viernes, noviembre 22, 2024

“Los clubes no pueden ser on line”

Por Pablo Fonseca

Los clubes de barrio, al igual que los comedores comunitarios y las escuelas públicas, tienen un papel fundamental en la vida de muchos de los integrantes de nuestra sociedad. No solo porque son establecimientos que invitan a pasar un buen momento, formarse y aprender, sino porque también resultan una distracción para aquellos chicos que viven realidades complicadas de las cuales no pueden escapar.

Hoy, gran parte de estos clubes están sufriendo las medidas de aislamiento obligatorio necesarias para contener al Covid-19 y, más allá de intentar continuar con algunas actividades vía internet, la imposibilidad de abrir sus puertas a la comunidad los obliga a tomar decisiones que lastiman su economía hasta la raíz.

El José Hernández, ubicado en el barrio Mataderos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, es uno de los tantos ejemplos. A medida que los días avanzan, está cada vez más cerca de desaparecer. Debido a esto, Mariel Guillen, presidenta del club, decidió hacer una “carta abierta a los socios” en la que explica y da a conocer la difícil situación que atraviesa el ateneo.

“JH está muriendo y cada vez está más débil”, expresa Mariel, quien ve en primera fila como el lugar que eligió para que sus hijos crezcan y se desarrollen como personas se desarma. Por el momento, los socios que pueden continúan ayudando a la institución con el abono de sus respectivas cuotas mediante transferencias bancarias, mientras que los directivos optaron por hacer una reducción de sus ingresos con el fin de no achicar el mantenimiento del mismo, incluso aportando dinero de su propio bolsillo.

Para sobrellevar el delicado presente, la presidenta buscó el rescate de las autoridades gubernamentales de la Ciudad como “respirador automático”, quienes brindan, según las necesidades, acceso a subsidios, beneficios especiales, y tarifas sociales para aquellas asociaciones independientes y sin fines de lucro. Sin embargo, esto parece no ser suficiente ya que el capital requerido para el pago de impuestos excede cualquier tipo de medida.

La realidad es que, como dice Guillen en su manifiesto, los clubes no pueden ser online porque es en donde las personas conviven, es decir, donde las personas viven con otros, donde pueden vivir con todas sus letras, donde pueden ser felices. Donde todos tienen los mismos colores y la familia es una a pesar de las diferentes disciplinas.

De todas formas, también es cierto que al enfrentar una pandemia se requiere hacer sacrificios, sin importar lo que puedan llegar a doler. Aun así, resulta necesario ponerse a pensar que será del futuro de aquellos chicos y chicas cuando les digan que no podrán compartir otro momento en ese lugar que los unió como grupo, como compañeros, como amigos y todo gracias a la excusa de hacer un poco de deporte.

Las tardes entrenando, los asados en el quincho, las pernoctadas y los veranos en la pileta son rituales de una rutina de vida que se transmite en la barriada generación tras generación y lo que hacen, en definitiva, a la esencia de muchos argentinos. Lamentablemente, si se derrumban estos espacios físicos, las tradiciones mencionadas pueden entrar en un peligro de extinción.

Mariel es quien alza la voz y se niega a imaginar la posibilidad de no poder ver a sus nietos entrar al club por la puerta que da Bragado, o no tener la oportunidad de verlos alentar en las tribunas que dan a Oliden, o no poder verlos jugar con la camiseta blanca y azul que representa todo por lo que ella luchó, ‘’todo por no haber hecho un esfuerzo más’’.

José Hernández es tan solo el protagonista de esta historia que busca dar a conocer la problemática que enfrentan, o enfrentarán, la gran mayoría de las sociedades de fomento. La crisis social y económica que está viviendo la Argentina en la actualidad obliga a reflexionar sobre la dramática posición que afrontan las instituciones deportivas.

Tan solo en la Ciudad Autónoma, hay un total de 215 clubes de barrio. Si elevamos esa cifra teniendo en cuenta todo el resto del territorio nacional e incluyendo también a los clubes de pueblo, los números se multiplicarían de forma agigantada.

Al igual que las escuelas y comedores públicos, la función pulmonar que tienen estos establecimientos es invaluable. Desde la inclusión individual hasta el desarrollo colectivo. Abrazarlos y valorarlos, como así también exigir su sostén y mejoría, es tarea de todos.

Tu club te necesita más que nunca, no lo abandones.

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