Maximiliano Das
Un piso por encima de una pequeña tienda de música en el barrio de Almagro está la sede de Piratas del Sur, la peña argentina de St. Pauli. La más grande de las dos que hay en Sudamérica (la otra, en Montevideo). Allí, las paredes, además de ladrillos y cemento, son el lienzo de distintos grafitis y un álbum de incontables stickers de clubes de fans del conjunto alemán.
Mientras Wally se conectaba para ver el partido frente a Holstein Kiel por internet un sábado a las 8 de la mañana, los estadounidenses Chuck y Ken tocaron el timbre: fueron a ver el juego. Un suceso habitual para Pablo: “Han venido un montón de yanquis y alemanes que se enteraron de nosotros por las redes sociales. Siempre se sorprenden de que acá, a 12 mil kilómetros de distancia, haya un grupo que siga al mismo equipo que -algunos de ellos- tienen a cinco cuadras de su casa”.
Resulta que St. Pauli no es un club destacado en lo que a éxito deportivo se refiere: su última temporada en la Bundesliga fue la 2010/11. Desde entonces, sufrió incluso para mantenerse en la segunda categoría del fútbol alemán. Nunca participó de una competición europea. Ni siquiera ocupó un lugar en la mitad más alta de la tabla en sus ocho temporadas en Primera.
El Kiezkicker era un club normal hasta que, promediando la década de 1980, dejó de serlo. Factores como la creciente corriente fascista en las facciones de equipos aledaños -sobre todo en Hamburgo (HSV, por sus siglas en alemán), el conjunto más grande de la ciudad que acoge el barrio portuario de St. Pauli- inspiradas en el hooliganismo inglés, y, principalmente, el movimiento okupa que había tomado los edificios abandonados de la calle Hafenstrasse, convirtieron al braunweiss, eventualmente, en un equipo antifascista, antirracista, antihomofobia y antisexista por estatuto. “Esa –señaló Pablo, pirata desde 2013- es la principal razón de por qué St. Pauli tomó la relevancia que no adquirieron otros equipos, como Rayo Vallecano (español), Livorno (italiano) o Celtic (escocés). Una porción muy importante de sus hinchadas son abiertamente antifascistas, pero eso no está escrito en ningún papel de las instituciones”.
Hace doce años, buscando camisetas similares a la de Platense, un grupo de simpatizantes del Calamar se enteraron de la existencia de St. Pauli. Luego de investigar sobre el club y entender que compartían los valores que defendía, nació Piratas del Sur. “En aquel momento, la información escaseaba y lo poco que se encontraba era, en su mayoría, en alemán. Al principio se trataba simplemente de publicar los resultados, pero con el tiempo nacieron nuevas amistades y se consolidó un grupo que se reúne y hace eventos”, contó Wally.
La peña produjo St. Pauli: Punk Rock Football, su primer documental, en agosto de 2018. “Notamos que hay mucha información acerca del club que es errónea o muy básica. Se dice que St. Pauli sale a la cancha mientras suena Hells Bells de AC/DC en los parlantes y sí, es verdad, pero es lo más vago que se puede saber. Además, sentimos que es nuestra responsabilidad como el club de fans oficial en Argentina generar contenido para que aquella información básica no sea la única”, explicaron. Agregaron, también, que va de la mano con el concepto Do it yourself, que implica no esperar a que alguien más haga algo que uno desea, sino que se esfuerce uno por lograrlo.
Según los miembros de la peña, lo más interesante que se generó en las presentaciones del documental fue la ronda de preguntas posterior a la proyección, en la que se ha llegado a plantear si es posible reproducir el fenómeno del equipo hamburgués en Argentina. Pablo sostuvo que sí, pero que aún no es el momento: “Ahora estamos trabajando en un evento que vamos a hacer en el Centro Cultural Matienzo cuya idea es contrarrestar el concepto del folklore del fútbol. Entendemos que esos son los pasos a seguir con un cambio que ya empezó hace tiempo y que se ve en las facciones antifascistas de muchos clubes de primera, cosa que contradice esa idea ambigua de que el fútbol y la política no se mezclan, cuando en realidad se relacionan cada segundo que gira una pelota. También se aprecia con la profesionalización de la liga femenina. Todo esto no sucede de casualidad. Hay algo detrás de ello”.
Ese algo, Ignacio afirmó que está vinculado con el acceso a la información y a distintas corrientes de pensamiento que años atrás no llegaban que generan aún más cuestionamiento que rompen las costumbres y permiten que la sociedad evolucione.
Por esa misma imagen vaga que Piratas del Sur intenta pisar con el documental, St. Pauli se creó una imagen de club zurdo, pero, para Mariano, hay que poner en discusión qué es izquierda y qué es derecha: “Sí es cierto que hay una clara tendencia zurda, pero los valores que pregona el equipo van más allá de lo partidario. Es, más bien, algo humano. ¿Acaso no puede alguien que se considere de centro o de derecha pensar que el fascismo, el racismo, el sexismo y la homofobia están mal?”
La fama de zurdo se asocia con la política del club de no sobrecomercializar el fútbol, cosa que se puede pensar contradictoria si se tiene en cuenta que el club practica profesionalmente un deporte, justamente, sobrecomercializado, sin embargo, Mariano explicó que no existe tal conflicto: “Entiendo que el fútbol tiene una estructura, si se quiere, capitalista, pero sucede que si uno no acepta esas reglas, no puede jugar, y creo que practicar el deporte sin el objetivo de ganar, sino de transmitir un mensaje, es compatible con lo que pensamos. Hay que tolerar las reglas del juego porque lo que estamos haciendo es más importante que el juego en sí”.
Asimismo, Ignacio explicó que en 2002 St. Pauli había llegado a un acuerdo con una revista erótica que no respondía al antisexismo que defiende el equipo. A partir de esto, los simpatizantes se quejaron y la comisión directiva debió dar marcha atrás. “Jugamos con sus reglas, pero con nuestro mensaje”, concluyó.
Hay una porción de la hinchada que manifiesta que el club sí sobreexplota su imagen, no obstante, Piratas del Sur aseguró que no. Que sí la explotan en la medida justa y por una necesidad básica que es que a los jugadores y empleados hay que pagarles.
Del mismo modo, existen simpatizantes que sostienen que hoy St. Pauli no es más que un mito arrastrado de la década de 1980, pero Wally respondió que eso tiene más que ver con la persona, que aquellos a quienes les gusta pertenecer a movimientos más pequeños, cuando el equipo se masificó, perdieron su singularidad, o que, quizá, no pudieron tolerar los cambios que sufrió el club.
Por su parte, Pablo afirmó que quien piensa eso no entendió el proceso de transformación: “La evolución desde ese momento en que las actividades tenían que ser extremas para lograr el cambio que se pretendía a lo que es el club ahora se corresponde perfectamente. Con la explosión de la globalización, internet y las redes sociales, el club mutó exactamente a lo que era en los ’80”. Pablo viajó recientemente a St. Pauli para ver el derbi frente a HSV en el Millerntor, estadio del Braunweiss: “La idea que uno se hace acá, cuando viaja allá, queda consolidada o, incluso, va más allá. No es ningún mito”, cerró.