Por Tomás Schenkman
La cúspide del iceberg deja de sorprender cuando nadás a lo profundo del océano y te sumergís en su inmensa estructura. Este concepto es trasladable a cualquier ámbito, pero donde mejor se adapta es en los resultados deportivos.
En los últimos días, Macarena Ceballos volvió a dar que hablar en el Campeonato Argentino de Natación: rompió el récord nacional de 50m pecho con la marca de 30.63 —mejorando sus propios 30.76, establecidos en 2018— y obtuvo marca A para el Mundial de Singapur, a disputarse entre el 11 de julio y el 3 de agosto de este año.
Para dimensionar mejor este presente hay que remontarse unos meses atrás, cuando volvió de París 2024 con una semifinal de 100m pecho en sus primeros Juegos Olímpicos. Porque haberse convertido en la primera nadadora argentina en clasificar a esa instancia desde Georgina Bardach en Atenas 2004 no fue suficiente para ella. En su mente aún resonaba ese octavo puesto conseguido tras su marca de 1:07.31, que no le permitió acceder a la final. “Me llevó mucho tiempo poder hablar de los Juegos sin llorar, porque para mí el resultado había sido malo en cuanto a tiempos y en cuanto a cómo nadé”, dijo sobre sus sensaciones post competencia.
“Estaba abombada por la presión porque es muy exigente con ella misma, recién cuando llegó acá dimensionó que había llegado a una semifinal”, destacó Valentín Costantino, su pareja desde 2021, y quien la hospedó en su regreso a Buenos Aires. Luego de una semana instalada allí, viajó hacia Río Cuarto, Córdoba —donde nació— para visitar a su familia. “Extrañó mucho el ambiente de acá, pero todavía no estaba preparada para hablar con sus amigos”, contó Florencia, su hermana más grande, que agregó: “Se tomó el tiempo de ir a visitar la pileta donde ella nadaba de pequeña, estuvo con los chicos y se sacó fotos”. Durante esos días todo el mundo la llamaba y le quería hacer entrevistas. Ella dio las que pudo, mientras alternaba momentos de descanso y de entrenamiento para no perder la forma física de cara a los próximos torneos.
Macarena Ceballos en la previa a disputar sus primeros Juegos Olímpicos en París 2024.
Con ese compromiso inimitable, Macarena se levantaba a la madrugada cuando era adolescente y su padre Claudio la llevaba al “Centro 11″, club municipal de la ciudad, para entrenar antes de ir al colegio. Por entonces, ya formaba parte de la Selección Juvenil porque había hecho podios a nivel nacional representando a su club. Sin embargo, ella no fue la primera de su familia con cercanía a la natación: su hermana mayor, Florencia, ya había disputado su primer Nacional a los 13 años, pero cuando terminó el secundario dejó de nadar. Ambas habían comenzado en la colonia de verano del colegio San José de Calasanz, solamente con fines recreativos. Aunque Macarena se inclinaba más por la gimnasia artística, fue copiando los pasos de su hermana y terminó encariñándose con la natación. Con el tiempo, se fue tomando más en serio el deporte y empezó a relegar actividades: primero inglés y después gimnasia.
Cuando sus objetivos se estaban estabilizando, un hecho trágico acechó a la familia: su madre Liliana falleció tras un incendio provocado por una explosión en el laboratorio de la Universidad de Río Cuarto, donde ella trabajaba. Su padre también estaba allí y se salvó de milagro luego de haber saltado por una ventana.
Ante esa dura pérdida, “Florencia se alejó de la pileta y Macarena se acercó porque le costaba hablar sobre el tema, entonces le dije que se descargue en el agua. Ahí aparecieron los primeros torneos donde salió campeona”, remarcó su padre Claudio. “Yo soy fiel creyente de que las cosas pasan por algo, y quizás si hubieran sucedido de otra manera, hoy no estaría nadando”, reflexionó Maca.
Año tras año los resultados se le seguían dando y la llamaban siempre de la Selección. Cuando terminó la secundaria, se dedicó 100% al deporte y ese fue el momento en el que su padre más la apoyó: “Me tomé cinco años sabáticos donde sólo nadaba. No había otra cosa que me llenara más que la natación”, sentenció “Maki”, como la apodan sus seres queridos. En el medio de ese lapso, surgió la oportunidad de irse a vivir a Buenos Aires donde se encuentra el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CeNARD) y se entrenan la mayoría de deportistas argentinos que pertenece a la Secretaría de Deportes de la Nación.
Ya instalada en la gran ciudad, estuvo todo el 2015 entrenando con Juan Martín Pereira, representando a su club de Río Cuarto, pero los resultados deportivos no la acompañaron: en el ámbito panamericano, debutó en los Juegos de Toronto 2015, donde finalizó en el noveno lugar en 100 y 200 metros braza y en el 4º puesto en el relevo 4×100. Ese desempeño la llevó a tomar la decisión de, a comienzos de 2016, buscar otro equipo, y ahí es cuando arrancó en la Sociedad Alemana de Gimnasia de Villa Ballester (SAGVB), club que tenía como uno de los entrenadores a Gustavo Roldán, que a su vez era Jefe Técnico de la Selección Argentina desde 2013. “Sabía que cuando llegué a Ballester había tomado la decisión correcta por los nadadores que habían pasado por ahí, porque conocía a Gustavo de un Sudamericano Juvenil, y porque más allá de lo deportivo iba a estar anímicamente bien”, añadió la riocuartense.
Macarena Ceballos junto a su entrenador Gustavo Roldán en el Mundial de Fukuoka 2023.
El primer gran golpe de su carrera se lo dieron meses antes de los Juegos Olímpicos de Río 2016. En una prueba de clasificación, Ceballos quedó a 15 centésimas de la mejor marca B y finalizó tercera. La única manera que tenía de clasificar era si la Federación Internacional de Natación (FINA) le otorgaba una Plaza de Universalidad, pero sólo llamaron a los primeros y a los segundos. “En ese momento todos nos decían que la iban a convocar, y al final nunca llegó la notificación. Fue difícil de superar”, detalló su padre.
Sin embargo, lo peor llegaría tres años después, previo a los Juegos Panamericanos de Lima 2019. Por mucho estrés y sobrecarga, se rompió la cápsula del labrum, anillo que rodea la cabeza del hombro. La única solución era la operación, porque además era una molestia que la acompañaba desde hacía años, pero nunca había tenido el tiempo para parar y recuperarse. Y, en momentos en los que un torneo grande se acercaba, estaba mal visto bajarse de la Selección, además de sufrir amenazas sobre el recorte de la beca que le proporcionaba el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD), organismo que financia el deporte en Argentina. “A Lima terminé yendo en un 10% desde lo físico, nadé con el hombro infiltrado y con mononucleosis, que me había agarrado días antes”, dijo la nadadora. En el certamen de la capital peruana, terminó novena en los 100m pecho y undécima en los 200m. Los portales decían que había tenido rendimientos bajos en comparación a los de sus compañeras, hecho que la frustró más.
Ni bien volvió, comenzó a trabajar con una psicóloga de forma particular porque no se sentía bien. “Vino desmotivada, con pocas ganas de seguir nadando”, contó su novio. Además, el haberse infiltrado el hombro generó otras lesiones: primero un quiste y después corrió el riesgo de romperse el tendón supraespinoso. “El dolor no le permitía dormir bien, su calidad de vida había empeorado”, explicó su hermana.
Los rendimientos bajos se hacían constantes y, ante la competencia permanente, se notaban aún más. “Se me pasó millones de veces dejar de nadar en ese lapso que estuve inactiva. Cada día que iba a entrenar era un día menos para dejar de hacerlo, anímicamente la pasaba muy mal”, confesó Maca.
Llegó el 2020 y consigo la pandemia. Allí, se fue tres meses a Córdoba para estar con su familia. Recién en junio habilitaron los entrenamientos para los deportistas de alto rendimiento que estaban clasificados a Tokio 2020 o tenían chances de clasificar. Ese año de poco ritmo, aprovechó para meterle de lleno a la carrera de periodismo deportivo que había comenzado un tiempo atrás y, al tener la modalidad virtual, se enganchó porque la podía llevar a la par de sus entrenamientos. “Ahí comprendí que había vida después de la natación y que no se acaba el mundo”, expresó. Además, el hacer siete materias por cuatrimestre la distrajo de la lesión y la ayudó a adelantar para los años llenos de eventos que se le venían.
Llegado el 2021, sin chances de obtener un lugar en los Juegos Olímpicos de Tokio que se habían postergado para ese año, tomó la decisión de operarse en agosto. Otro punto que consideró para hacerlo fue que si le recortaban la beca, no tendría ningún ingreso para poder vivir, ya que en ese momento los logros escaseaban y los sponsors no se acercaban.
Días después de una operación exitosa, debía atravesar una ardua etapa de recuperación: se estimaba que tardaría siete meses en volver a la pileta, pero su cuerpo respondió bien y a los cuatro ya estaba nadando de nuevo. “El estar contenida dentro de un equipo tan grande y de un club con tanto trabajo tuvo mucho que ver con que se recupere rápido”, manifestó su entrenador.
Macarena había hecho un acuerdo con el ENARD para que no le quitaran la beca: le dieron seis meses después del alta para demostrar que su nivel era de medalla sudamericana. En febrero ya estaba compitiendo, y en junio fue al Mundial de Budapest, por lo que le mantuvieron la beca. En octubre se consagró en los Juegos Suramericanos de Asunción: de las 21 medallas que ganó Argentina, siete —una de oro— fueron de ella. “Volvió a hacer las marcas habituales. La confianza creció más que los miedos de no lograrlo”, recalcó su padre.
A la par de su vuelta al máximo nivel, tuvo la iniciativa, junto a Andrea Berrino, también nadadora de la Selección, de llevar a cabo una clínica de natación para dejarle a los más chicos herramientas desde su experiencia en las piletas. Tomó el nombre de “De Cabeza a la Pileta” y la idea era recorrer gran parte del país brindando charlas sobre los cuatro estilos: Andrea se especializa en espalda y crawl, y Macarena en pecho y mariposa. “Lo vimos como una oportunidad y nos fue enganchando mucho. A donde hemos ido nos han dejado una buena reseña, y eso nos motiva a seguir haciéndolo”, comentó Maca.
Con sus marcas estabilizadas, llegó el 2023 y había dos competencias clave: el Mundial y el Panamericano. Macarena tenía como objetivo clasificar a París y desde cero comenzó a prepararse para lograrlo: “En enero le dije a mi entrenador que ese año iba a clasificar a los JJ.OO, no sabía cómo pero yo tenía claro que lo iba a hacer”. Fukuoka, Japón, albergó el Mundial de aquel año, y a “Maki” le quedó chiquito: accedió a semifinales en 100m pecho y obtuvo la tan ansiada clasificación a sus primeros Juegos Olímpicos con 1.06.69, marca que le alcanzó para batir el récord sudamericano de su compatriota Julia Sebastián por 29 centésimas. Pero la competencia no cesaba.
La ciudad de Santiago, Chile, recibió los Panamericanos en octubre y Ceballos se ponía otra vez a prueba. Finalmente, su sueño se haría realidad: medalla de bronce en los 100m pecho, la primera de su carrera en ese tipo de torneo. “La palabra ‘panamericano’ pesaba más que la palabra ‘Mundial’ por lo sucedido en Lima. La presión que sentía era de ella misma, debía superar ese bloqueo para poder disfrutar de haber clasificado a París”, dijo su novio.
Macarena Ceballos tras obtener la medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de Santiago 2023.
No obstante, no se había conformado con su desempeño. Brisa Kaniuka, una de sus mejores amigas y compañera de equipo en SAGVB, contó cómo la vio post torneo: “Vino enojada porque le fue mal en la final y, según ella, podría haber ganado los 100m pecho y hecho medalla en los 200m”. Aún así, con el tiempo se supo relajar e hizo un balance de su año: “Los Juegos Olímpicos eran mi máximo sueño deportivo porque había estado en todos los otros torneos que un nadador puede disputar, y en Chile me reivindiqué, tuve la revancha de Lima”.
Con la mente puesta en los JJ.OO, “se entrenó como si fuera finalista olímpica, siempre muy enfocada y obediente en la preparación”, destacó su entrenador, quien además mencionó que “gran parte de la previa hubiera sido ideal hacerlo en el exterior para que los entrenamientos tengan un estándar internacional”. Si bien durante el mes previo a viajar a París estuvieron en Italia por un sponsor de mallas que los llevó para terminar de prepararse allá, “tendrían que haber ido mucho tiempo antes para estar aún más enfocados”, opinó su pareja.
“Estando allá muchas veces me llamó llorando porque estaba entrenando muy duro, sentía que no podía… Pero era un tema que si ella no sacaba, yo no lo tocaba porque sabía que era complejo”, confesó Brisa. A pesar de eso, Maca terminó metiéndose entre las quince mejores nadadoras del mundo cuando había llegado siendo la número 23.
En su vuelta a Argentina, con el descanso consumado, le dijo a su entrenador que quería “hacer un ciclo olímpico más”, más allá de que antes su idea era retirarse en 2026. Con las emociones más procesadas, en octubre participó de los Juegos Sudamericanos en Cali y obtuvo la medalla de oro en las pruebas de 50m y 100m pecho, además de ser reconocida por la mejor marca técnica en la rama femenina.
En diciembre tuvo el Mundial de Piscina Corta en Budapest, pero su rendimiento no fue el esperado: quedó 28° en 100m pecho, con un tiempo de 1:05.93; 29° en los 200m pecho con un registro de 2:26.27; y, por último, 26° en los 50m pecho con marca de 30.47 segundos. Sin embargo, el balance de su 2024 fue más que positivo y este año continúa con sus grandes actuaciones de cara al Mundial que comenzará en un mes: “Poder seguir al nivel que ya venimos hace algunos años y mantenernos constantemente es algo que nos motiva”, detalló la nadadora, quien confesó el objetivo a corto plazo que tiene con su equipo: “Vamos a buscar la final en el Mundial, tenemos un mes para entrenar a full”.
Esta última frase refleja que para permanecer en lo más alto no sólo se requiere talento, sino que se necesita de la resiliencia para superar obstáculos y de la voracidad para seguir empapándose de gloria que tiene Macarena Ceballos, una atleta inclaudicable.