martes, octubre 22, 2024

La sangre de Ángel Labruna era roja y blanca

Por Tomás Cilley

El día que estés obsesionado con ganarle a Boca, recién ahí vas a poder lucir con orgullo la camiseta de River” –  Ángel Amadeo Labruna

Ángel Amadeo Labruna es River y River es Labruna. Es el máximo goleador de la historia del club con 317 goles en 541 partidos, nadie hizo más goles que él en superclásicos, con 16. Lideró a La Máquina en la década del 40, fue uno de los primeros anti-Boca y jugó el Mundial de 1958 en Suecia. En su etapa como director técnico, logró sacar campeón al Millonario después de una sequía de 18 años.

Nació el 28 de septiembre de 1918 en Buenos Aires. Esa misma fecha, en 2003, se decretó como el Día del Hincha de River en su honor. Su padre era relojero y quería que su hijo siguiera su legado, pero tenía otras pasiones. El básquet y el fútbol permitieron que el Feo ya pudiera tener puesta la banda roja que atravesó su corazón desde chiquito. El talento para ambos deportes lo portaba, pero no podía elegir los dos. 

En 1937, Angelito jugaba amistosos con la primera, y dos años después, debutó de manera oficial. Su sueldo era de 25 pesos por encuentro disputado. Eran otros tiempos. No le costó nada la adaptación. En su primer campeonato, hizo siete tantos, entre ellos uno a Boca. También impregnaba en su juego la filosofía del club.

Durante la década del 40 en River se formó un equipo ofensivo y ganador. Fue apodado “La Máquina”. Tuvo grandes jugadores que funcionaron muy bien a lo largo de los años, como Juan Carlos Muñoz, José Manuel “Charro” Moreno, Adolfo Pedernera y Amadeo Carrizo. Se entendían todos de memoria. Era un juego intenso que provocaba miedo en los rivales, todas sus piezas eran importantes. En 1947, volvió al club Alfredo Di Stéfano. La Saeta Rubia trazaba diagonales con su rapidez y Labruna definía con calidad. Esa dupla fue de las mejores de la historia del deporte.

Desde 1941 hasta 1947, el Millonario conquistó 10 títulos: cuatro de Primera División, tres Copas Aldao, dos Copas Ibarguren y una Copa Escobar. La impronta de este equipo fue mundial. Tanto el Real Madrid que ganó las primeras 5 Champions de la historia como el Barcelona de Guardiola se influenciaron en uno de los mejores equipos del siglo XX. 

La caída

En 1958, Labruna disputó el Mundial de Suecia, aunque ya parecía un ex jugador. Argentina tuvo un papel más que lamentable y sufrió su peor derrota en la Copa del Mundo, tras perder por 6-1 contra Checoslovaquia. El Viejo estaba semi-retirado, por lo que al año siguiente se vio obligado a irse del club de sus amores. Le dolió mucho. Tanto que él mismo llegó a confesar que se había querido pegar un tiro.

Antes de retirarse, disputó un puñado de partidos en Rangers de Chile, Rampla de Uruguay y Platense. Su próximo objetivo, ya no como jugador, era volver a convertirse en leyenda, pero como director técnico. Por supuesto que seguía y acompañaba la campaña de River, y cada vez que podía, preguntaba cuánto había salido. 

En 1969 sufrió la peor desgracia de su vida. Su hijo, Ángel Daniel, falleció a causa de leucemia con apenas 18 años. Un duelo que tuvo que soportar tanto él, su esposa Ana y su otro hijo Omar. 

 

El famoso Ángel que volvió a Núñez para ser campeón

Labruna fue toda su vida elegante, desde su bigote clásico y su juego. En el Metropolitano de 1975, el club llevaba 18 años sin campeonar, lo que significaba la peor racha de su historia. Pero apareció el Ángel, en su tercera etapa como entrenador. Llevaba una corbata roja y blanca, que ya forma parte de la historia de River. Hay pocas personas que son dignas de portar y llevar con orgullo. No se trata de una simple cábala. Cuando Juan José López la tiró por la ventana de un colectivo, el director técnico obligó a retroceder el bondi y ordenó a todo el plantel que la busque. Finalmente, la encontraron. También, Labruna dirigió a Talleres, rival de River de hoy a las 18:15, y sacó campeón a Rosario Central. 

“¿Cómo voy a odiar a Boca si siempre me dio de comer?”. Labruna la pasaba bien cada vez que pisaba la Bombonera. Logró salir campeón en 1942, fue aplaudido por la hinchada rival y cuando entraba vestido de traje se tapaba la nariz. Diversos historiadores afirman que él inventó el folclore del superclásico.  

No pudo ver a River levantar la Copa Libertadores, una cuenta que le quedó pendiente. Desde el  19 de septiembre de 1983 alienta en la Cuarta Bandeja del Monumental. Es el responsable de que hoy River sea como lo conocemos. Es emblema. Marcelo Gallardo, actual técnico del Millonario y el más ganador de la historia de la institución, lo homenajea en ocasiones puntuales al ponerse la corbata. “A Angelito no se le puede igualar. Es imposible, fue el mejor de todos y sigue siendo, y va a ser”, sostiene Ramón Díaz, quien también se ganó ser parte de la historia grande del club de Núñez.

Más notas