Por Facundo Palermo
Dicen que los libros no muerden. Que leer otorga sabiduría y conocimientos. Que nos hace conocer, aprender y recordar. Leer lleva a que el ser humano experimente de otra forma y a que los errores no sean tan trágicos y, por supuesto, a tener la solución siempre a mano. Otros prefieren atreverse y animarse a la aventura. Fallar una y otra vez sin llevar el manual encima. Así lo prefiere Lionel Scaloni, el entrenador de la Selección Argentina.
El 10 -sí, justo ese número- de julio de 2021 quedó inmortalizado en la memoria de todos los argentinos. El día en que después de 15 años y cuatro finales perdidas, el fútbol fue justo y le dio a Lionel Messi su primer título con la camiseta de la Selección Argentina. El día en que después de tantas críticas, Scaloni dejó de ser reprobado por parte de los hinchas y los periodistas.
Hoy el pueblo argentino venera a Scaloni por lo hecho en estos cuatro años al mando del seleccionado: en 49 partidos logró 32 victorias, 12 empates y sólo cuatro derrotas, frente a Venezuela, Colombia y Brasil en dos oportunidades, la última en la semifinal de la Copa América 2019. Tres años, tres meses y diez días después, Argentina jugó 35 partidos y no volvió a ser derrotada. Es el invicto más largo de la actualidad y de toda la historia de la Selección Argentina. En el Mundial de Qatar podrían igualar el récord que hoy le pertenece a Italia, con 37. Más allá de la racha que hoy ostenta, la Copa América 2021 y la Finalissima son lo más significativo para la actual generación.
Detrás de las victorias, los títulos y el cariño de la sociedad argentina, hay una profunda historia de Scaloni con la camiseta celeste y blanca que incluye a José Pékerman, quien fue su gran maestro en los seleccionados juveniles y el que no sólo le inculcó conocimientos tácticos y el amor por los colores, sino también valores que quedaron impregnados en la persona y que explican, en parte, el furor que se vive hoy por la Selección Argentina.
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“Lo más importante que nos dejó Pékerman a todos fueron los valores. Nos dirigió en una edad donde estábamos en crecimiento y maduración. Sus valores nos ayudaron a mantener los pies sobre la tierra y a pasar todos esos momentos con la cabeza bastante centrada”, cuenta Diego Markic, mediocampista central que formó parte del Sub 20 campeón del mundo en Malasia 1997. En los seleccionados juveniles fue donde Markic tuvo la oportunidad de conocer, entre otros, a Scaloni. Para mediados de los 90, todos esos chicos que recién daban sus primeros pasos en Primera, nunca imaginaron que esa etapa bajo la conducción de Pékerman los marcaría de por vida.
Poco a poco, el predio de Ezeiza se convirtió en su segunda casa. El lugar donde los sueños de aquellos jóvenes futbolistas comenzaron a gestarse, junto con una forma de ver el fútbol distinta a lo que la idiosincrasia argentina está acostumbrada. “José entendió que la persona no se puede separar del futbolista -explica Markic-, y más a esa edad; entonces ahí acertó. Nos elegía pensando en cómo éramos como personas. El que no tenía esos valores o no estaba de acuerdo en cómo se manejaba, se quedaba afuera por más que jugara muy bien. Nos tocó jugar con fenómenos que quedaron afuera porque el combo que buscaba de jugador-persona no cerraba”.
La forma de trabajo de Pékerman es un aspecto que no se puede dejar de lado. Más allá de romper, en cierto punto, con la estructura de trabajo del fútbol argentino y llegar al cargo con una mirada en la que prevalecía lo humano sobre lo futbolístico, lo hizo en un momento en el cual Argentina no lograba obtener resultados positivos en los seleccionados menores. Aún así, y sólo con experiencia como asistente técnico y director de divisiones inferiores, logró desarrollar su proyecto en juveniles, en una etapa que será recordada de por vida: consiguió ganar tres de los cuatro Mundiales Sub 20 en las que estuvo al frente del equipo.
No es coincidencia tampoco que tras dejar el cargo de DT de la mayor en 2006, los equipos argentinos perdieron un poco el rumbo. En juveniles hay una regularidad muy marcada en el plano continental, pero en el internacional, nunca más Argentina volvió a ser protagonista. En la mayor, parte de la base que formó fue protagonista en los siguientes Mundiales y Copa América, pero nunca pudo hacerse con el primer puesto. Hasta que, finalmente, llegaron sus aprendices de juveniles al frente de los seleccionados. Desde Scaloni, pasando por los técnicos de las divisiones menores, y llegando hasta Bernardo Romeo, coordinador de las selecciones juveniles. El propio Markic ve en ellos algo de lo que Pékerman les dejó: “Todos estos chicos tienen ADN de José y un poco lo que se ve hoy en Argentina es esto de inculcar los valores”.
Scaloni es la cara más visible, pero conformó su equipo de trabajo con personas que pasaron por las manos del cuerpo técnico de Pékerman y que se hicieron un nombre con la camiseta de Argentina. Desde Walter Samuel y Pablo Aimar (parte de esa camada) hasta Roberto Ayala. “Scaloni se rodeó muy bien. Hay algo tanto de él como de los demás de ese grupo en común que es el perfil bajo. La gran mayoría lo tiene y en su carrera siempre fue así. Eso es lo que marcó a todos”, dice Markic, el ayudante de campo de Rodolfo Arruabarrena en Emiratos Árabes Unidos, último rival de Argentina previo al inicio del Mundial de Qatar.
En cuanto a lo futbolístico, la Argentina de Scaloni mutó desde su llegada a mediados de 2018 hasta la actualidad. Después de una etapa de recambio y de un período de prueba y error, superó las expectativas. Darío Franco, campeón de la Copa América 1991, describe que “la propuesta es interesante porque se siente cómodo durante todas las facetas que tiene el juego. Cuando tiene que resignar la tenencia, lo hace bien, y cuando tiene que proponer es vistoso e intenso a la hora de recuperar”.
Franco, actual entrenador de Gimnasia y Esgrima de Jujuy, reconoce que uno de los grandes aciertos de Scaloni, desde el punto de vista táctico, es la elección del tridente Lo Celso-Paredes-de Paul en la mitad de cancha, decisión que en los primeros partidos le valió la crítica: “Con ellos el equipo tiene mucho juego y a la vez equilibrio. Juegan y cumplen una labor defensiva muy importante”.
Más allá de lo futbolístico, las miradas están centradas en otro aspecto positivo. Lo ven desde afuera los hinchas, y lo reconocen los jugadores: el gran acierto de Scaloni es el grupo formado. Es un hecho que este plantel se unió en busca de un objetivo y que los rodea un ambiente de armonía gestado de manera intencional. Scaloni apuntó los cañones para demostrarles de lo que eran capaces. En el último tiempo, hubo otro gran líder que apeló más a la conformación del grupo que a la construcción de un estilo en base a su gusto futbolístico: Alejandro Sabella, el último en llevar a Argentina a una final del mundo, en Brasil 2014. Casualmente, la última aparición pública de Sabella fue en una visita a Scaloni y su cuerpo técnico en febrero de 2020, en un encuentro que dejó una imágen icónica para los hinchas.
Con el Mundial a la vuelta de la esquina, es imposible no encontrarse con indicios o coincidencias navegando por las redes sobre que Argentina será la próxima selección en levantar la Copa del Mundo en Qatar, de la mano de los dos grandes referentes que tiene hoy: en la cancha, Lionel Messi, y en el banco, Scaloni. Da la casualidad -casi que divina- de que cuando Messi debutó con la mayor en 2005 en un amistoso frente a Hungría, en su primer contacto con la pelota decidió tocar de primera con Scaloni, titular en ese equipo de Pekerman. Nunca sabrían que más de diecisiete años después se estarían ayudando el uno al otro para cumplir los sueños de un país entero.
Hoy vemos a un Messi distinto. Más maduro y abocado a liderar a un grupo de futbolistas. No siempre fue así, y Fernando Signorini, que trabajó con él cuando Diego Maradona fue DT de Argentina, lo confirma. “Era un chico muy reservado. Pasaba casi desapercibido fuera del campo de juego, pero adentro te llenaba de palabras. Afuera era un perrito faldero, pero adentro era un tigre enfurecido”, dice Signorini, el “preparador de futbolistas”, como se autopercibe.
En la Copa América 2021, Messi participó en nueve de los 12 goles de Argentina en el torneo, por lo que hinchas, periodistas y exjugadores se animan a decir que, sumado a esa faceta de líder que agregó, estamos ante el mejor Messi que se vio con la camiseta celeste y blanca. En esto tuvo mucho que ver Scaloni, ya que “la propuesta y el funcionamiento de este equipo lo potencia mucho más”, reconoce Franco.
Una figura que se potenció en distintas facetas. Un director técnico que supo aportar lo suyo para que llegue a ese nivel, a pesar de haber sido duramente criticado por la forma de jugar, los jugadores elegidos y los resultados obtenidos hasta julio del año pasado, incluso llegado al punto de querer ser desarticulado de su rol por los medios de comunicación. Alrededor de 38 años atrás, pasó algo similar con un jugador y un técnico, que más tarde quedarían en la historia futbolística más grande de este país: Carlos Bilardo y Diego Maradona.
Durante la década del 80, Bilardo vivió una situación muy similar a la de Scaloni cuando le tocó estar al frente de la Selección Argentina. Tampoco era apoyado por la opinión pública por su estilo de juego y los resultados conseguidos. El periodismo tampoco los quería e intentó, en reiteradas ocasiones, desarticularlos. Tiempo más tarde, Bilardo y Scaloni demostraron que, tanto la prensa como los hinchas, se equivocaban con la obtención de diferentes títulos y llevando a Maradona y Messi a un nivel nunca antes visto.
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De las críticas por la forma de jugar, los resultados y la inexperiencia del director técnico a la gratitud, los aplausos y las disculpas. El vínculo de esta Selección Argentina con la sociedad fue de menor a mayor. Costó, pero después de los últimos años, logró consolidarlo. Y es que a pesar de lo que dice José Garriga Zucal, antropólogo social -que el fuego interno de los hinchas argentinos se prende cada cuatro años en vísperas al Mundial-, en los últimos Mundiales no fue con tanto fervor como ahora, y en gran parte se debe a que esa relación se había deteriorado producto de la imposibilidad del equipo de ser campeón.
“Hoy hay un nuevo encantamiento de los espectadores con la Selección Nacional. Tiene que ver con haber ganado la Copa América y con la idolatría de Messi”, explica Garriga Zucal, que además expone que el vínculo es cada vez más cercano por una cuestión generacional y de las nuevas tecnologías. “Hoy los jóvenes se sienten cerca de los jugadores gracias a las redes”, agrega Garriga Zucal. Los bailes de Alejandro “Papu” Gómez en las concentraciones y los festejos en los vestuarios lo confirman.
Garriga Zucal reconoce también que los medios de comunicación aportaron a la construcción de la identidad nacional. Y aquí las redes juegan otro papel importante, ya que son el medio para que los hinchas argentinos defiendan al equipo de las reiteradas críticas de los periodistas, formando una de las brechas más grandes de los últimos tiempos en el país. Y Signorini, fiel a su estilo, aporta lo suyo. “Hoy si no sos un miserable, tenés pocas chances de estar en los principales programas. Son sanguinarios e irrespetuosos. En un campeonato de estúpidos, saldrían segundos por estúpidos”, enfatiza.
La Selección Argentina hizo un click. Tras el Mundial de Rusia 2018, hubo un antes y un después. El equipo y los hinchas respiran otro aire. A casi nada del comienzo de Qatar 2022, en lo que parece ser la última oportunidad en un Mundial para Messi, la ilusión es lo que predomina. Y el miedo de tener a alguien como Scaloni, que hará su debut en una Copa del Mundo, no existe. “Es verdad que cuando llegó no tenía experiencia, pero sin ella le fue bárbaro. Rompió todos los paradigmas. Lo lindo del fútbol es que a veces no tiene lógica”, dice Markic.
Esta vez, confiar en los libros, no fue necesario para Argentina.