Joaquín Arias
Durante sus 69 años de vida, Julio Cortázar pisó más veces el Luna Park con motivo de algún combate de boxeo, que cualquier estadio de fútbol. En abril de 1973 publicó en la revista El Gráfico una crónica sobre una pelea protagonizada por Miguel Ángel Castellini y Doc Holliday. Escribió “Torito” para rendir homenaje a Justo Suárez, púgil oriundo de Mataderos. Estaba, y sigue estando, claro, el vínculo más intenso del autor de Rayuela con el deporte, lo marcó su pasión por el ring y los puños.
Sin embargo, hay una causa que hubiese justificado que Cortázar, a los 103 años, se recostara en el sillón de su casa de Banfield o de París para observar una pelota número 5 desplazándose en Kazán: Argentina, el país en el que se crío y creció, enfrentando a Francia, la nación que lo acogió cuando decidió escapar de la última y salvaje dictadura y que le otorgó la nacionalidad. Un encuentro que, en Mundiales, no ocurría desde 1978, cuando él y su pluma todavía latían.
Tomemos esta conexión tripartita y visualicemos cómo “Final del juego”, un libro de cuentos publicado en 1956 por el franco argentino, puede explicar las génesis y las aspiraciones futbolísticas de la selección albiceleste y la gala. No se culpe a nadie, uno de los 18 relatos, tiene como protagonista a una persona que es víctima del ritmo vertiginoso y la intensidad con la que se vive, a tal punto que fallece en el intento de ponerse un pulóver. En el ideal de Jorge Sampaoli y Didier Deschamps, sus equipos imponen ese ritmo enérgico e incesante con el objetivo de someter al rival.
En Las Ménades, otra de las historias, una mujer de rojo devora al Maestro de un concierto entre la euforia del resto de la audiencia. El potencial ofensivo de ambos conjuntos –Messi, Higuaín, Griezmann y Mbappé como exponentes destacados- permite creer que, en caso de estar iluminados y tener ese hambre voraz, el canibalismo en el ataque puede reinar. Asimismo, se puede asociar a la Selección Nacional con La Puerta Condenada: Petrone, el personaje principal que no puede dilucidar si escucha el llanto de un bebé despierto o si lo hace en sus sueños, vive entre el mundo real y el imaginario. El mundo real de Argentina en el que “las cosas se dicen de frente”, citando a Jorge Sampaoli, se ve atravesado por un mundo virtual que “te hace una persona descartable cuando perdés un partido”.
Por último, en el cuento Los venenos se produce un encuentro entre otros universos: el de la capital y el de los suburbios. En el elenco europeo, en tanto, se complementan las raíces francesas con las del África árabe y el África negra. “Black, blanc, beur”.
Argentina entera cruzará los dedos para que el sábado, cerca de las 13, el único hilo con Francia y Cortázar sea elfinal del juego para los de camiseta azul.