viernes, abril 26, 2024

“No le des la decisión al fútbol de retirarte”

Por Federico Pineda, Tomás Tesoriere y Juan Kitlain

El 22 de noviembre de 1988 será una fecha insignificante para gran parte de la población, pero para Claudio Cabrera no fue un día más. Ese día se enfrentaban Vélez y Estudiantes de La Plata en el José Amalfitani por la 19° fecha del Apertura de aquel año. La victoria para el Fortín por 5-4 no fue un resultado más en la vida del mediocampista que, en una jugada dividida, se rompió el ligamento lateral interno de la rodilla derecha, lesión que lo marcaría por toda su carrera. Pasó de tener posibilidades de ir al Mundial Italia 1990 -como el propio Carlos Bilardo se lo confesó- a sufrir 18 operaciones en su rodilla lesionada.

“Me operé y me pusieron un yeso. Cuando me presenté en la Selección hacía ejercicios de rehabilitación. Cuando empiezo a trotar me doy cuenta que cuando doblaba en las esquinas de la cancha me dolía”, cuenta. Entonces se hizo un estudio y ahí saltó que la dolencia aún continuaba y la operación no fue de ayuda en su recuperación. Sin embargo, el remedio fue peor que la enfermedad por pura responsabilidad de los profesionales de la salud a cargo de la Selección Argentina: “Madero y Coppolecchia son los dos médicos impresentables que me cagaron la carrera.  Ellos dieron la orden médica de cortar una de las dos guías que mantienen la rótula porque pensaban descomprimir la presión. Cuando se me va el efecto de la anestesia no podía extender la pierna.  Nunca les hice un juicio porque entre médicos se van a defender, no quería enfrentarlos. Hubo una mala praxis y me hicieron algo innecesario. Los estudios posteriores lo comprobaron”.

Esa maldita lesión lo sacó del fútbol por tiempo indeterminado, pero eso no significó su retiro. A pesar de no ser creyente en ningún Dios, la necesidad de tener fe lo mantenía dentro del fútbol:  “Desde la fe me acostaba y soñaba con un milagro de despertar algún día sin dolor. Yo quería volver a jugar a la pelota. Nada me interesaba más”. Hoy en día, vive con dolor en la rodilla derecha desde hace 25 años y expresó que uno ya se acostumbra a “convivir con el dolor”. Hay una operación que lo sana definitivamente, pero el deseo es más fuerte que su salud: “No puedo jugar más al fútbol si lo hago. Prefiero jugar y seguir con el dolor tratando de tener menos con calmantes”.

Chacho debutó con 18 años en la Primera de River con Alfredo Di Stéfano como entrenador y La Saeta Rubia, tiempo más tarde, tomó nota de sus condiciones y lo recomendó al Real Madrid. El club Merengue estaba siguiendo al argentino, pero la lesión truncó todas sus ilusiones con sólo 25 años. “Son preguntas que no tenemos la respuesta”, expresa 31 años después de su lesión en la rodilla. Sin embargo, la idea de salir de Buenos Aires no estaba en sus planes unas temporadas atrás: “Los dirigentes del Elche de España me llamaban y atendía yo como si fuera mi primo. No me quería ir, estaba acá cómodo. Ellos querían que viajará ya. Me negué. Al tercer llamado, ya no me llamaron más”.

No fue Di Stéfano el único que confió en él y el propio entrenador de la Selección Nacional lo observó en su paso por Huracán de cara al Mundial de México 1986, pero en ese momento Sergio Batista le ganó la pulseada en el plantel que, tiempo más tarde, se consagraría campeón en el Estadio Azteca. Ya no sería lo mismo para Italia 1990: “Bilardo me llamó y me dijo que quería contar conmigo para el próximo Mundial. Me aseguró que iba a ir a los Juegos Olímpicos en Seúl. Fui a esa competencia, pero después me lesione”.

Cinco años después de la lesión que desencadenó su pesadilla y tras un breve paso sin pena ni gloria por Boca, el médico Sebastián Rosasco le practicó una osteotomía en la zona que le sacó los dolores que tenía en la rodilla, aquellos que ya eran parte de su vida:  “Después de la operación, estuve con un estado de tensión esperando que se me fuera el efecto de la anestesia. No se me iba y yo me creía que era ese efecto”. Algo había cambiado.

Pero recién en 1996 pudo volver a pisar una cancha. A sus 34 años, se probó en Almagro y firmó contrato por seis meses para disputar el primer tramo de la B Nacional. A 11 días de cumplirse ocho años de la lesión en la rodilla derecha, volvió a jugar por la 2° fecha de la Ronda Campeonato ante Godoy Cruz: “Fue muy lindo porque sucedió algo que no esperaba.  Le ganamos 3-2 al líder del torneo y todos los pibes me levantaron en andas. Me llevaron a la popular y me aplaudieron. Fue muy emotivo”. Al finalizar su contrato, no continuó en el Tricolor y se retiró del fútbol profesional.

Aunque no todos pudieron elegir su destino, otros los dolores lo vencieron como Rodrigo Mora que se retiró del fútbol por intensos dolores en la cadera que hasta el día de hoy sobrelleva, y por otro lado Fernando Gago encontró la fuerza necesaria para dejar atrás tres roturas del tendón de Aquiles jugando para Boca en distintos superclásicos ante River y volverá a las canchas con la camiseta de Vélez. “Yo les dije a ellos que se sigan operando. El fútbol tiene un lado cruel. Siempre que esté a tu alcance, no le des la decisión al fútbol de retirarte. Me pone recontra contento que vuelva a jugar, que el pibe se sienta dentro”, cuenta Cabrera.

Aquí, el relato toma un tinte más oscuro y el propio protagonista expresó que este tipo de lesiones lleva a pensar en la posibilidad de terminar con la propia vida de uno: “Cada vez que yo salía del quirófano, al irse el efecto de la anestesia ya sabía que la operación había sido un fracaso. Nunca llegaba a dar una vuelta a trote, eso te mata mentalmente. ¿Saben lo duro que son esos meses de recuperación? Estás en el anonimato total, tenes unas mesetas que te levantas un día y decís estoy igual que ayer. A mi me paso lo mismo, yo durante muchos años pensé en estrolarme con el auto en la Panamericana. Pensaba ‘en que columna me la pongo’. Lo único por lo que no lo hice fue porque me decía ‘imagínate si quedo vivo en silla de rueda'”.

“Sé el día que me lesione. No se la fecha en que falleció mi mamá. No me la acuerdo ni nunca la pude registrar. Hace 15 se murió y hace 20 me rompí. Se que esta en el Cementerio de Boulogne, pero no sé en qué nicho. No soy ejemplo de nada. Mi vida no tiene mucho sentido si no está el fútbol. No tuve grandes emociones. Soy muy tímido e introvertido. En el único lugar donde era extrovertido era dentro de la cancha”, concluye.

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