viernes, abril 26, 2024

Horacio Cifuentes: detrás del sueño olímpico, una gran familia

Por Gianluca Melogno

Horacio Cifuentes es una de las mayores promesas argentinas en el tenis de mesa. Nació el 16 de marzo de 1998 en Villa Argüello, un barrio humilde de la localidad de Berisso, Buenos Aires. Hijo de Gustavo (59) y Mónica (52), comenzó a practicar tenis de mesa en 2009 con tan sólo 11 años. Simplemente lo hacía por diversión en un club recreativo de La Plata. A los 17 años empezó a entrenar en alto rendimiento y dejó la Argentina para viajar rumbo a Europa.

Estudió toda su infancia y adolescencia en el colegio Nuestra Señora del Valle y luego se recibió de martillero público en la Universidad Siglo 21, carrera que pudo cursar de forma online para seguir entrenando en el Viejo Continente.

Como él mismo cuenta, siempre le gustaron los deportes: “Era otra época. Me la pasaba jugando con mis amigos. Se podía callejear más, estar en la plaza jugando al fútbol”, relata. También hizo natación y pádel, pero terminó inclinándose por el tenis de mesa.

El ping-pong no es una tradición familiar, ni mucho menos. Horacio es el único en la familia que lo practicó no solo por diversión (otros se decantaron por elegir el camino del fútbol). De todas maneras, su círculo íntimo, como dice su hermano Pablo, “tiene la pasión por verlo jugar”. No importa si es un partido grande o chico, es una cuestión de orgullo. “Ver lo bien que se desenvuelve, cómo progresa y cómo crece un hermano quiere decir que algo bueno se hizo en la familia para que llegue a esto”, analiza. Actualmente, los primos más chicos de Horacio quieren seguir sus pasos y entrenan donde él empezó. 

Pablo (32), el mayor de sus hermanos, comenta que Horacio “nació pintando para ser excelente, no solo para el tenis de mesa, sino como persona”. De chico nunca tuvo problemas, nunca les robó un juguete, era muy tranquilo. “Tal vez me hubiera gustado que hubiese sido un poco más rebelde. De esa manera me hubiese acompañado en las travesuras y, además, podía echarle la culpa a alguien, pero a pesar de eso, mi infancia fue la más linda con él”, evoca.

La familia Cifuentes tenía una tradición todos los domingos: juntarse en la casa de la abuela Tota. Hasta que Horacio se fue a vivir afuera, todos los fines de semana se juntaba con su círculo íntimo. En ese lugar, se turnaban para ver quién tenía la suerte de enganchar a Horacio jugando en el patio y poder ganarle aunque sea un tanto. Pablo recuerda que también jugaban al fútbol o a la Play y que ahí todos tenían un poco más de chances para derrotarlo. 

Todo cambió cuando él se fue a Europa y asegura: “Hay un montón de cosas que hacíamos hasta que él se fue y me hace extrañarlo un montón porque como hermano fue genial. Fue mi confidente y mi preferido, pero que no se entere el otro (Diego, 27 años)”.

El doble medallista de plata panamericano tuvo que atravesar distintas metas secundarias para llegar a lo que es hoy. Esto hace que su hermano esté muy orgulloso de él. “Ningún camino que tomó fue fácil. Verlo seguir adelante, levantarse cuando tiene un partido malo o cuando le pasa algo malo me llena de orgullo. Me pone súper contento y feliz; la verdad que se merece todo lo que viene logrando, porque la peleó desde chiquito. Además de la felicidad que me da, lo felicito. No sé si yo hubiese resistido lo que él resistió para poder llegar a donde está”, confiesa. 

Cuando Horacio dice “me vuelvo a Portugal o me tengo que ir a otro lado”, es un momento duro para toda su familia. Saben que son mínimo ocho o nueve meses que no lo van a ver y encima ahora, con la pandemia, no lo pueden abrazar antes de que se vaya. Mientras Pablo recuerda esto, se le corta la voz. Su familia lo extraña mucho cuando está afuera, es algo difícil. “Creo que más allá de todo lo que se pudo haber llegado a pasar en algún momento económicamente, hoy se prioriza el poder estar con una persona que uno quiere y cada vez que se va es un momento difícil”, reflexiona.

Horacio arrancó su carrera y la distancia con la familia y amigos se empezó a agrandar. Cuando partió a Europa lo hizo solo, dejando a sus padres y hermanos en este lado del charco. Como contó para “La Nación” en el 2019, el motivo de su partida fue la poca prestación que tiene Argentina para este deporte: “El único lugar con todas las condiciones dadas para entrenar es el CeNARD, que es muy parecido a un centro de entrenamiento como los que hay en Europa. Tiene gimnasio acondicionado, climatizado, piso de goma, mesas nuevas. Pero no hay sparrings, ni liga fuerte, y para mejorar tenés que tener un buen entrenamiento y una liga competitiva, si no no sirve”.

Según su representante, Matías Waldo, Horacio es una persona humilde que nunca cambió su forma de ser. Sabe de dónde salió y hacia dónde va, siempre tiene los pies sobre la tierra, nunca fue agrandado, la humildad nunca la negoció y se mantuvo atento a la familia. Es muy disciplinado, le dedica el 100% de su vida al tenis de mesa y está en el puesto 70 en el ranking mundial. La alimentación, el físico y el descanso juegan un papel muy importante que no debe dejar pasar. Además, es una persona muy talentosa que entrena todos los días y posee una gran inteligencia.

Ellos llegaron a enfrentarse en distintos torneos en el año 2009-10 y “pegaron onda”. “Yo era un poco más grande y le ganaba, pero se le veían condiciones. Lo que entrenó, dedicó y compitió le sirvió para ser lo que es hoy”, afirma su representante.

Waldo cuenta que a los 18 ó 19 años se tuvo que retirar porque era muy difícil vivir de eso. “Salvo que seas Horacio, no podés”, asegura. Todo el trabajo de prensa lo hace de “buena onda”. Horacio es muy “colgado” con las entrevistas. “Nunca tiene muchas ganas de hacer notas porque es tímido e introvertido”, relata. 

Horacio tuvo dos inspiraciones en el tenis de mesa. Su principal “espejo” fue el sanjuanino Pablo Tabachnik, tres veces atleta olímpico y con quien pudo compartir equipo en los Panamericanos de Lima 2019, donde consiguieron la medalla de plata. Otro referente fue Liu Song, de quien se acuerda al ver sus videos de Guadalajara 2011. De todas maneras, Horacio quiere escribir su propia historia.

A pesar de que le gusta mucho cómo juega el brasileño Hugo Calderano, número siete del mundo, no tiene ningún referente actual en el tenis de mesa. Luego, en otros deportes, idolatra a Rafael Nadal. “Leí sus libros y la verdad me encanta la mentalidad que tiene y siempre intenté copiarla dentro de la cancha, aunque es muy difícil porque estamos hablando de un tremendo crack. La mentalidad juega un papel muy importante en los deportes”, resalta.

Respecto a su preparación para los Juegos Olímpicos, el último año estuvo entrenando en Portugal: “Acá tengo entrenadores portugueses, pero después hablo con el preparador argentino que sigue mis pasos y armamos el calendario”, detalla.

La pandemia no le afectó demasiado. “Lo único que cambió fue el pasar a estar mucho tiempo encerrado”, comenta y destaca: “En Europa, hasta en los peores momentos, se permitió entrenar a los deportistas porque lo ven como un trabajo”. Le fue un poco difícil estar tanto tiempo encerrado, pero supo manejarlo de la mejor manera.

Algo en lo que lleva mucho tiempo cuidándose es con sus comidas, ya que lo considera como un “entrenamiento invisible” y asegura: “Si uno está comiendo muy mal después no va a poder rendir bien, así que es muy importante”.

Cada vez falta menos para los Juegos Olímpicos y ya formar parte del equipo de Argentina es algo magnífico. “Es un privilegio ser de esos pocos atletas que tienen la oportunidad de ir para representar a su país”, afirma.

Matías le tiene fe porque hace las cosas bien, juega en la segunda división de la Liga Francesa, que es muy buena y le permite competir a gran nivel. “Le tengo fe, pero hay que ser realistas, los Juegos Olímpicos son muy complicados y si gana un partido ya sería un buen logro, pero ojalá pueda disfrutar el momento”. Vale recordar que solo dos argentinos ganaron dos partidos: uno fue Liu Song y el otro Pablo Tabachnik. 

Su hermano Pablo siempre fue muy optimista. “Cuando apenas existía una mínima chance, yo ya lo veía en los Juegos. Me decís, ´¿lo ves ganando el oro?´, y para mí ya ganó el oro. No importa la medalla, lo que logró, todo lo que pasó, todo lo que luchó para seguir un camino que a él le gusta no es fácil. Así que repito, para mí ya ganó el oro”, reafirmó.

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