Por Iván Lorenz y Juan Ignacio Ballarino
No existe el cansancio. Las personas están igual, con las mismas ganas que el día anterior. La espera almacenó una ansiedad en los cuerpos Pinchas que cuando su presidente, Juan Sebastián Verón, confirmó la fecha inaugural mediante un video publicado el 27 de abril por la página oficial en Twitter, se transformó en felicidad y voluntad. Por eso están acá, ahora, a las cuatro de la tarde del domingo 10 de noviembre, haciendo la fila para ingresar al estadio. Es la segunda vez que las puertas de la cancha van a estar abiertas para el público. La primera fue el sábado y reventaron las localidades.
Entrar antes de las 17.00 significa que sos organizador, guardia de seguridad o periodista. El estadio está casi vacío. Hombres y mujeres con pecheras naranjas y azules deambulan entre los bancos y escalones de la cancha reformada. Algunos hablan y comentan lo que se vivió en la primera fiesta. Mate va, mate viene, se gritan entre ellos de una punta a la otra. Se ríen. Pero en ellos sí se nota cierto cansancio. Aunque alguno que otro asegura que está contento de estar ahí y que le gusta estar donde juegue o haga presencia Estudiantes. Hasta admite que se le escapa algún que otro grito cuando ve los partidos. Es hincha, claro, y le molestaron las luces azules que exhibieron el día anterior durante el show.
El césped, semisintético como el que tiene el Ciudad de La Plata, sólo contiene un escenario dentro del círculo central y unos cuantos parlantes que apuntan a las cuatro gradas. A la sombra de uno de ellos, yace un perro que descansa. Falta media hora para que arranque la segunda fiesta y Verón, con zapatos de punta, pantalón negro de vestir, anteojos de sol puestos y un saco gris, ya se pasea dentro del campo de juego. “Desde lejos no se ve”, dirían Los Piojos, pero el orgullo que irradia se siente incluso en lo más alto de la platea. Cabeza en alto, pecho inflado al estilo paloma, una mano en el bolsillo y la otra saludando a aquellos que ya lo reconocieron y corean “Bruja”.
Los hinchas comienzan a copar la cancha. La relación es inversamente proporcional, porque a medida que se llena UNO, el sol se esconde un poquito más. El show empezará a las 20.00, pero se dispuso el ingreso tres horas antes. Tiempo suficiente para que el director de la consola pueda probar las luces led, que no necesitan calentarse o enfriarse, y el sonido. La tribuna que está sobre 55 es la primera en recibir al público. Está dividida en dos: 55 alta y baja, que cuenta con asientos. Los paraavalanchas son protagonistas en la de enfrente, la que está sobre 57, porque no tiene división y es puro escalón. Completan la cancha los palcos y plateas VIP en Avenida 1, casi perpendicular al suelo, y la platea opuesta, sobre 115, que a su vez alberga las cabinas y pupitres de prensa. Sólo en esta ocasión el estadio Jorge Luis Hirschi cuenta con una platea muy pegada a la línea de cal, donde irán invitados y protocolos, pero que, en un futuro cercano, será el espacio de los bancos de suplentes.
El murmullo se hace protagonista. La música que se usaba para probar sonido se apagó y cedió el lugar para que el periodista Darian Schijman, conocido como Rulo, muestre lo que está pasando en las inmediaciones y calme las ansias de quienes están adentro. Cuatro pantallas sobre los palcos, otra, que será la principal, arriba de la tribuna de 57 y dos más en donde irían los codos, que se construirán en una segunda fase, muestran al conductor de la previa hacer entrevistas a los jugadores invitados que ya llegaron con el micro. Mauro Boselli, Marcos Angeleri, Mariano Andújar, entre muchos otros que dejan unas palabras en el micrófono mientras los hinchas les cantan. Todas las llegadas son especiales, pero la de Enzo Pérez disparó el deseo en un Pincharrata: “Convencelo”, le gritó a Verón.
Falta poco. Rulo entró y salió del campo de juego varias veces. Improvisa. A él también se lo ve ansioso y con mucha energía. Como cuando lo enfocaron en la última fecha del Apertura 2010 gritando el gol de Rodrigo López en la victoria por 2 a 0 de Estudiantes contra Arsenal. No permiten el ingreso de bombos ni trompetas, para la tristeza de Matías Pellegrini, por eso la gente aplaude y marca el ritmo.
“Estudió” ya no tiene un patrón específico, lo dicta el corazón de los hinchas que no paran de sacarse fotos. Es instintivo y caprichoso, pero la forma más pura que tienen de demostrar afecto. Las horas de espera son lentas, incluso para los que ya saben todo lo que van a vivir porque fueron el día anterior. Para no dejarlos sin nada, Rulo se va con Verón a recorrer las inmediaciones. Los vestuarios tienen Jacuzzi y un escudo de Estudiantes hace de luz. El logo está dibujado hasta en los enchufes y los dispensers de jabón.
Verón se apura porque hay que salir y cumplir con el cronograma. Además, los 30.018 espacios disponibles están casi todos ocupados. El sol ya casi no molesta, entonces arranca la cuenta regresiva para comenzar el carnaval. Se escuchan risas porque en vez de empezar por 10, empezaron por 7. Ya suenan los tambores al ritmo que marca La Bomba de Tiempo, el telón para que comience a reproducirse en las pantallas un video cuya voz en off se disfrazó de Mariano Mangano, dirigente Pincha que eligió cuándo irse de este mundo porque pensó que las cuentas para el predio del que gozan hoy en City Bell, no daban.
Estudiantes sabía que en ese momento los estaba vigilando desde el cielo y con una sonrisa. Cómo no reírse si Los Simuladores son protagonistas de la fiesta y pasan a explicar el mayor operativo de su historia. Se tuvieron que enfrentar hasta con la Municipalidad, que se llevó los chiflidos correspondientes por parte del público. Diego Peretti, vestido de Ravenna, mira al cielo y ¡zum! ¡zum! ¡zum! ¡zum! ¡zum! ¡zum! ¡zum! Los fuegos artificiales salpican la noche y se reflejan en uno de los edificios aledaños a la cancha, una ubicación VIP. En una de las ventanas de la construcción, un Pincha colgó su colección de camisetas y se subió a la azotea para exhibir una bengala que larga humo escarlata.
La música sacó del trance a los hinchas que miraban al loco del edificio. Una cumbia sabrosa los pone a menear y cantar bajo la intensa luz de los focos que se prenden y se apagan. Y entre tanta locura, un grupo se sube al escenario para gritar que ellos son Los Auténticos Decadentes. El público explota y desde las esquinas salen los integrantes de hockey del club vestidos con los colores del corazón de los que están ahí y agitando banderas. Una le llega a Verón, que se pone a cantar a los saltos, lo que provocó la euforia de la afición que lo vio por la pantalla.
Silencio. Las luces se apagaron. El micrófono lo comparten Viviana Vila y Osvaldo Príncipi, que largan algunas palabras y se lo pasan al presidente. Más silencio, se viene a quien todos quieren escuchar. El pelado abre la boca y desde 55 se escucha: “Te amo, Bruja”. UNO sonríe, Verón habla y agradece al pueblo Pincha, que hizo posible el sueño. También se acuerda de los que ya no están y los que no pudieron asistir. Pero, como demostró que le gusta concretar imposibilidades, logró que Carlos Salvador Bilardo esté presente. A su orden, un grupo de organizadores corre el manto que cubre algo que no se sabe qué es. La tela todavía está en el aire, pero los hinchas explotan. Una estatua del Narigón dando una indicación con traje hace su aparición. Ahora sí, se puede cortar la cinta inaugural. De a varios, entre ellos el arquitecto de UNO, Miguel Menno, y Bettina Stagñares, exjugadora y exentrenadora de las Pincharratas, que disfrutará de ver a alguna de sus dirigidas gambetear, en instantes, sobre ese mismo césped.
La noche se hace más noche, pero la cancha está llena de luz. Ahora la ansiedad pasa por otro lado, los espectadores quieren que arranque el partido. Viviana Vila y Osvaldo Príncipi presentan a los dos equipos: Don Osvaldo, dirigido por Alejandro Sabella, y El Equipo del Narigón, cuyo entrenador es Carlos Pachamé. Era verdad, la historia de Estudiantes está ahí. Entran los árbitros y el público chifla. Aparece el Bambino Pons para relatar el partido y el público enloquece.
El sábado, el partido salió 7-7. Ahora, está trabado y hay irregularidades. De pronto, El Equipo del Narigón, que está de Negro, cuenta con una superioridad numérica abrumante, ya no tiene suplentes, todos al campo. Pasa que tiene que remontar un 0-2, porque el equipo de los Verón los está dominando. Sí, los Verón. Deian, Juan Sebastián y Juan Ramón, que no quería ir al banco. Por eso, Alejandro Sabella se mete al campo y provoca el estallido de las tribunas. Quiere hacer un cambio y lo tiene que sacar al viejo de donde nunca deseó irse.
Nadie quiere irse. El partido terminó 2-2, pero el resultado, esta vez, no importa. Ahora miran al cielo ante un nuevo estallido de pirotecnia. Abren bien los ojos para absorber toda la información posible por las retinas y, como en el show de luces de hace un rato, se quedaron maravillados con la cámara que los grababa en vivo mientras el holograma de un león los acechaba en las pantallas. Y se asustaron, porque pensaron que iba a saltar al césped. Pero perdieron el miedo rápido, porque aquella ilusión óptica era fácil de romper. Entonces, UNO tiembla y La Plata se estremece. Pero los hinchas de Estudiantes no temen, porque ya se dieron cuenta de que ellos son el rugido del León.