Por Brenda Duarte y Marcos Revello
Para cumplir el sueño de llegar a Primera División, más de mil chicos entre 13 y 19 años optan por mudarse a las pensiones de clubes del fútbol argentino. Esto implica que deben dejar a sus familias y lo que rodea en su día a día para cambiar rotundamente su forma de vivir. Ahora bien, ¿Cumplen con los cuidados necesarios?
En Argentina no cuentan con una normativa que regule el funcionamiento de las mismas, incluso luego de que en 2018 se realicen denuncias por abuso sexual a juveniles que vivían en la pensión de Independiente. En 2020 se propuso crear un Reglamento General de Pensiones – con varios huecos a llenar – que garantice los derechos de los niños y adolescentes, pero hasta el momento no se avanzó nada.
“Es una situación que me preocupa como presidente de AFA pero antes de eso me preocupa como hombre y padre de familia. Es sumamente triste y lamentable que chicos que llegan a las pensiones desde el interior con toda la ilusión tengan que vivir estas cosas. Esto se soluciona con presencia y contención a los chicos’’, declaró Claudio Tapia.
El 92% de los jugadores del país que viven en pensión son de inferiores y el 8% restante son de infantiles. Estas buscan cumplir el rol de un hogar y ser un aporte para la formación futbolística y académica de sus juveniles. Cada una cuenta con una estructura y un sistema propio. Según el último informe de la Superliga argentina, nueve pensiones están ubicadas en los predios de los clubes, nueve en las canchas y seis son externas. “Vivir en la pensión de Racing es algo muy hermoso, podemos contar con toda la gente que trabaja en el club porque sabemos que ellos van a estar siempre para nosotros. Al principio se me hacía difícil estar sin mi familia, pero con el pasar de las semanas te vas adaptando rápido”, comentó Mateo Martínez, juvenil de La Academia y la Selección Argentina Sub 15.
El camino a recorrer es largo y lleno de obstáculos, los juveniles deben organizar su tiempo para asistir a los entrenamientos y a las clases del colegio y es entendible que esto sea una rutina complicada, ya que de los 24 clubes que formaban parte de la SuperLiga, apenas 11 de ellos les brindan a sus jugadores un medio de transporte para que puedan trasladarse hasta los colegios. El resto debe moverse por cuenta propia y esto para el entrenador no funciona como excusa si llegan tarde o se pierden una práctica. Además, en caso de tener alguna dificultad con las tareas escolares, solo 13 clubes cuentan con personal de apoyo escolar. Muchos de ellos deben arreglarse por su cuenta y terminan fallando en su cometido, lo que los lleva a abandonar la escolaridad.
Laura Lamas, profesora del colegio de Racing, habló sobre la problemática que enfrentan en cuanto a los niveles educativos: “Tenes que tener en cuenta que el grupo de los chicos de pensión es muy heterogéneo porque vas a tener chicos que vienen desde provincias muy humildes y desde familias muy humildes donde muchas veces no han podido tener la escolaridad completa, y tenes chicos que quizás te vienen de una provincia donde sus padres son profesionales y han tenido hasta doble idioma, entonces es muy heterogéneo”. En muchos casos predomina el objetivo de salvar a su familia por sobre tener una buena educación. El seguimiento escolar se realiza en 19 pensiones, hay otras cinco que no lo hacen. Algunas alegaban que al ser mayores de edad no se los podía obligar a ir al colegio.
Sumado a esto, 20 de los 24 equipos tienen a disposición un tutor o encargado de la pensión que los acompaña y ayuda durante las 24 horas del día. En las cuatro restantes solamente cuentan con un personal de seguridad privada que se encarga de cuidar el predio y no tienen contacto con los jugadores. Hay 15 pensiones que cuentan con uno o más psicólogos y seis con trabajadores sociales que asisten en tiempo parcial. “Al menos por el lado de la pensión, por el lado de Cecilia Contarino que es la encargada y psicóloga, hay mucha contención en lo personal y en lo académico”, explicó Laura Lamas.
Con respecto a la salud, solamente 19 cuentan con algún tipo de cobertura médica. Nueve son de medicina prepaga por parte de los clubes, diez realizaron convenios con Centros de salud o Centros de diagnóstico por imágenes, mientras que las cinco restantes no cuentan con ningún tipo de cobertura. En cuanto a la historia clínica, todos expresan que la tienen en el departamento médico del club, pero al mismo no se tiene llegada de manera inmediata. Solamente tienen a disposición a los médicos y kinesiólogos que se encargan de las lesiones del oficio, es decir que no pueden realizar diagnósticos ni análisis sobre el resto de las posibles dificultades.
En 16 pensiones expresan tener registros y la documentación firmada por los padres autorizando la estadía de los jugadores, en ocho no. En estas ocasiones los clubes acuerdan de palabra con los tutores de los futbolistas, pero es necesaria la documentación. Además, en varios casos los padres no conocen las instalaciones en donde viven sus hijos, mientras que en otras los pensionados deben realizar su ingreso acompañados por un adulto responsable.
En líneas generales, muchos jóvenes están solos y descuidados, existen problemas de escolaridad y falta de cobertura médica, todas derechos que parecen ser básicos. La inoperancia por parte de la máxima autoridad, la AFA, queda totalmente expuesta al no tomar medidas ante esta situación y el “protocolo de procedimiento” en caso de abuso. La pensión de un club promete ser la casa del futbolista durante toda su formación y eso debe ser. Hay que trabajar para finalmente poder crear un Departamento Interdisciplinario que acompañe a las pensiones en los procesos formativos de los juveniles que habitan ahí. Y de esta forma darles algo más que un lugar donde vivir, ya que solo el 7% del total logra llegar a cumplir su sueño. El objetivo debería ser darles una buena crianza para la vida más allá del fútbol.
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