante San Lorenzo ganado por 1-0, permitieron que el “Globo” llegará puntero con 38 puntos, a tan solo uno de su escolta Vélez Sarsfield (37 puntos), a la última fecha del Clausura 2009. Es al equipo de Liniers, justamente, a quienes se tendría que enfrentar para definir el campeón. Un empate era suficiente. Pero no sucedió. En una muy polémica final, de un arbitraje (Gabriel Brazenas) muy malo para ambos lados, Vélez ganó con un gol de Morales, faltando ocho minutos para el final, 1-0.
Más allá de los errores, que claramente tuvo la terna arbitral, “los ángeles de Cappa” demostraron un nivel futbolístico muy alto y superior al resto durante gran parte de ese torneo. Tanto es así que, fue elegido, por el diario “Olé”, como el segundo mejor equipo del año, solo detrás del subcampeón mundial, Estudiantes de la Plata.
No salió campeón. Pero quedará en la memoria de todos los hinchas de Huracán y de los amantes del fútbol. Porque ese Huracán, fue uno de los equipos que mejor jugó este deporte en nuestro país.
Estudiantes de LP vs Barcelona 2009: Dos polos opuestos
Dos equipos. Dos polos opuestos. Una final. Eso representaba Estudiantes de la Plata y el Barcelona en la definición del Mundial de Clubes 2009.
Por un lado, el campeón de América, de Copa Libertadores. Un equipo con una idea clara y definida, que contaba con jugadores perfectos para poder ejecutarla de la mejor manera. Un director técnico, un maestro, criado y salido del propio club, como Alejandro Sabella. Todos a la altura de lo que el “Pincha” demanda. Equipo ganador nato. Defendiéndose fuerte y muy bien atrás, replegándose para salir de contra y, la que quede, mandarla a guardar. Efectivo, aguerrido, peligroso y agotador. Eso presentó arriba de la mesa el equipo argentino, además de toda su grande y rica historia.
Por el otro, el campeón de la Champions League, de Europa (entre tantas otras cosas). También con una filosofía totalmente definida y practicada hace años. Jugadores de primerísimo nivel, de los mejores del mundo, llevaban a cabo un juego digno de llamarlo “espectáculo”. Con un filósofo, justamente, de D.T, surgido de la Masía blaugrana, llamado Josep Guardiola. El mejor Barça de la historia y uno de los mejores equipos de la historia. Fútbol asociado, colectivo, y de posesión, generador de continuas oportunidades de gol. ¿Su mejor defensa? La pelota. Abrumador, peligroso y agotador. Carta de presentación del equipo español.
En teoría, y en la previa, los equipos con polos opuestos y muy distintos, muestran más similitudes de las que uno cree. Cualidades y datos parecidos en ambos equipos. Todo en una final. En cuanto al partido en sí, nos encontramos a un Estudiantes decido y eufórico en tratar de detener el medio del Barcelona, su motor (¿Quién mejor que el propio Sabella para contar cuál era el plan?). Incomodando lo máximo posible al Barcelona, generaron, incluso, más ocasiones claras de gol en la primera mitad. En una de ellas, tras un gran centro de Enzo Pérez entre los centrales (Puyol y Piqué), el goleador “pincharrata”, Mauro Boselli cabeceó y anotó el primer gol del encuentro.
A partir de ahí, y durante toda la segunda etapa, el equipo argentino se dedicó solo y únicamente a defenderse, a que no le empaten el partido. Y es que, el plan era ese. El extremo más positivo e utópico estaba sucediendo. Molestar al Barça, ponerse en ventaja en los primeros 45 minutos y aguantarlo en lo que queda. Y hasta el minuto 88, lo había logrado. Pedro, tras tanto insistir, encontró el empate y obligó el tiempo extra. Ya exhausto, y golpeado por habérsele escapado por unos minutos la final, Estudiantes perdió la final del Mundial de Clubes cuando, al minuto 110, Messi conectó un centro de Dani Alves con el pecho, y puso el 2-1 definitivo.
Estudiantes de la Plata, a diferencia de la Holanda del 1974 y del Huracán de Cappa, si salió campeón. Sí dio una vuelta olímpica. Sí festejó un (varios) campeonatos. Pero, entonces, ¿por qué aparece en este comentario de equipos subcampeones que también quedaron en la historia? Porque le hizo partido, le jugó de igual a igual e incluso le ganó, durante 88 minutos, a, para muchos, el mejor equipo de toda la historia. En una actualidad en la que la diferencia entre el fútbol sudamericano y el europeo es monumental (desde todo sentido), encontrar a un equipo jugándole a la par de los mejores jugadores del mundo, hasta casi arrebatarle el título mundial (terminó siendo al revés, Barcelona se lo arrebató a Estudiantes), es justificativo más que suficiente para que queden en la historia.
En conclusión, para que un equipo o selección pueda dejar su huella, su nombre, marcado en la historia del fútbol, no es totalmente necesario ser campeón. Estos, como muchos casos más, son la prueba de eso. De cómo un equipo puede generar lo suficiente como para que se hable de él generación tras generación. En fin, no está mal salir segundo. Los subcampeones también quedan en la historia.