Por Mauro Vito
Constantemente estamos eligiendo, segundo tras segundo pensamos y actuamos acorde a lo que creemos y pensamos. A su vez aprendemos, de los errores y de las virtudes, a los golpes y a las caricias, pero en el peor de los casos siempre se aprende algo nuevo. Esto lo tienen bien en claro los 12 jugadores y toda la delegación que compitió en el Mundial de futsal con síndrome de down disputado en Brasil y que hacen escuchar su voz a través de un slogan que llevan como una lección de vida: “Nunca perdemos, ganamos o aprendemos”, dice entre el blanco y celeste de la bandera.
Estos chicos comenzaron el mundial desde principio de año y su primer rival fue el dinero. Al ser totalmente amateur (la competencia no está asociada a la FIFA), los jugadores no cobran y el cuerpo técnico, tampoco. La AFA les financió el viaje y la indumentaria. Con esta ayuda les faltaba cubrir la estadía, comida y demás gastos, que a través de donaciones y esfuerzos propios con empleos, lo pudieron lograr e ir al Mundial de Brasil.
Con una delegación que se formó en 2017 bajo la órbita de Federación Argentina de Deportes para personas con Discapacidad Mental (FADDIM), la cual es la única federación reconocida internacionalmente por INAS-FID (Asociación Deportiva Internacional para personas con discapacidades mentales) para poder representar a la Argentina a nivel paralímpico.
A Argentina le tocó debutar en Brasil frente al local. Perdió por 5 a 0 pero demostró buen fútbol. A pesar de los segundos de tristeza al finalizar el partido, los jugadores movilizados por el cuerpo técnico y los familiares que pudieron ir, alentaron juntos. No festejaron haber perdido, estos chicos creen realmente lo que su bandera proclama, celebraron haber aprendido y disfrutado su primer partido del Mundial.
¡Y sí que aprendieron bien!, ya que en el partido siguiente frente a Portugal se impusieron por 4 a 2. En el último enfrentamiento del grupo, le ganaron al seleccionado chileno por 11 a 0. Al finalizar el partido algunos jugadores cantaban “Dale campeón”, por pasar a la semifinal.
Ya era un gran éxito pasar la fase de grupos y así lo sentían, pero a los días se enfrentaban a Italia, ni más ni menos que la defensora del título. Con un gran juego le ganaron a los europeo por 5 a 2 y llevaron a la selección Argentina a otra final mundial en Brasil, como lo fue la selección mayor nacional de fútbol once en 2014.
Se volvían a ver las caras dentro de la cancha con Brasil, la selección favorita que llevaba consigo el plus de haberle ganado en la primera fecha a Argentina y además la ventaja de jugar de local al ritmo de la samba que tocaban los torcedores.
La albiceleste perdía por 5 a 1 al término del primer tiempo. Argentina no podía encontrar la pelota y se reflejaba en el marcador, el entrenador de la selección, Juan Manuel Velárdez, movió jugadores e hizo una charla que sirvió un montón: los albicelestes se llegaron a poner 6-5 pero Brasil pudo más y cerró el encuentro por 7 a 5.
Silbatazo final y los chicos de Argentina, tirados en el piso llorando. Rápidamente se vio un enorme gesto del cuerpo técnico que corrieron a levantarlos y a consolarlos por el enorme mundial que habían hecho. Posteriormente festejaron, como hicieron en todos los partidos, junto a los familiares e hinchas.
Estos chicos son campeones sin serlo, llevan la medalla con gran emoción y alegría en el pecho, no se la sacan por nada en el mundo. No era una presea por salir segundos. Es una medalla por auto superarse día a día y ser campeones en la vida.