miércoles, noviembre 27, 2024

Joaquín Pereyra, un paranaense suelto en Estados Unidos

Por Laureano Vergara

El nuevo mediocampista de Minnesota United declaró sobre las expectativas de cara a sus primeros playoffs en la liga estadounidense, el interés de los grandes del fútbol argentino, su deseo latente de volver a Europa y acerca de cómo quedó la relación con Atlético Tucumán, su último club. 

La frase: “Nunca juzgues a un libro por su portada”, es un decir que aplica también a las personas y se transforma en una de las leyes humanas a la que todos los hombres deberían atenerse. De lo contrario, la gente se perdería la posibilidad de conocer a fondo a un individuo solo por quedarse con su primera apariencia. Si uno únicamente escuchara hablar a Joaquín Pereyra, podría imaginarse que está tratando con un sujeto pacífico, sereno e incluso con atisbos de timidez. No estaría lejos de la realidad, pero dejaría descuidadas otras facetas que también forman parte de él; sería cómo abandonar un rompecabezas sin terminar. Por ejemplo, sin la pieza que se hace visible cuando el paranaense de 25 años está en una cancha de fútbol. Allí su vergüenza desaparece para darle lugar al descaro que se manifiesta en una danza donde participan su cuerpo y la pelota, y en la que los rivales y la hinchada se convierten en meros espectadores. 

Dueño de una zurda exquisita y sensible, con la calidad requerida para apilar adversarios y el atributo de la clarividencia en cuanto a comprender el juego se refiere, Pereyra se metió, gracias a estas cualidades, en la lista de los más buscados por los grandes del fútbol argentino. River, Boca y Racing fueron algunos clubes que pujaron por sus servicios. Sin embargo, ninguno se dio el gusto de atraparlo. 

—¿Qué te convenció de Minnesota United para desembarcar en Estados Unidos?

—Fue el primer club con el que empecé a negociar; eso lo hizo primordial. Estaba en tratativas y después aparecieron equipos argentinos. Eran mis ganas de venir, salir un poco del país y probar esta liga que siento está creciendo mucho. Luego de estar tres años en Atlético Tucumán y de pelearla en el fútbol local, necesitaba demostrar en otro lado. La MLS es más física; distinta. También hay un idioma diferente. Desde un primer momento tenía la decisión tomada a pesar de los demás sondeos.

Marcadas las huellas iniciales en su ciudad natal, Pereyra se mudó a Santa Fe con el objetivo de seguir escalando niveles dentro del sueño que perseguía incansablemente. Un caluroso domingo del año 2016, llegó su recompensa. Eduardo Coudet lo mandó a la cancha a compartir mediocampo con un futuro campeón del mundo, Giovani Lo Celso, en el encuentro donde Rosario Central venció por 3 a 0 a Colón de visitante. 

Los destellos chispeantes de sus condiciones hicieron que el Famalicão —de la Primeira Liga portuguesa— arriesgara por él en 2020. A pesar de un buen inicio de temporada, las lesiones se volvieron recurrentes e insoportables en el cuerpo de Pereyra. Luego de un año a préstamo, debió volver al país con la espina de lo que podría haber sido. Como un ave fénix, en Atlético Tucumán resurgió de las cenizas y comenzó a ver luz al final del túnel, circunstancia que lo condujo a querer demostrar de qué estaba hecho.

 

—¿Creés que la MLS es una buena vidriera para regresar a Europa en un futuro?

—Hoy, por Messi y muchos otros que vinieron después de una larga carrera en Europa, se está observando bastante. El Mundial se va a hacer acá; esas cosas atraen gente, llaman la atención y los clubes empiezan a mirar. Es una buena exhibición a la que te exponés para pegar el salto a Europa; fue también por ese lado que lo pensé. Sé que teniendo un buen torneo, están las posibilidades de que ocurra —comenta transmitiendo tranquilidad—.

 

—¿Cómo te recibió el plantel en Minnesota?

—La verdad que bien. Es un gran grupo. Hay algunos sudamericanos y eso siempre te hace sentir cómodo. Desde que llegué estoy contento con los chicos y con el club, que es muy ordenado. Pensé que iba a ser complicado el tema de la adaptación, pero no. La llegada fue buena y me la hicieron fácil desde el primer momento. El equipo completo se mostró a disposición para ayudarme en todo lo que necesite, así que estoy feliz.

Franco Fragapane era el único argentino en la franquicia yankee y fue el primero en hablarle, incluso antes de su arribo. Pereyra admite que, al no conocer al resto, llevarse bien con los sudamericanos produjo que entrara más rápido al grupo. Aun así, remarca que cada uno de sus nuevos compañeros se comportó de manera cordial.

—¿Te sorprendió la estructura del club?

—La realidad es que sí. No vine con ninguna idea. Me habían mostrado algunas fotos y videos en charlas anteriores mientras negociábamos, pero me asombró el predio, el gimnasio de primer nivel, las canchas y el estadio básicamente nuevo, que tiene poco tiempo y es increíble. Tenemos muchas comodidades; todo para crecer y enfocarnos en jugar. 

Vestido de entrecasa con ropa deportiva, manteniendo la cabeza ladeada hacia su izquierda y levantando la ceja derecha por momentos al escuchar las preguntas, comenta su análisis de la MLS en base a los pocos partidos que jugó: “Mi arranque es bueno. Siempre que llegas a un club, a otro país, a un grupo que está armado hace años, es un poco complicado. Estoy jugando bastante. Sé que todavía no me conocen bien dentro de la cancha como sí pasaba en Tucumán —dice subiendo los hombros en señal de qué se le va a hacer—. Lleva tiempo y a medida que pasen los encuentros va a ir cambiando; el técnico y los compañeros empezarán a confiar en mí, aunque eso depende de uno”.

 

—¿Es una liga que beneficia a tu estilo de juego?

—Sí, es intensa, pero hablando con familiares y amigos les comentaba que abundan los espacios en relación al fútbol argentino. Allá agarraba la pelota y tenía que decidir rápido, en cuestión de segundos. Acá los uno contra uno son bastante físicos, hay jugadores fuertes y aun así tenés varios segunditos para pensar. Eso es algo bueno, sobre todo a la hora de tomar las decisiones correctas. Al venir de Argentina creo que tengo una pequeña ventaja en ese sentido.

 

—¿En qué cambió tu posición en la cancha con respecto a Atlético Tucumán?

—Estoy un poco más cerca del nueve, no tan abierto, sino medio de interno. Igual siento que cuando te empezás a mover, la posición termina siendo parecida. Uno tiene que ayudar en defensa, volver con el lateral y cerrarse al centro del campo. Tengo libertad para estar adelante, aunque sin la pelota la colocación la conozco por haber jugado de esa manera varios años. 

Eric Ramsay es el entrenador actual de Pereyra en Minnesota. El británico de 32 años, que trabajó en clubes como el Chelsea y Manchester United, se convirtió en el técnico más joven de la historia en la MLS. “Creo que nuestro capitán es mayor que él —dice riendo y estirando su cuerpo—. Viene del fútbol inglés, que me parece la mejor liga del mundo. Tiene una buena idea de juego marcada y cuenta con experiencia en grandes instituciones. Se notan sus ganas de querer mejorar e intenta todo el tiempo buscar distintas variantes. Gracias a los resultados podemos trabajar tranquilos, sin la preocupación de quedarnos afuera porque ya estamos clasificados a los playoffs”, opina Pereyra con ese acento que no solo le da melodía a sus oraciones, sino que también revela sus orígenes entrerrianos. 

 

—¿Qué se habla dentro del grupo sobre los objetivos a cumplir?

—El equipo tuvo un buen arranque; se mantuvo entre las tres primeras posiciones mucho tiempo. Después, por lesiones y jugadores que se iban a sus selecciones, se perdieron puntos. Cuando llegué estábamos afuera de los playoffs, pero por suerte terminamos entrando. Hablando por encima y sin tanta euforia, con el presente que vivimos, uno se ilusiona o se imagina peleando hasta el final. Luego, al ser partidos únicos —desde semifinales de conferencia—, por ahí te agarra un día malo y te sacan del torneo. 

Finalizada la temporada regular, Minnesota United acabó sexto con 52 unidades en la Conferencia Oeste, por lo que jugará la serie de primera ronda —al mejor de tres— frente a Real Salt Lake. “Pienso mucho en una hipotética final contra el Inter Miami. Es la única instancia donde podemos encontrarnos. Disputar una final y que en la misma cancha este Messi sería una locura —admite mientras sonríe y se le ilumina el rostro—. Es lo que sueño desde que llegué; lo que más deseo es poder enfrentarme con él. Voy a querer ganar, pero ya estar ahí, compitiendo por un trofeo, es inigualable”.

—Siendo argentino capaz tendrías alguna ventaja para cambiar la camiseta.

—Pedir se la vamos a pedir si llega el momento, después veremos qué decide él. Me cuesta hacerlo; uno no quiere molestar y más a ellos que están a ese nivel. No son varias las oportunidades de vernos; si llega el día tendré que tomar coraje y ver si se hace realidad —comenta con la mirada perdida en un costado e imaginando el escenario en su mente—.

 

Con el propósito de mejorar para conseguir logros colectivos, Pereyra agregó variantes a su juego a medida que distintos técnicos se cruzaron en su carrera. “En Atlético Tucumán progresé en el tema de la marca, algo que me costaba. Lucas Pusineri fue un entrenador que me ayudó mucho y con el que me sentía cómodo. Crecí en la parte defensiva y en la intensidad. Lo que me falta es tener más llegada al arco. Sería lo único, con el resto estoy conforme. Es importante porque a los clubes les gustan los volantes con gol”, afirma. 

La intención y las ganas nunca le faltaron. La suerte no suele estar de su lado en este aspecto. En ciertas ocasiones, centímetros le negaron convertir golazos, como un intento de mitad de cancha frente a River o un córner olímpico frente a Gimnasia que estalló en el segundo palo sin ingresar a portería. A pesar de su escasa fortuna, su zurda mágica logra arrancar cada tanto gritos desaforados a los hinchas de su club. El 6 es el dígito que refleja sus tantos a lo largo de 203 partidos disputados. “Tengo situaciones, intento de todas formas y a veces no se da. Sé que no debo pensarlo tanto, no desesperarme y van a llegar”, concluye sobre el tema.

 

—¿Cómo está siendo la adaptación a Estados Unidos por fuera de lo futbolístico?

—Me acompañan mi mujer y el perro. El idioma no lo hablo, lo entiendo poco —sonríe sonrojado—. En el club comprendo porque más allá del lenguaje se dice lo mismo en todos lados. Lo llevo bien, pero es un objetivo aprender inglés. Más que nada para relacionarse y sentirse tranquilo afuera; en el club algunos hablan español o si no están los traductores. 

En cuanto a Minneapolis —localización de la franquicia— y al tiempo libre, responde: “Es un lugar muy lindo. A la tarde armamos el mate y aprovechamos a recorrer la cantidad de lagos que hay en la ciudad paseando al perro. Después estoy en casa; a veces mirando fútbol o series. En mi día a día soy tranquilo”.

La transferencia a la MLS no solo significa un nuevo desafío; es la ansiada ocasión para Pereyra de demostrar su valor, el que lo haga retornar al Viejo Continente, del que se fue con una espina clavada en el pecho.

 

—¿Cuáles fueron tus sentimientos al momento de volver de Portugal?

—En base a rendimiento, había arrancado bien y jugaba muchos partidos. Al finalizar la temporada no estaba conforme porque en la segunda parte de la liga me lesioné dos o tres veces en el mismo músculo —muslo izquierdo—. Eso provocó que me pierda entre 10 y 12 partidos. Uno queda rezagado de su lugar en el equipo. Es normal y fue lo que pasó. En el club se sentían contentos con mi llegada, mis actuaciones, pero entendí que era difícil para ellos mantener un jugador así. Con las lesiones no se puede hacer mucho. Traté de cuidarme, recuperarme tranquilo y volvía a pasar. También es aprendizaje —dice envuelto por un aire melancólico—. 

Pese a su presente, reconoce que su otro sueño, el de jugar con la mayor de la “Albiceleste”, queda un tanto aplacado debido a la actualidad que transcurre la Selección Argentina. Pereyra ya sabe lo que es ponerse esta camiseta y representar a todo un pueblo porque fue parte del Sudamericano Sub-20 que se disputó en Ecuador en 2017. “Uno trata de estar bien en los clubes para que se fijen en vos. Formar parte de eso es lo más grande. Siendo realista, viendo que el grupo está armado y saliendo campeón de todo, te das cuenta que probablemente siempre jueguen los mismos once, aunque después roten algunos pocos. La ilusión no se pierde, trabajamos para eso, pero es difícil. Lo importante es estar tranquilo y sentir que hacés lo imposible para entrar ahí”, asegura. 

De los cuatro equipos en los que formó parte Pereyra, Atlético Tucumán es con diferencia donde mayor cantidad de partidos disputó: 117. Se reencontró con él mismo y su potencial se vio reflejado dentro del campo. Los 3 años allí forjaron una relación a fuego con la institución y el hincha. Memorias imborrables quedarán marcadas en su mente hasta la eternidad.

Aun así, una piedra en el camino dañó la relación con la comisión directiva al inicio del presente año cuando se cayó su transferencia a New England Revolution, también de la MLS. Las consecuencias fueron encontronazos con la dirigencia. El jugador llegó a declarar que su nombre se había ensuciado y que no lo respetaron. Esto debido a un comunicado donde se comentó que no había querido jugar por el traspaso, mientras que el mediocampista aseguró que sufría de una lesión en el tobillo y el propio club le pidió que no viaje a disputar el encuentro que correspondía.

—¿Con qué recuerdos te fuiste del “Decano”?

—Me llevo experiencias hermosas. Jugué y tuve mucha participación. Siempre me sentí importante mientras estuve. Me abrió las puertas cuando volví de estar lesionado en Portugal y hay que ser agradecido. Lo que pasa internamente es otro tema, pero futbolísticamente fue algo muy lindo. Tengo compañeros y amigos que siguen jugando, así que cuando puedo, si no es tan tarde, los miro. Deseo que al club le siga yendo bien. 

 

—¿Cómo lo ves para el cierre de la Liga Profesional?

—Los últimos partidos no tuvo buenos resultados, pero es cuestión de que ellos estén convencidos. Son los mismos que en varias fechas estuvieron en las primeras posiciones y volver a hacerlo no es imposible. Cuando no se te da y empezás a alejarte, comenzás a desesperar. Tienen que estar convencidos de que pueden pelearle a cualquiera. Lo demostraron en la primera parte del torneo. Ojalá recuperen la seguridad y las victorias lleguen.

 

—¿Qué sentiste al notar el interés de varios equipos grandes de Argentina?

—Es algo muy lindo que River, Boca o Racing se fijen en uno. Al principio no lo creía; cuando se empiezan a comunicar y comentan que quieren contar con vos, hace que te emociones y te sientas importante. Después en la negociación el jugador queda un poco relegado. Hoy por hoy estoy feliz en Minnesota, aunque en el futuro tengo como objetivo jugar en un histórico de nuestro país —remarca levantando ambas cejas—.

 Quizás no ocurra pronto, pero parece difícil imaginar un futuro donde Joaquín Pereyra y el fútbol argentino no reencuentren sus caminos y tengan un capítulo final en conjunto.

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