Por Pedro Carracedo
En un país con tanta influencia artística como el nuestro, basta con recorrer las calles para encontrarse de cara con arte en cualquiera de sus versiones: gente haciendo malabares en un semáforo, shows en las plazas, músicos callejeros y hasta murales en cada esquina. Tampoco es una sorpresa que gracias a la pasión que sentimos por el deporte, estas dos cosas suelen combinarse, regalándonos canciones que narran las proezas de grandes atletas, libros que rememoran hitos inolvidables y gigantografías de algunos de los ídolos más populares de nuestra historia. Si hay un personaje por excelencia que logra englobar todos estos conceptos es Diego Armando Maradona.
Desde el 30 de octubre de 1960 Maradona fue dejando su huella por cada uno de los lugares que visitó. Su recorrido empezó en su casa de Villa Fiorito, pasando por la Paternal y la Boca, tocando el cielo con la mano en Ciudad de México y Nápoles, marcó su paso en Barcelona, Sevilla, La Plata, Avellaneda entre otros y el mundo enteró se rindió ante unos pies que terminaron su paseo en el Jardín Bella Vista, partido de San Miguel, donde frenaron para disfrutar de un descanso eterno. Sin embargo, la figura de Diego sigue igual de viva que siempre, lo podemos ver cualquier día, a cualquier hora, con su espíritu plasmado en camisetas, canciones, y también en las paredes. Solo es necesario alejarse unos pocos metros del lugar donde descansa su cuerpo para volver a toparse con él, más específicamente en la esquina de las calles Mayor Irusta y Americo Vespucio. Allí, en la fachada de lo que actualmente es un bar llamado “El Chato”, se encuentra la obra, que según palabras del propio autor, Damián Ferro, busca representar las distintas etapas en la vida del “Diez”; “desde que estaba en Cebollitas, hasta que levantó la Copa del Mundo”.
El mural tiene una historia particular y es que en el momento en el que el autor se enteró del fallecimiento del astro, publicó en su página de Facebook que regalaría cinco murales en diversos barrios en honor a Maradona. Esto causó una pequeña revolución en sus redes y, gracias a un vecino de la zona, dió con esta famosa esquina que en ese momento no era más que una farmacia abandonada. La obra comenzó el 2 de diciembre de 2020 y finalizó 19 días después. Desde el primer instante la reacción de los vecinos fue positiva, agradeciéndole con nostalgia y lágrimas en los ojos. El local en sí mismo cobró valor, algunas personas se interesaron en comprar el edificio simplemente por la fachada, además de que ahora tenía un sentido comercial. Mientras lo pintaba, un turista que vino desde Malasia para dejar flores en la tumba de Diego se acercó para agradecerle por lo que estaba haciendo . Tras una buena charla forjaron una amistad y gracias a ese extranjero, que le mostró a una empresa de arte de su país el trabajo de Damían, en pocos días viajará a Malasia para realizar una muestra de arte dedicada a los dos más grandes números 10 que ha tenido nuestro país.
La muerte de Diego provocó muchos cambios en la vida cotidiana de un barrio que hasta ese momento era uno más del Conurbano Bonaerense. Se convirtió en un punto turístico. Además de flores, ahora se vende cualquier cosa relacionada a Maradona. Las paredes están adornadas por representaciones del “Diez” o frases como: “Acá descansa D10S”. A pesar de que el Cementerio es privado y de alto nivel, el barrio es más bien humilde. El contraste en sí mismo es un poco poético conociendo la historia de vida de quien allí descansa. Para la gente de la zona es un orgullo que Diego esté ahí, y no dudan en hacerlo saber y, más allá de eso, para muchos significa una posibilidad de ganarse unos pesos extras. Lejos de verse molestos por el cambio de movimiento en el lugar, la comunidad está abierta para recibir personas de cualquier parte del mundo que vienen a conmemorar a uno de los más grandes futbolistas que hayan existido.
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Ubicado en la esquina de Maestro Irusta y Américo Vespucio, frente a la entrada del Jardín Bella Vista, cementerio en el que fue enterrado Diego Armando Maradona, este mural, regalo de Damián Ferro para toda la comunidad, busca retratar las distintas facetas de la vida de Diego, desde que estaba en cebollitas, hasta que levantó la Copa del Mundo. Esta obra que comenzó el 2 de diciembre de 2020 y finalizó 19 días después, se encuentra bien en el centro del corazón de la gente del humilde barrio de Mariló, en el partido de San Miguel. Además guarda consigo más de una anécdota, como que gracias a la visita de un turista que vino desde Malasia para visitar la tumba del Diez y que quedó fascinado con la pintura, su autor fue invitado a realizar una exposición sobre Messi y Maradona dentro de pocos días en dicho país.