Por Pilar Blanco
En el fútbol argentino, la modernidad se entrelaza con la tradición. Las canchas se renuevan y parecen “europeas”. Los técnicos, obligados a adaptarse, se suman a las nuevas tecnologías para no quedarse atrás. Las reglas y las tácticas cambian. Mientras, todo aquello se transforma, la esencia se mantiene; los jugadores e hinchas, luchan por ella. Se avanza, sin borrar el pasado.
El sábado 14 de septiembre, Boca y Racing se enfrentaron por la décima cuarta jornada de la Liga Profesional. Con un clima veraniego, los papeles celeste y blancos volaban por el Estadio Presidente Perón. El cántico de los fanáticos aturdía, y como si fueran gritos de guerra, marcaban el pulso de los primeros minutos del encuentro. En esa tarde, la nueva regla del fútbol, la “Zona exclusiva de capitanes” debutó en un clásico. Se calzó los botines e ingresó al verde césped de Avellaneda. De la mano de Hernán Mastrángelo, el juez principal, la norma dio su primer toque.
¿Pero, de qué se trataba? En términos generales, la nueva norma establece que solo los capitanes tendrán el permiso para hablar con los árbitros. La misma, ya se había aplicado en la Eurocopa de este año y tras los resultados positivos la IFAB-Asociación Internacional de Fútbol- decidió instalarlo en distintas competencias. ¿Funcionaria en el país del fervor? A las 17:30, Mastrángelo dio el pitazo inicial. Sergio “Chiquito” Romero era el designado para el Xeneize, pero al ser arquero, la regla permite que un jugador de campo asuma el rol; en este caso, Guillermo “Pol” Fernandez. Para la Academia, fue Santiago Sosa. Dos minutos y 19 segundos más tarde, se cometió la primera falta. A las 17:32 el tiempo se paralizó. Un error en la salida del defensor Cristian Lema influyó en el intento de Salas por recuperar la pelota y otorgó un tiro libre para Racing.
Por costumbre, los reclamos a Mastrángelo llegaron al instante, se desató un tumulto de futbolistas y, como mínimo, se atrasó el partido por un par de minutos. En este vibrante contexto de un clásico lleno de pasión y rivalidad, esta reacción sería casi automática. Sin embargo, lo común se desmarcó de lo habitual, como si la nueva regla hubiera impuesto un silencio inesperado en la locura del encuentro. A los jugadores de Boca les había parecido que había sido cometida por el jugador de Racing tras un empujón previo. Sus rostros tensos, cargados de ganas de reclamar, y sus palabras reprimidas detrás de bocas cerradas no pudieron salir.“Una avivada de Salas, pillo total”, fue una de las frases que cayó por la tribuna.
Poco se podía escuchar de oraciones completas y menos aún de conversaciones enteras. El cruce de estos dos equipos grandes hace que las gradas se llenen de un ruido aturdidor sin lugar a charla u opinión. El caluroso clima que parecía aumentar con cada segundo que pasaba, hacía que la cara roja de “Pol” Fernández se confundiera con el calor intenso del día. Mientras la transpiración caía por su frente y su respiración se volvía más agitada, miraba desorientado a sus compañeros. Tras la rápida reanudación, no había nada que hacer. El volante antes del partido y refiriéndose a la nueva regla le había pedido al árbitro: “Tenenos paciencia (incluyendo a Salas), es la primera vez que lo hago”. Se vio con impotencia por la situación. La realidad en el Cilindro era mucho más impecable de lo que podrían haber esperado los jugadores.
A su vez, Mastrangelo sonreía, como si lo que normalmente le irritaba estuviera finalmente comenzando a desvanecerse. El desperdicio de tiempo, las críticas excesivas y los cúmulos pesados e innecesarios de protestas parecían llegar a su fin. Con una firmeza tranquila marcó la falta y su rostro reflejaba paz inesperada. Con los labios apretados, no necesitó dar más explicaciones que las que marcaba su brazo. Era como si la “Zona de capitanes”, lejos de ser una simple imposición, estuviera allanando el camino hacia un fútbol más ordenado y menos conflictivo.
Caso contrario fue la situación de Cristian Lema. Él había cometido la primera infracción del encuentro, una acción “digna” o típicamente de protesta por parte de los jugadores de Boca. Su altura imponente y su carácter inquebrantable lo hacían destacar, pero esa tarde, su presencia y autoridad parecían perder peso, ya nada podía hacer. La perfecta implementación de la norma, especialmente en los primeros minutos del partido, no regalaba excepciones. Lema, con su cara demostrando frustración y resignación miró a su capitán, buscó quizás algún tipo de apoyo, pero se encontró con otra realidad. Rápidamente tuvo que acomodarse y como un niño castigado sin voto ni voz en una situación, aceptó las reglas del juego y continuó.
Santiago Sosa, respiró, la regla sutilmente iría de su lado. Tras la infracción cometida contra él, se acomodó con alivio y determinación. La hinchada, como si sintiera la misma energía renovada, comenzó a animarse nuevamente y en el Presidente Perón, se cantó: “De pendejo te sigo, junto a Racing siempre a todos lados…”,-una de las memoriosas letras que acompañan a los jugadores-. Agustín Almendra con un brillo decidido en los ojos, se preparaba para aprovechar la oportunidad que le regalaba el tiro libre. Antes de que el reloj marcara las 17:33, se dirigió con firmeza hacía la pelota, consciente de que podría marcar el 1-0. El estadio estaba cargado de expectativa y emoción. Si bien durante el resto del partido lo que parecía favorecer a uno, luego lo haría para el otro y así repetitivamente hasta el final del encuentro. Ese minuto, esa jugada y esa infracción no serían una simple ocasión. Representaría el inicio de una nueva era de “sanción”, la entrada de una regla que, aunque pareciera simple, podría tener un gran impacto.
Mientras algunos aplauden la modernización, otros, manifiestan su rechazo y desaprobación hacía esta inclusión en el reglamento. Sin embargo, al menos este sábado, la nueva regla quedó grabada en la memoria de cada futbolista y en cada queja de los hinchas de Boca y Racing. Este momento, cargado de significado y cambio, se convertiría en una de las tantas demostraciones del fútbol en evolución.