Por Luca Quagliatini
Alguna vez José Néstor Pekerman dijo: “Julián Infantino, el mejor juvenil que dirigí”. Se le recuerdan gambetas y pases en la inferiores de Argentinos Juniors. Nacido en Villa Ballester, debutó en 1982 teniendo apenas 16 años con el equipo de La Paternal, compartió equipo con campeones del mundo y recorrió las cuatro categorías del profesionalismo. Fue campeón interamericano, además de estar en el plantel ganador de la Copa Libertadores en 1985. Terminada su carrera se formó como profesor y en la actualidad enseña Informática en el secundario del Centro Cultural Italiano Alessandro Manzoni.
Seis años después del debut de Diego Maradona, parecía que del semillero del mundo iba surgir un jugador con las mismas características: un volante ofensivo, rápido, bajito y ágil. Eso ya fue suficiente para que las molestas, aunque satisfactorias, comparaciones no le faltaran. Sin embargo, pocas oportunidades en el mejor Argentinos Juniors de la historia y, sobre todo las lesiones, le obstaculizaron una mejor evolución. Aún así, en el semillero del mundo demostró cualidades que lo transformaron en una de las mayores promesas de ese equipo. Alejandro Becchini, ex colega de Infantino en el colegio, comentó: “Si no hubiese sido por su rodilla habría sido mejor que Maradona”.
“Nada nunca lo dejó insatisfecho durante su carrera”, comentó Becchini. Salió campeón en Argentinos Juniors, se fue a préstamo a Argentinos de Firmat e Instituto de Córdoba, disfrutó sus mejores años de fútbol en Tigre, pasó por Deportivo Morón y ascendió y gritó campeón de la Primera C con Villa Dálmine, donde se retiró en 1992. “Tuve la suerte que a pesar de las lesiones no me impidió hacer una carrera importante, no solo en Primera sino también en el ascenso”, declaró el profesor de 53 años y sentenció: “Siempre las cosas hay que aceptarlas como vienen y disfrutar lo que uno obtiene”.
Infantino vivió el retiro de manera diferente. Fanatizado con una de las computadoras que consiguió su hermano de IBM, se le cultivó una curiosidad por esas máquinas que lo terminó llevando a ser profesor de informática. Lo curioso es que para la época del auge de las computadoras en Argentina, allá por la década de los 90, los que se dedicaron a estudiar carreras relativas a la nueva tecnología lo hicieron sin las máquinas. Únicamente aprendieron conocimientos teóricos. Por lo tanto, Infantino debió esperar hasta que se popularizó el uso de las computadoras para poder acceder más fácil a una.
Con los estudios finalizados, se formó como profesor y así fue cómo concretó el cambio de las canchas por las aulas y los chicos. Los momentos que Infantino más destaca de las clases es el transmitir aprendizajes, que los alumnos lo absorban y por consecuencia que superen al maestro. Realmente se lo conoce como un profesor apasionado. Típico de un ex futbolista, el docente acota sus explicaciones con algún refrán relativo al deporte. Ex alumnos y colegas de Infantino concuerdan en que es su forma distendida de mantener atento al estudiante. En la sala de profesores no tiene problemas con nadie, al contrario, lo describen como una gran persona. Eso sí, entre docentes comparte discusiones con chicanas futboleras como dos típicos rivales. Sobre todo Becchini, fanático de Huracán, era quien solía enfrentarse al docente de Informática, hincha de San Lorenzo. Siempre se reprocharon qué equipo tenía más problemas o como según concluyó el quemero discutían cuál era el menos malo.
Infantino continúa siendo un apasionado del deporte. Ha participado en talleres de fútbol en el colegio, acompaña a su hijo a jugar en las inferiores de Comunicaciones y comentó que le gustaría entrenar a las categorías menores de algún club, como se ve quiere seguir rodeado de gente a quien enseñarle. Por sentido de pertenencia a La Paternal, el corazón le hace fuerza para ser entrenador de Argentinos, pero aún así no descarta ser entrenador en cualquier club que le permita dirigir categorías menores. Si bien existe la posibilidad de trabajar en ese sector, el docente comentó que le llegó una importante propuesta para ser mánager deportivo en categorías profesionales del fútbol colombiano. Sin embargo, esta última opción la descartó a causa de que el docente ve complicado el traslado de su vida a otro país.
“No digo que me alegro porque no haya seguido el típico camino de los futbolistas de ser entrenadores cuando se retiran, pero agradezco haberme cruzado a Julián en la secundaria”, reflexionó Federico Gonzaléz, egresado del Centro Cultural Italiano. Infantino también cree que el fútbol es un deporte de valores y tiene en claro cuál es el que debe prevalecer en el fútbol. “Lo más importante para mí es la solidaridad que significa jugar en equipo”. Aunque el docente asegura que hoy en día el propósito del deporte en equipo cambió porque los intereses individuales muchas veces prevalecen sobre los colectivos.
Aún siendo fánatico del fútbol por lo que es, lo que le mueve y lo que le representa, el exfutbolista ha cambiado de forma radical su vida en pos de haber encontrado lo que realmente le gusta. Dejó atrás años de celebraciones deportivas y las cambió por la satisfacción de formar parte en la formación de las futuras generaciones. “En Argentina, un país con tanto fútbol, llama la atención que alguien que haya jugado en primera prefiera ser docente. Es algo que enorgullece la docencia y estoy muy contento por él”, agregó Becchini.
“Si hay algo de lo que me arrepiento hoy es no haber arrancado antes”, afirmó fehacientemente Infantino e incluso se describió asimismo como un profesor de verdad. “Las mayores alegrías me las dieron los chicos, por más que el fútbol me haya dado millones”, aclaró Juli, que continúa entrando a las aulas con los mismos sentimientos que hace 20 años.