Por Gonzalo Rudaz
El entrenador rosarino tuvo un notable paso por Newell’s obteniendo dos torneos nacionales y un subcampeonato de Copa Libertadores que lo hizo emigrar a México, donde dirigió a dos clubes: Atlas y América. En 1997 decidió retornar a su país de origen, esta vez para dirigir a la institución de Liniers.
Bielsa comenzó con el pie izquierdo en el primer torneo a cargo de Vélez y no fueron lo suficientemente regulares para obtener el título, sino que quedaron ubicados en el cuarto lugar. Además, los hinchas no le tuvieron paciencia y en el encuentro frente a Gimnasia de Jujuy silbaron al equipo y al entrenador.
El “22”, como se conoce al Loco en los números de los sueños, tenía sus propias convicciones e ideas futbolísticas y mientras armaba el equipo para afrontar el Torneo Clausura tuvo diferencias con el arquero del conjunto de Liniers, José Luis Chilavert. A él le manifestó: “Para mí, todos ustedes son iguales”, a lo que el paraguayo le respondió que debía valorar los títulos y la experiencia que tenían muchos integrantes del plantel.
“El problema que tuvo con los experimentados fue la forma de tratarnos, nosotros fuimos campeones del mundo”, expresó Raúl Cardozo, exdefensor velezano, sobre la relación con el director técnico. Además, agregó: “Chocamos mucho con Bielsa. Estaba acostumbrado a tratar con jugadores que no tenían la misma historia que nosotros en su espalda y también aprendió a respetar”.
El santafesino solamente recibió un refuerzo para su segunda competición al frente del equipo: Fernando Pandolfi, quien retornaba luego de una cesión en Italia. Intentó de todas las formas romper el esquema de cuatro defensores y reemplazarlo por tres. Finalmente explicó cómo había logrado que los futbolistas aceptaran sus ideales y lo resumió en una sola palabra: convicción.
Vélez fue protagonista de principio a fin en el torneo, obtuvo 14 victorias, cuatro empates y solo una derrota ante el San Lorenzo dirigido por Alfio Basile. El equipo obtuvo 46 puntos, tuvo un promedio de dos goles por partido y su figura, además de su director técnico, fue Patricio Camps, con diez tantos anotados. “Tuvimos tiempo para adaptarnos, para respetarnos unos a los otros y cuando las aguas se calmaron obtuvimos el campeonato”, declaró Cardozo sobre lo que ocurrió entre ambas competencias en relación con el entrenador.
La obtención del Torneo Clausura aumentó la reputación de Marcelo Bielsa, que tenía un contrato por solo una temporada en la institución del oeste de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Finalmente, recibió una oferta europea: Espanyol depositó su confianza en él. Sin embargo, el entrenador solo dirigió seis partidos y luego recibió un llamado para ponerse al frente de la Selección argentina, que venía de caer ante Holanda en los cuartos de final del Mundial de Francia 1998.
Así, el rosarino, asumió como nuevo director técnico del conjunto nacional. Con su estilo futbolístico que había tenido tanto éxito en Newell’s y Vélez obtuvo holgadamente la clasificación mundialista. No obstante, en la Copa América de 1999 sufrió una caída ante Brasil con un equipo alternativo.
El desafío más grande para Bielsa era el Mundial de Corea/Japón 2002 y para su flagelo quedó eliminado en la primera rueda, luego de haber triunfado frente a Nigeria, perdido con Inglaterra y empatado con Suecia. La injusticia del fútbol se hizo presente y dos partidos no planteados de la mejor manera echaron a perder años de trabajo y experiencia por parte del entrenador.
“Cuando Marcelo Bielsa estaba en la Selección argentina yo me quedé sin contrato en Vélez y la primera persona que me llamó fue él. Me demostró que es un gran tipo y nunca en mi vida lo voy a olvidar” contó Raúl Cardozo con respecto a su relación y solidaridad con el entrenador años después de haber sido dirigido por él.
Sin el apoyo de los hinchas, pero sí con el de los jugadores y el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Julio Grondona, comenzó su segunda oportunidad como director técnico nacional y esta vez fue un proceso de renovación, tanto en lo demostrado en el campo de juego como en los resultados.
En julio de 2004 el exentrenador de Vélez tenía un nuevo reto, la Copa América. El seleccionado estuvo a veintiún segundos de obtener el trofeo, pero no. Otra vez una frustración para Bielsa: esta vez ante Brasil y por penales, luego de que Adriano pusiera el 2-2 en el tiempo adicionado.
La ansiada revancha por fin llegó en los Juegos Olímpicos de Atenas en agosto de ese mismo año. Ganó con el Sub-23 todos los encuentros que disputó, fue el más goleador -con 17 anotaciones-, conquistó el premio al juego limpio y la figura de la competencia fue Carlos Tevez. La obtención del oro fue histórica debido a que Argentina no conseguía esa medalla desde hacía 52 años (la última había sido para remo en Helsinki 1952) y que la Selección de fútbol hacía muchos años que no se coronaba primera en un torneo.
Fue la despedida perfecta para los seis años en los que una persona querida por muchos y odiada por otros permitió que su país diera un salto de calidad y jerarquía. Muchos jugadores fueron marcados por el rosarino, quienes lo consideran un maestro futbolístico. También da una sensación de injusticia, porque con su planteo y convicciones de juego dignaba que tuviera más suerte.