sábado, noviembre 23, 2024

La esgrima argentina en los Juegos Olímpicos

Por Luca Krampanis

La historia de la esgrima en Argentina comenzó en 1833 con la llegada de dos extranjeros: Andrés Facundo Cesario, quien implementó la primera sala de armas ubicada en Buenos Aires, y, años más tarde, el maestro Lamesa. Ambos fueron citados por el entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, para la realización de un combate, el cual tuvo como ganador al español Cesario, provocando el recelo del político y, así, la prohibición del deporte. No fue hasta su muerte, en 1879, que se volvió a practicar la disciplina en el país.

Sin embargo, la esgrima empezó a ser olímpica a partir de Atenas 1896, donde solamente se competía con dos tipos de armas: florete y sable. Argentina tuvo su primera participación en París 1900, de la mano de Francisco Eduardo Camet, en espada, elemento que empezó a utilizarse en dicha edición y con la que consiguió un diploma olímpico.

La primera y única medalla que consiguió el país en este deporte fue en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam 1928, en florete por conjuntos, donde obtuvieron el tercer puesto. Ese equipo de bronce estaba conformado por Luis y Héctor Lucchetti, Roberto Larraz y Raúl Angannuzzi. El suplente de dicho grupo fue Carmelo Félix Camet, hijo del anteriormente mencionado pionero esgrimista olímpico.

Argentina ha aportado 94 esgrimistas en 22 Juegos Olímpicos. A lo largo de la historia en las distintas ediciones, se destacan algunos apellidos que fueron dejando su legado y que se mantiene hasta la actualidad, como es el caso de los Saucedo, Lucchetti, Di Tella, Giancola, González, Chiuchich y Pampín, entre otros. Actualmente, la esgrimista que viene representando al país en la cita olímpica, desde Londres 2012 hasta Tokio 2020, y con miras a París 2024, es la sablista Belén Pérez Maurice.

Luego de su última participación, la nicoleña alcanzó el récord que ostentaba Alejandra Carbone y se convirtió en la esgrimista con más actuaciones olímpicas, lo que para ella significa un “orgullo enorme”, según le dijo a El Equipo, porque su familia está muy ligada a la disciplina. Su entrenador es Lucas Saucedo, hijo de Guillermo, palabra mayor en la historia de este deporte en el país, ya que disputó los Juegos Olímpicos de México 1968 y Múnich 1972, en los que compitió con los tres tipos de armas.

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