jueves, noviembre 21, 2024

“Quedate tranquilo, que acá no termina el fútbol”

Por Valentino Gentile 

Es martes por la tarde. Sebastián Ybares, de 26 años, está sentado frente a la mesa de su living. Me pasa un mate mientras sostiene a Atilio, su hijo de seis meses, y al mismo tiempo me muestra en la televisión un video. Es un compacto, una recopilación de sus goles y mejores jugadas. 

Más allá de estar cebando mates, su mirada nunca se despega de la pantalla. En el video se lo ve vistiendo diferentes camisetas, en diferentes estadios. Atlas, Central Ballester, Defensores de Cambaceres, Sportivo Barracas. Este compilado de goles hace un tiempo servía como referencia y carta de presentación para el delantero. Hoy, es una ilustración para un estudiante de periodismo. 

El día está nublado, pero cada tanto se asoma un rayo de sol que ilumina la casa, y que ilumina el barrio de la localidad de Ingeniero Maschwitz, de clase media trabajadora, en el cual a las cuatro de la tarde se percibe una tranquilidad que lo hace a uno olvidar que la Autopista Panamericana, por donde transitan miles de autos por día, se encuentra a solo ocho cuadras de distancia. En las calles de ese barrio, un Sebastián de seis años daba sus primeros pasos con una pelota de la mano de su hermano mayor. Luego, comenzaría a concurrir al polideportivo de Ingeniero Maschwitz. 

Ybares empieza a hablarme de Alejandro, su padre: “Me acuerdo patente de un domingo que desayunamos en la cama. Yo tenía 9 años, y vimos un anuncio en el Olé de que probaban chicos de infantiles para River. Mi viejo me dijo si quería ir. Yo era fanatico de Boca en ese momento, pero le dije que no me importaba, que yo quería jugar al fútbol”. Su mirada lo deja en evidencia. Probablemente ese sea un recuerdo que lo acompañe toda su vida, y que poco tiene que ver con el anuncio de Olé.   

Quedó en River, donde tempranamente recibió el primer “No” de su carrera: “Mi papá fue muy tranquilo, y con las palabras exactas me dijo: ‘Quedate tranquilo, que acá no termina el fútbol’. Y fue así”. Su camino a partir de allí no dista demasiado del de muchos jugadores. Inferiores en Chacarita, Platense y Armenio, donde debutó a los 20 años. 

En todo ese trayecto, nunca se olvida de Damián, su hermano mayor, ni de cómo juntaba las monedas para llevarlo a entrenar en colectivo después del colegio. Lo perdió el año pasado, y cuando lo recuerda se le quiebra la voz y sus ojos se pierden. Pese a responder extensamente todas las preguntas, cuando habla de su hermano es breve. Se refugia en un beso a su hijo. Nació el año pasado, y en ese entonces también significó un refugio.

Se interrumpe la entrevista. Hoy Ybares está solo en la casa con Atilio. Silvina, su mujer, está trabajando, y las necesidades de un recién nacido hacen que las preguntas queden en un segundo plano. Sin embargo, el compilado de goles sigue de fondo en el living. Entre risas, el ex jugador declara: “Mirame, antes estaba ahí, pegando codazos, y ahora cambio pañales”, y en una frase graficó a la perfección el cambio que dio su vida a finales del año pasado. 

Sebastián Ybares dejó el fútbol profesional en octubre de 2022, a los 26 años. Escribir sobre las dificultades cotidianas de un jugador de Ascenso no sería nada innovador. Desde que empezó a jugar, siempre tuvo trabajos paralelos, y tan solo un año de su carrera le permitió vivir íntegramente del fútbol. Con la cuarentena, esto empeoró. Se entrenaba solo en su casa, sin garantías de que Atlas, club en el que jugaba en ese entonces, le pagaría el sueldo.

Como si fuera poco, a principios de ese mismo año sufrió una miocarditis y una pericarditis. Se trata de una inflamación del corazón que le requirió un reposo deportivo absoluto, y que lo dejó sin jugar ni entrenarse por un mes. Tiempo después, supo que la causa fue el exceso de estrés.  

Él, sin embargo, no cuenta nada de esto con pesar ni angustia. Por el contrario, se llena de orgullo: “Los jugadores de Ascenso juegan realmente por pasión”.  

Pero, ¿hasta cuándo puede resistir la pasión? Cuando le consulté si había vivido situaciones violentas en su carrera, su respuesta fue rotunda: “Ves de todo, en el Ascenso ves de todo”. Y ese “de todo” puede resumirse en el día que, en un entrenamiento de Alem, un integrante de la barra brava ingresó al club sin ningún tipo de restricción e intentó apuñalarlo tres veces por el mal rendimiento del equipo. 

La decisión del retiro a tan temprana edad no fue fácil ni egoísta: “Hoy en día tengo una familia, y mi familia no come pelota”. De un día para otro, Ybares dejó de ir a entrenarse todos los días a un club, y cambió su rutina por un trabajo fijo de lunes a viernes. 

En la televisión ahora juegan Lamadrid contra Alem, en una cancha cuyo pésimo estado resalta más que cualquier otra cosa. El partido corresponde a una fecha del Apertura de la Primera C. Ybares nombra a ex compañeros que aún están en actividad, y deja ver cierta nostalgia por volver a ocupar ese lugar. Más allá de las dificultades económicas, de la violencia, de los atrasos en los pagos, de la falta de descanso, la pasión sigue ahí. 

Hoy disfruta de su familia. Ya no tiene que pelearse con dirigentes ni lidiar con barras, y sabe que a fin de mes su sueldo está asegurado. Sin embargo, Ybares sigue siendo futbolista. Ya lo era antes de debutar, cuando él y su familia resignaban todo para ir a entrenar. Lo fue cuando jugaba sin saber si cobraría a fin de mes, y lo es ahora, cuando juega los fines de semana con sus amigos, o cuando se sienta a ver fútbol con su hijo en brazos. Sería injusto decir que ya no es futbolista por un simple retiro.  

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