martes, octubre 22, 2024

Crónica de una tarde de ascenso en la cancha de Los Andes

Por Pablo Mena

Mariano Boedo fue alguna vez un distinguido abogado argentino que estuvo presente durante el Congreso de Tucuman en 1816 como representante de Salta y participó en la decisión del pueblo argentino de separarse de una vez por todas de la corona española. Hoy en día, más de 205 años luego de su fallecimiento, la calle Mariano Boedo funciona como una vena principal hacia el corazón de Lomas: El estadio Eduardo Gallardón, hogar del Club Atlético Los Andes.

Llegó el día del partido, el rival era Acassuso, y era como si todo en la localidad hubiese pasado a un plano secundario. Las calles fueron cortadas por la policía para evitar el tránsito y permitir que la marea rojiblanca comienzara la ceremonial caminata hacia la cancha. Padres con sus hijos, jóvenes con sus parejas, incluso ancianos de no menos de 75 años obedecían el llamado de su amado “Milrayitas”.

El equipo lomense fue el ganador del Torneo Apertura de la B Metropolitana, lo que dió esperanzas a todos los hinchas del tan ansiado regreso a la segunda división. Pero en el camino aparecieron trabas que más que felicidad, sembraban duda. Los Andes en el actual torneo viene 17º de la tabla, a tan solo dos puntos del último. No solo eso, sino que en el medio hubo un cambio de técnico luego de una seguidilla de cuatro partidos perdidos. El elegido para continuar con la tarea fue Leonardo Lemos, quien debutó justamente en este partido.

A medida que se acercaba la hora del partido, Boedo se empezaba a notar más poblada. La periferia de la cancha de Los Andes generalmente está rodeada de hinchas, más que nada porque es un club de barrio, por lo que se podían ver a las personas salir de sus casas con toda la equipación del equipo dispuestos a sumarse a la murga.

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Cuanto más cerca del estadio me encontraba, podía distinguir aromas distintivos de una multitud de hinchas, algunos no muy placenteros, pero que de igual manera le dan un sello de autentificación al ascenso argentino. Las parrillas ambulantes no daban abasto y el aroma a carne casi ocultaba el olor a tabaco y pirotecnia que atentaba contra la salud del público ahí presente. En los cordones, los tetrabrik de vino se acumulaban de manera peligrosa. Aunque el alcohol es un folklore, no siempre termina de una buena manera en el ascenso.

Finalmente, la multitud llegó a la calle Estrada, donde se realiza el ingreso al estadio. Había una alarmante cantidad de oficiales en la zona, desde policías que iban a pie con escudos, hasta la famosa policía montada, la cual sirve solo para crear una falsa imagen de autoridad mediante el uso de un animal que tiene un conocimiento totalmente nulo de lo que es un partido de fútbol y no comprende porque lo arrastran lejos de un hábitat más adecuado para su felicidad.

Entrar en el Gallardón es una experiencia única en el ascenso. La hinchada de Los Andes es una de las más destacadas y lo hace saber con su música y sus letras. En la previa se mantuvieron a un costado de la entrada cantando junto con los que estaban habilitados para entrar, sin embargo al comenzar el encuentro se movieron a la zona céntrica de la popular, junto con todos los hinchas. Es acá donde comenzó la verdadera fiesta, aunque más fuera del campo que dentro.

LOS ANDES 1-1 ACASSUSO | Club Atlético LOS ANDES

El partido comenzó y todo era fiesta, la racha perdedora no parecía afectar en absoluto al público rojiblanco, que se mantenía con aires de grandeza a pesar del mal momento. Sin embargo la fiesta parecía ser solamente externa, porque a pesar de que la localía parecía pesar en los jugadores de Acassuso y que Los Andes había tenido muchas jugadas claras de gol, en el minuto 35 del primer tiempo Felipe Senn decretaría, de cabeza, el 1-0 mediante una falla de marca de la defensa de Los Andes. El tanto del conjunto de San Isidro pesó en el público, que pasó de los cantos alegres al murmullo y al insulto. Transcurridos unos minutos y con el partido reanudado, nuevamente comenzaron los cantos, aunque ahora con un incremento notorio del volumen.

Las banderas se agitaban con furia, este partido era importante para el hincha, y se lo hacía notar al equipo, que estaba igual de golpeado que el público por la racha negativa y parecía querer empatar el partido por la cantidad de ocasiones que generaba, pero la pelota no quería entrar.

Comenzó el segundo tiempo y el resultado aún estaba en un 1-0 tibio que dejaba mucho que desear. El público comenzaba a impacientarse y le pedía a sus jugadores “huevo”. Finalmente en el minuto 26 Axel Paez, jugador de 21 años surgido de las inferiores de Los Andes, capturó un rebote de uno de sus compañeros cerca de la medialuna y tras un amague inteligente en el que se logró sacar a dos contrarios de encima, sacó un remate furibundo que penetró el arco quemero y decretó el 1-1, resultado que se mantuvo hasta el final.

Luego del fin del partido, se notaban diferentes reacciones entre los hinchas, algunos aliviados de que por fin se rompió la racha de derrotas, otros fastidiosos de no haber podido ganar el partido cuando tuvieron la oportunidad y una minoría estaba neutral, como si el empate fuera suficiente para el equipo, a pesar de que hace unos meses se consagraban campeones con un torneo brillante.

El camino de vuelta demostró ser la antítesis de la ida, ya no había más cantos, y la muchedumbre se desarmaba conforme llegaban a sus casas, las cuales en su mayoría quedaban en las cuadras cercanas a la cancha. El sol de la tarde aún quemaba con intensidad, un destello de primavera reciente, un llamado a que el día no había terminado con el partido, un mensaje de que Lomas aún tiene más para dar.

 

 

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