Por Facundo Catalini
Los hechos y/o personajes de este texto son reales, pero cualquier similitud con alguna ficción es pura coincidencia.
Apenas arrancado el partido, Kaká recibe una falta a la derecha del área. Andrea Pirlo se encarga del tiro libre. Con el 21 en la espalda y con la mano extendida con el pulgar, el índice y el dedo medio en alto mostrando la jugada preparada, lanza el centro que llega con la coordenada justa a la volea del capitán Paolo Maldini, que pone el 1 a 0.
Tiempo más tarde, a los 39 minutos del primer tiempo, el brasilero Kaká comanda el ataque. Habilita a Andriy Shevchenko que mete un pase al corazón del área y hace sobrepasar a toda la defensa. Al que le queda en la posición ideal para definir es a Hernán Crespo, que empuja la pelota al fondo del arco decretando el 2 a 0.
Cuando se iba la primera mitad, otra vez Kaká -siempre Kaká- recibe en la mitad de cancha, gira, haciendo pasar de largo a su marcador y se pone el verde césped de frente. Con un pase magistral deja al delantero argentino cara a cara con el arquero. Valdanito, con toda la tranquilidad del mundo, define por arriba con la cara externa de su pie derecho. Sentencia el partido. Define el 3 a 0.
Pero el Liverpool sabe que cuando camina a través de una tormenta debe mantener la cabeza bien alta. Sabe que no debe tenerle miedo a la oscuridad. Porque sabe, siempre sabe, que al final de la tormenta hay un cielo dorado esperándolo.
Por eso, los dirigidos por Jurgen Klopp salieron en la segunda mitad a comerse a su rival. Ni bien empezado, Divock Origi, rescató un rebote del arquero luego del disparo de Jordan Henderson y puso el 1 – 3 parcial. La gente en Anfield se animaba. Creía en el milagro.
El alemán tuvo que mover el banco. Andrew Robertson sufría de una molestia y salió para darle lugar a Georginio Wijnaldum. Movimiento de fichas inoportuno que terminó siendo de lo más oportuno. En una ráfaga el recién ingresado metió dos goles. El primero viene de un centro del lateral derecho Trent Alexander-Arnold, donde el mediocampista ingresa al área y casi desde el punto del penal fusila a un arquero que se le escapa por abajo del cuerpo. El segundo viene desde el otro costado, el izquierdo. Centro de Xherdan Shaqiri y Wijnaldum se sube a una escalera que va directo hacia el cielo dorado que espera ansioso después de la tormenta y con un cabezazo pone el empate en tres.
Anfield parecía el mismísimo infierno. Ardía. Ardía de pasión. Ardía de euforia. Ardía de milagro.
Pero todavía hay más. La frutilla del postre. Otra vez en los pies de Alexander Arnold. Desde el córner ve a toda la defensa rival distraída. También ve a un compañero. Concentrado. Bien concentrado. Allí estaba Origi. El delantero que ingresó en el equipo por la baja de Roberto Firmino. El de las rastas hizo estallar, una vez más, a Anfield y convirtió el tanto definitivo. Convirtió el 4 a 3.
“Si fuese ficción no emocionaría, aburriría por lo obvio del desenlace. Pero por ser real, conmueve. Se trata de convicciones, de intenciones y de búsquedas colectivas”. Estas fueron las palabras luego del partido del 2019 en un posteo de Facebook de César Andrés Carignano, futbolista retirado, aprendiz de periodista, escritor, padre y marido (por lo menos así se identifica en su biografía de dicha red social).
El cielo gris se fue. Se hizo dorado. Más bien, se hizo rojo. El Liverpool sabe más que ningún club, que nunca, pero nunca, se camina solo y que nunca, pero nunca, se da por vencido. Quedó demostrado tanto en la cancha, como en la remera de Mohamed Salah (la otra figura ausente). También quedó demostrado en el 2005 contra el Milán en la final de la Champions y hoy, en 2019, contra el Barcelona de Lionel Messi.
A partir de ahora, además de The Beatles, se recordarán otros 4 famosos de Liverpool.