Por Lucas Ahualli
Criado y formado en el ascenso, ahí donde las canchas no presentan el mejor de los estados y las herramientas son escasas, Sergio Rondina construyó un amor por la profesión que supera cualquier tipo de obstáculo. Dirigió las cinco categorías directamente afiliadas a la AFA, arrancando por la Primera D con el club de sus amores, Midland, hasta llegar a Primera División con Arsenal y lograr el sueño que tuvo como jugador, en otra faceta de su vida.
El Huevo comenzó su carrera como futbolista profesional sabiendo que llegar a Primera División podría ser difícil y que probablemente no lo cumpliría. Sin embargo, no se desanimó y con el paso del tiempo logró comprender que el oficio de patear una pelota no es tan simple como parece: “Uno a veces no tiene autocrítica cuando es jugador, pero yo creo que no hice las cosas profesionalmente para haber tenido la chance de jugar en Primera División, ¿Cuándo lo entendí? cuándo fui técnico” .
Idea de juego
Como entrenador, inició su carrera en su lugar en el mundo, en su barrio, en su club y con su gente. Al día de hoy, vive a metros del estadio, porque si bien la profesión está en otro lado, el corazón quedará por siempre en la cancha de Midland.
A base de mucho esfuerzo, trabajo y dedicación, Rondina llegó a Primera División. Aun así, el aprendizaje que obtuvo durante toda su carrera en el ascenso lo tendrá presente siempre. Cada historia que le tocó vivir, lo ayudó a poder valorar el lugar donde llegó y enriquecerse de infinidades de cosas que probablemente la mayoría de los entrenadores no conoce.
En 2019 obtuvo el ascenso a la Superliga con Arsenal en una histórica final con Sarmiento de Junín. Más allá de la felicidad que le generó aquel título, se encontró con una sorpresa que jamás imaginaría. Su madre, quien nunca había pisado una cancha de fútbol, apareció en los festejos, lo que generó la emoción de Rondina hasta las lágrimas.
Rondina logró dos ascensos en su carrera, con Arsenal en 2019 a Primera División y con Villa Dálmine al Nacional B en 2014.
Ese plantel que logró devolver al Arse a la élite del fútbol argentino, estaba integrado en su mayoría con futbolistas que venían de jugar en las categorías más bajas. Para muchos la labor de un director técnico se reduce a armar un dibujo táctico con 11 jugadores, pero casos como estos demuestran que va más allá de eso. Su aprendizaje durante su carrera en el ascenso le hizo saber que no siempre lo que tiene más exposición es lo mejor, y eso fue plasmado en su Arsenal de 2019.