Por Lucas Sotelo
Enero de 1984 sería un punto de inflexión total en la vida personal y profesional de Roberto Daniel Fornés. El Flaco, formado como volante central en las categorías inferiores de Atlanta desde los 7 hasta los 16 años, llegó a Boca de la mano de Alberto Mario González, gloria boquense en los años 60 y entrenador de Roberto en su etapa juvenil en El Bohemio. Gonzalito le consiguió una prueba y Ernesto Grillo, que ya había dejado atrás su pasado como figura internacional en las canchas, fue el encargado de abrirle las puertas del predio de La Candela de par en par.
El debut en el Torneo Esperanza 84, creado con el fin de jerarquizar a las promesas del mañana de los equipos del fútbol argentino, sería su carta de presentación para el mundo azul y oro. Una noche de martes como cualquier otra, sin saberlo, Fornés jugaba contra Argentinos Juniors en la cancha de Vélez y cambiaría su realidad para siempre. Con relación a ese momento -y con risas de por medio-, declaró: “Parece que jugué bastante bien porque el miércoles, cuando fui a La Candela, tuve que entrenar con el plantel de Primera. El utilero de inferiores no me daba la ropa y me dijo que la fuera a pedir al vestuario de al lado (el de Primera). No le creía, entonces hablé con (Ernesto) Grillo y me dijo que me había visto el técnico, que había hablado con él y que quería que yo empezara a entrenar con ellos”.
Su primera charla con el brasileño Dino Sani, en ese momento DT del cuadro de la Ribera, fue compleja. Miembros distinguidos del plantel profesional como Ricardo Gareca, Julio César Balerio u Oscar Ruggeri ejercieron como traductores del campeón del mundo con la Canarinha en Suecia 1958, que le prometió al recién promovido Flaco que se consolidaría como titular luego de jugar dos partidos con la Reserva y dos segundos medios tiempos con el plantel mayor. “Fue tal cual así”, confirmó Roberto, que sería parte de la camada de chicos que, en el marco de una huelga de todo el plantel profesional y una crisis económica que casi provocó la quiebra del club, le puso el pecho a las balas.
Uno de los episodios históricos que protagonizaría junto al resto de sus jóvenes compañeros sería el del “fibronazo”. Un 8 de julio de 1984, El Flaco salía a jugar a una Bombonera solamente habilitada en su anillo inferior como parte de un equipo formado exclusivamente por juveniles de la Cuarta y Quinta división. Tanto el rival -Atlanta, por aquel entonces en una racha ganadora con una camiseta azul con puños amarillos- como el resultado -derrota por 2 a 1- quedarían en simples anécdotas en relación al hecho más particular que sucedería en aquella tarde en Brandsen 805: las camisetas de los jugadores xeneizes, blancas como las cuentas de la institución, tenían los números escritos en el reverso con un fibrón. “Se tuvo que ir a buscar a La Candela -de Boca a San Justo, sin autopista- una camiseta blanca de Adidas. Se postergó el partido media hora para que nos den tiempo para hacer ese movimiento y cuando llegaron las camisetas estaban sin número. Con el mismo fibrón con el que se señalaba en unas cartulinas -no en un pizarrón magnético como ahora- qué jugadores tenías que marcar en la barrera y cómo nos parábamos, se escribieron las camisetas”, detalló Fornés, que sigue recordando ese hecho como uno de los más trascendentales de su vida.
Más allá de no ser reconocido como un “ídolo” de Boca Juniors, el Flaco Fornés continúa ligado al club que lo vio dar sus primeros pasos dentro del profesionalismo y que, incluso, le dio la posibilidad de convertirle un gol -su único en su trayectoria de 3 años en la Primera del Xeneize- a River en un amistoso en Mar del Plata en el 86’. Es así como hoy en día analiza e informa sobre la actualidad del equipo masculino de fútbol en un programa de YouTube llamado “Modo Boca OK”. No es socio pero, como exjugador que es, cuenta con medicina gratis. En referencia a ese reconocimiento, valoró: “Tampoco es para pedir algo. Un reconocimiento te lo dan, no se pide. Fue vergonzoso para muchas de las comisiones directivas de Boca hablar de este momento. Otros tienen que hablar de un descenso (risas). Yo cuando me junto con los chicos y hablamos estamos bien, sin problemas. Hicimos lo que hicimos porque lo teníamos que hacer. Claro que íbamos a aceptar el desafío, más bien”.