viernes, noviembre 22, 2024

Hagi dejó los mundiales en Francia, pero no su amor por el fútbol

Por Tomás Scigliano

El Maradona de los Cárpatos. Así lo apodaron a Gheorghe Hagi en su esplendor como futbolista. Está considerado como el mejor jugador de la historia de Rumania. Elegido como uno de los 100 mejores de la historia según la World Soccer. Dueño de una pegada de larga distancia y una gambeta típica de potrero argentino.

El Mundial de Francia ´98 tenía un condimento especial para Hagi y para toda Rumania. Venían de ser el equipo revelación del anterior campeonato del mundo en Estados Unidos. La época dorada para el futbol rumano tenía como líder a Gica. Tan cerca habían estado de jugar las semifinales frente a Brasil que quizás en este torneo podrían apuntar más lejos, con un detalle más que especial, que seguramente sería el último Mundial para varios de esos futbolistas, incluido Gheorghe Hagi, quien ya tenía 33 años. Sin la misma explosión que en otra etapa de su carrera, era un jugador más pensante y cerebral.

Llegaba Rumania como cabeza de serie. Compartía grupo con Colombia, Inglaterra y Túnez. El primer encuentro frente a los cafeteros, salieron victoriosos por 1 a 0 con el tanto de Adrian Ilie, en una gran jugada que contó con la participación de Hagi. Con los ingleses volvieron a ver la victoria, esta vez por 2 a 1. El último encuentro lo disputaron, ya clasificados, contra Túnez. 1 a 1 y pase a octavos como primeros de la zona G. Hagi fue titular y capitán los tres partidos, y solo completo los ’90 frente a los tunecinos, pero era una pieza clave en el equipo.

La sorprendente Croacia sería el rival. Rumania se había cargado a la selección Argentina en los octavos del Mundial ’94, así que ya sabía lo que era toparse con una parada difícil. La ilusión del pueblo rumano y de aquel equipo, con Hagi como figura, llegó a su fin en aquel partido. Javier Castrilli sancionó un penal que dejó algunas dudas, y Davor Suker no falló. Se terminaba la era de Gheorghe Hagi en los Mundiales, dado que decidió no jugar más en la selección luego de la Eurocopa 2000.

Gica, como lo suelen llamar, nacido el 5 de febrero de 1965 en Săcele, Constanţa, a orillas del Mar Negro, es un amante del “fútbol total” impulsado por uno de sus ídolos, Johann Cruyff, en la Holanda del ’74. Está casado con Marilena Hagi, con quién tiene dos hijos. Uno de ellos, Ianis, es jugador del Rangers de Escocia. El joven, hizo las inferiores en lo que hoy se conoce como “La masía rumana”, la escuela de su padre. Los jugadores que llegan a primera, como Ianis, debutan en el Viitorul Constanța, club que tiene a Gica como dueño.

Podría estar horas y horas hablando de fútbol, sobre todo del español,“el mejor que se puede jugar”, según él, pese a o haber tenido sus mejores niveles tanto en Real Madrid como en Barcelona. Maneja excelente el idioma castellano y su objetivo es devolverle al fútbol todo lo que hizo por él. Hagi siempre ha sido más que un jugador de fútbol en su país. Ha sido el símbolo de la esperanza. Siempre llevó a Rumania en el corazón.

Su carrera ha tenido altos y bajos a nivel clubes. Dentro del fútbol de su país, ha triunfado en el Sportul Studentesc y en el Steaua Bucarest, donde integró el mejor equipo de la historia rumana. Al Real Madrid y a Barcelona llegó luego de deslumbrar su juego en los mundiales de 1990 y 1994. Sin embargo, no ha tenido una estadía regular en esos clubes. En Brescia, de Italia, consiguió el ascenso a la Serie A, aunque descendería un año después. En Galatasaray dejó una huella imborrable: consiguió ganar la Copa de la UEFA y la Supercopa de Europa, algo impensado en ese país.

Su descubridor, Iosif Bukossy, un entrenador del futbol rumano allá por el año 1975, al verlo jugar, decía: “Me impresionó su talento y su habilidad con la pelota. Me dije a mi mismo ‘esto es imposible’”. Sin dudas que fue un visionario. Gheorghe Popescu, su cuñado y compañero en aquel Galatasaray, afirmó que Gica sería considerado como uno de los mejores de la historia, si hubiera nacido en Brasil o en Italia.

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