Por Matías Cavallero
Semana tras semana, los argentinos destilan fútbol en las más importantes ligas europeas. La pandemia que representa el coronavirus frenó la actividad deportiva en prácticamente todos los países del mundo. Y allí, en las tierras más remotas, hay compatriotas esperando por una –muy lejana- reanudación tras el parate que se extenderá por un largo tiempo. El presidente Alberto Fernández declaró recientemente en una entrevista televisiva: “Hay argentinos varados en lugares realmente insólitos” y en las Islas Guadalupe, Lucas Enriquez está en cuarentena. Tenía planeado volver de visita en junio, pero las circunstancias trastocaron el proyecto y se encuentra con Joaquín Rodríguez, compañero de equipo, en una isla paradisíaca del Caribe. Y ahí también se respira fútbol.
“En la primera división hay 14 equipos. Nosotros somos el ASG, representamos a la ciudad de Gosier y estamos primeros con buena ventaja. El fútbol acá es muy físico y se asemeja a una cuarta división de Francia. Se está intentando implementar los contratos federales y que la liga suba su nivel. Es un campeonato de ida y vuelta en el que mayormente los partidos se juegan de noche, pero a veces toca a las 16 y con el calor se pone durísimo. Desde que estoy acá no bajó nunca de 20 grados la temperatura y suele superar ampliamente los 30”, cuenta Enriquez, sin soslayar detalles acerca de las condiciones climáticas bajo las que debe afrontar los duelos cada semana.
“La vida acá es preciosa, se vive muy bien. La isla es muy turística, las playas son hermosas y hay gente que viene de todas partes del mundo. Sorprendentemente la gente es muy futbolera, van a la cancha y lo disfrutan mucho”, destaca el atacante sobre las más de 390.000 personas que habitan el territorio.
A su vez, afirma que el pionero para la llegada de argentinos a las Islas fue Alberto Tino Costa, futbolista que supo ser figura en el Valencia, tras su incursión en el departamento francés: “Fui recomendado por Sergio Thione, un jugador que tuvo un paso por aquí y ahora vive en Mar del Plata. Me contactó y me llamó para venir. Él llegó poco después que Tino”.
Enseguida, Enriquez supo que emigrar hacia nuevos destinos podía ser un paso importante en su carrera: “Jugué en Atlético Mar del Plata y luego vine hace cinco años a la Isla. El primer año salimos campeones de Copa y campeonato con el club USCB y después fui a jugar el Federal B con Kimberley, del Gato Mignini. Tuvimos un hermoso año pero no logramos el ascenso. Luego volví para quedarme”.
Entre risas, el marplatense de 26 años asegura que no se arrepiente de haber tomado esa decisión: “No fue tan difícil convencerme. Jugando en una liga local te proponen ir al extranjero y uno sueña con poder crecer, así que fue una linda oportunidad para subir de nivel. Una vez acá, la única barrera fue el idioma, pero con el tiempo lo aprendí y se hizo todo más fácil. Hay tres divisiones, todos juegan la Copa de Francia y la Copa de Isla. Solo los dos primeros viajan para jugar la Liga de las Antillas, que la disputan los campeones y subcampeones de cada isla de Centroamérica. Ganando ese torneo internacional podemos ir a jugar contra equipos de Puerto Rico, México y Estados Unidos. Es difícil pero posible”.
Las dificultades en tiempos de coronavirus y su realidad futbolística lo hicieron respetar el confinamiento lejos de su familia: “Estoy un poco acostumbrado a la distancia… hace tres años que no voy a visitarlos. Justamente tenía el viaje planeado para junio pero con la situación actual no iré. Es mejor respetar la cuarentena y tener paciencia que hacer una locura. Tengo a mis padres y a mis sobrinas allá, permanentemente estamos haciendo llamadas y mensajes. Somos muy unidos, se los extraña mucho y son pilares fundamentales de mi vida”.
Más allá de que la Selección local no clasifica a competiciones internacionales, como la Copa de Oro de la CONCACAF, hace nueve años, Enriquez resalta las cualidades futbolísticas de los isleños: “Cuando un sudamericano saca su potencial a tope, marca mucho la diferencia, mismo estando a muchos kilómetros de su familia. Los jugadores acá son más estructurados, intentan mantenerse siempre ordenados, pero la mayoría tienen una gran virtud: la velocidad”.
Pese a los 6.000 kilómetros de distancia entre Guadalupe y Argentina, la pasión no conoce de fronteras: “Soy muy fanático de River e intento seguirlo lo máximo que puedo. Acá tenemos una hora de diferencia con Argentina nada más. Siguiendo mi puesto me gusta Borré, sus movimientos para desmarcarse, su forma de entrar al área y manejar los tiempos para definir. Con la edad que tengo, es difícil que algún día pueda jugar ahí”.
“Al fútbol lo estoy disfrutando más que cuando me presionaba mucho. En Argentina es muy intenso todo, siempre digo que cada jugador es diferente y cada uno se adaptó mejor o peor a cada momento. Más allá de eso, la presión es durísima pero hermosa al mismo tiempo. Hoy dejo que todo fluya y por el momento aspiro a ganar la liga y jugar algo internacional con el club de acá”, remarca sobre sus objetivos a largo plazo.
Las competiciones deportivas, mientras tanto, también frenaron: “Estamos parados como todo el mundo y está analizándose volver a jugar dos partidos por semana para poder terminar el campeonato. Ahora tenemos la ilusión de ganar la liga y meternos en el torneo de Antillas, porque la Copa se anuló cuando estábamos en cuartos de final. Estoy viviendo con otro argentino que juega conmigo y un kinesiólogo español, ambos amigos. Hace tres semanas que estamos cumpliendo con la cuarentena obligatoria. Acá no se jode, sin un permiso te multan. La cantidad de casos es muy baja (141 al cierre de esta nota), se agarró a tiempo y la gente es muy cuidadosa”.