Por Agustín López Resano
¿Por qué contarlo? ¿Por qué no? ¿La credibilidad disminuye cuando la pasión se confiesa? ¿Qué sucede con las nuevas camadas? La voz de los protagonistas y el enfoque de diversos especialistas.
“El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios… pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín: no puede cambiar de pasión“, afirmó con la soberbia de quien acababa de develar una verdad absoluta el personaje encarnado por Guillermo Francella en la película El secreto de sus ojos.
Y la expresión muta de la ficción a la realidad si se tiene en cuenta que en la vida de todo futbolero de ley constituye una de las cosas más esenciales, que conforma gran parte de su personalidad y motoriza algunas de sus convicciones más íntimas, una condición que le es propia e inajenable: el cuadro del cual se es hincha.
Podría afirmarse, sin temor al error, que en un buen número de casos fue justamente ese amor por los colores la causa, o al menos el puntapié inicial, para el interés en el fútbol en general y, en consecuencia, en el periodismo orientado a esa especificidad deportiva.
Sin embargo, para algunos de los periodistas deportivos que cubren fútbol, ese camino emocional – profesional no siempre puede ser contado, o peor aún, debe ser ocultado. Seamos más claros: buena parte de los periodistas deportivos esconden su condición de hinchas; algunos, incluso, la niegan.
¿Por qué sucede? ¿Cuál es la razón que lleva a una persona a convertir en secreto algo que le es tan distintivo y personal como el club de sus amores? ¿Es siempre posible encubrir el sentimiento? ¿La credibilidad del profesional disminuye cuando la pasión se confiesa? ¿Y cuándo no? ¿Acaso se trata de una práctica propia de generaciones anteriores? ¿Qué sucede con las nuevas camadas?
La propuesta es ahondar en esas y otras preguntas para entender los porqués, las causas y los efectos del fenómeno. De máxima, el ensayo persigue el desafío de arribar a una conclusión que aporte un valor agregado a la discusión.
LOS QUE NO
¿Cuál es la razón que lleva a una persona a convertir en secreto algo que le es tan distintivo y personal como el club de sus amores?
Los periodistas Alejandro Apo, César Luis Merlo, Marcelo Rosasco y Pablo Ladaga tienen algo en común: no dan a conocer de qué clubes son hinchas.
Alejandro Apo lo tuvo claro de entrada. Desde que comenzó a trabajar con 19 años un 4 de agosto de 1974 –“el día que nació el exjugador y actual técnico Cristian Kily González”, aclara- supo que no iba a comentar de qué equipo era hincha. “Y muy hincha”, enfatiza. Para ello, llevó adelante un auténtico operativo de lavado de imagen: desmanteló toda asociación que su entorno podía haber tenido entre él y el club de sus amores. “Empecé a desarmar todo. A los que conocía desde la adolescencia les destruí la idea del cuadro del que era hincha; comencé a decirles que no, que se habían equivocado”. Una suerte de “acá no pasó nada”.
Lo de César Luis Merlo se dio por decantación. Al ser un periodista deportivo especializado en mercado de pases, lo que implica trabajar con información exclusiva y confiada por parte de un sinfín de clubes, no consideró oportuno contar por quién alienta los fines de semana, ya que ello podría atentar contra su fuente laboral: “Para el afuera es algo que uno debe cuidar”.
Marcelo Rosasco recorre los pasillos de la redacción de la escuela de periodismo Tea y Deportea. A medida que visita las computadoras de sus estudiantes se confiesa hincha de un club distinto, generalmente del eterno rival del equipo al que es afín el alumno de turno, aunque no esconde su simpatía por Sportivo Italiano. “Yo no digo de qué cuadro soy porque es como un juego que hago. Durante los primeros años de docente tenía un preconcepto –que quizás aún conservo- de que si digo públicamente que soy de otro club que no sea Italiano van a pensar que siempre voy a hablar bien de ese club”, explica Rosasco al serle preguntado específicamente el motivo por el cual opta por mantener la incertidumbre.
Pablo Ladaga atribuye su silencio a una circunstancia puntual: su labor de relator. “Al estar en permanente contacto con el público en infinidad de canchas, elijo no contar por una cuestión estrictamente de seguridad”, comenta quien desde hace un año incursionó en el mundo de las redes sociales, más precisamente en YouTube.
Los cuatro comunicadores coinciden en que el público del fútbol argentino en general no está preparado para conocer esa información sin que ese conocimiento influya en el concepto sobre la credibilidad u objetividad del periodista.
Para Rosasco esto se debe a las características propias de nuestra sociedad, a nuestros orígenes –mayormente- latinos y a nuestra pasión futbolera “irremediable”, a la que tilda de “casi ilógica, irracional e inentendible en muchos casos”. A su vez, a ello le adhiere lo que considera “una cuestión innata de nuestra sociedad”, caracterizada por “la desconfianza, estar todo el tiempo bajo sospecha, lo que da la sensación de que si uno revela de qué club es, irremediablemente siempre va a tratar de favorecer con sus opiniones a ese conjunto”.
Sobre esto último, y en línea con Rosasco, gira la postura de Apo: “El hincha es muy desconfiado y tiene muchas ganas de saber de qué cuadro son los periodistas o los árbitros para poder insultarlos o desautorizarlos. Si yo confieso de qué equipo soy y en un momento lo elogio considerablemente, estoy seguro de que los hinchas que conocen ese dato van a decir ‘este habla tan bien de tal equipo porque es hincha, me lo dijo’”.
“Manifestar de qué cuadro sos y que te toque ir a relatar a la cancha del equipo rival tal vez te pueda traer una consecuencia indeseada, fruto del descontrol que provoca la pasión en el hincha de fútbol”, amplía Ladaga en ese punto.
Merlo también encuentra aquellos inconvenientes dentro de su temática de especialidad: “Puede suceder que diga que soy hincha de tal cuadro y cuando me toque dar una mala noticia del equipo rival van a decir ‘este tira esa noticia porque es del otro equipo’”.
De igual modo, también en forma unánime sostienen que esos atributos que deben guiar a todo periodista nada tienen que ver con la decisión de develar o no por quién se simpatiza.
Según Merlo, si el periodista tiene claro lo que piensa, lo que opina y su forma de manejarse, no se encuentra de ninguna manera comprometida su credibilidad. “La credibilidad es algo mucho más importante y profundo. Se construye día a día y es algo que indudablemente te tenés que ganar. La ética, la objetividad y la credibilidad van mucho más allá del simple hecho de decir que uno es de tal o cual equipo”, completa Ladaga.
Rosasco coloca a la ética profesional en un pie de igualdad afectiva con el cariño por los colores que lo representan: “El buen profesional separa bien los tantos, por eso queremos a nuestra profesión tanto como amamos al club del cual somos hinchas”. Incluso, advierte un beneficio en esa distancia: “Por supuesto que cuesta, pero en el mejor de los casos el ser buen profesional ayuda a mejorar la capacidad de hincha; el sentimiento que se tiene por determinados colores. Siendo buen profesional y no mintiéndose, demostrando honestidad y no una ceguera axiológica de los valores, podés criticar a tu equipo y no condescenderlo de una manera fanática”.
Si bien Apo comparte la visión de sus colegas, no descarta la posibilidad de que esos principios rectores de la profesión, en oportunidades, se encuentren cuestionados: “El público del fútbol es muy desconfiado y muchas veces (algunas con razón y otras sin) se siente estafado o piensa que no hay objetividad porque siempre se trata de la mirada subjetiva de uno. Habría que hablar de equilibrio para poder medir bien; no salirse de una manera equilibrada de ver un partido, un equipo, y analizarlo”.
LOS QUE SÍ
¿Por qué decirlo?
Ariel Scher es de Racing, Gonzalo Orellano de San Lorenzo, Matías Mancuso de Argentinos Juniors y Renato Della Paolera de Independiente. Ninguno se arrepiente de haberlo contado.
“Nunca oculté que soy de Racing, pero tampoco lo andaba diciendo porque no se me hacía necesario. Yo iba a ver a Racing, decía que era de Racing, pero no firmaba una nota como tal en los diarios en los que trabajaba. Cuando empecé a trabajar en radio lo empecé a decir con naturalidad, no lo evalué demasiado”, confiesa quien en 2023 fue distinguido como Personalidad destacada de la Ciudad de Buenos Aires.
El Bicho es una extensión de Matías Mancuso. Afirma ser hincha de Argentinos Juniors “de toda la vida” y no tener porqué callarlo. “Es algo que viene conmigo. Crecí haciendo periodismo en Argentinos, de manera que la cuestión atraviesa hasta mi currículum”.
Similar al de Mancuso son los casos de Orellano y Della Paolera; ambos se iniciaron en el periodismo partidario. “Yo no lo elegí, pero tampoco reniego que se sepa. Al contrario. No tengo porqué ni me interesa esconderlo”, refiere el periodista Cuervo, que siempre pensó su condición de hincha confeso “como algo positivo y no como un detrimento”. Por su parte, quien transita gran parte de sus días cubriendo la actualidad del Rojo, sostiene que “desde el día uno” tuvo la decisión tomada, aun cuando hace 23 años develar ese rasgo identitario no era algo habitual. “Nunca tuve la intención de negarlo”, completa.
Al igual que quienes eligen no ventilarlo, los cuatro advierten la existencia de cierta tensión entre la revelación por parte del periodista y la prejuiciosa vara juzgadora del público futbolero. También, de idéntica forma que sus colegas que mantienen en reserva su pasión, opinan que la manifestación de ese dato de índole personal en nada debiera incidir en un tercero al momento de evaluar la credibilidad u objetividad del comunicador.
NO TAN DISTINTOS
Pareciera ser entonces que, independientemente de que reconozcan públicamente o no su filiación futbolística, existe un consenso entre los entrevistados: hay una incomodidad en buena parte de la sociedad futbolera que pone en jaque la credibilidad o la objetividad del periodista cuando este da a conocer su condición de hincha.
El riesgo de perder la credibilidad o la objetividad
Sin dudas, el peligro está en que la afinidad y la identificación del profesional hacia determinados colores lo lleven a un sesgo crítico e ideológico que va en detrimento de la función social de informar con veracidad e imparcialidad; esto es, en otras palabras, caer en el “periodismo de bufanda”.
A Ladaga no le gustan los “nuevos tiempos” que está atravesando el periodismo deportivo que, a su juicio, se está inclinando cada vez más por sacar a luz la identidad futbolística de los cronistas con un interés subrepticio. “En los programas de paneles se trata de poner gente que es ‘hincha de’ y defender la postura de cada club para que se vayan identificando los hinchas. A mí no me gustan esas discusiones que pasan más por cuestiones tribuneras que profesionales”, reconoce el relator.
Rosasco destapa la olla. Para él, el hecho de que muchos periodistas hayan sacado los trapos al sol resultó, en un buen número de casos, nocivo. No solo por la creencia instalada de que habrá siempre un favoritismo ciego y acrítico por el club con el que se identifique sentimentalmente el cronista (“que si sos de River vas a hablar siempre bien de River y mal de Boca, y viceversa”, aclara, en efecto), sino porque, además, notó que ello trajo aparejada una consecuencia contraproducente: los periodistas se convirtieron, en un altísimo porcentaje, en barrabravas con micrófono.
En ese orden, considera que dicha excitación de identidad ha potenciado (incluso dentro del mismo club que representan) pasiones a favor y en contra. “De ahí que hay quienes siguen incondicionalmente a fulano o a fulana porque opinan lo que ellos creen respecto de un jugador, técnico, campaña o dirigente, entonces es un ídolo. Sin embargo, cuando la misma persona dice todo lo contrario a lo que piensan se convierte en un enemigo, incluso dentro del propio club en el caso de los partidarios”.
Esto último que plantea Rosasco indudablemente lleva a efectuar otro análisis:
El prejuicio del que parte el hincha
Scher no comulga con la presunción (cuya existencia advierte) de que si uno dice desde dónde piensa y qué cosa es -es decir, desde dónde construye su discurso-, va a perder objetividad. “Eso creo que tiene que ver con cómo se enhebran los discursos, cómo se extreman las identidades y cómo está este supuesto de que si vos tenés una identidad -que la tenemos todos- de diverso orden, vas a falsear el mundo. No es cierto”, razona antes de invitar a las siguientes preguntas retóricas: “¿Qué supondría que uno cuente la historia desde un lugar afectivo más próximo a Racing que a Independiente? ¿Acaso eso implicaría decir que Bochini jugaba mal al fútbol?”.
¿Podría decirse entonces que el público del fútbol argentino prefiere hacer oídos sordos sobre una verdad que conoce (que los periodistas deportivos son hinchas de equipos de fútbol), ya que, de establecer con especificidad ese dato (de qué cuadros son hinchas), aquello influiría en su concepto acerca de la credibilidad/ objetividad del comunicador?
Javier Sebastián Bundio es antropólogo, doctor en Ciencias Sociales e investigador del CONICET. En 2013 publicó su trabajo “El hinchismo como ideología radical” en el marco del cual analizó al conjunto de saberes, prácticas, valoraciones y actitudes de los hinchas de fútbol. Desde su mirada del tema, la lógica partisana del hinchismo argentino tiene mucho que ver en la problemática en cuestión, ya que la polarización que la caracteriza dividide el campo futbolero en amigos/enemigos y “con los amigos todo, con el enemigo nada”.
Explica que, visto de esa lógica, “lo que impera es la idea de que si sos hincha de un club vas a defenderlo por encima de los datos objetivos, por lo que habría una incompatibilidad entre ser periodista y simpatizante”. De ahí que, al tratarse de algo inevitable, quienes asumen esa postura “viven en un estado de indignación permanente”.
A su vez, Bundio menciona que, en ocasiones, son los propios periodistas los que con sus expresiones incentivan, alimentan o ejercen en forma implícita el hinchismo. ¿Cómo? Exponiendo indirectamente una ideología radical de fondo. “El mejor ejemplo es la naturalización de la homofobia y el racismo en el futbol argentino. Cada vez que un periodista mitiga la gravedad de esto, implícitamente está reforzando el hinchismo. También se ve en la doble vara con la que se juzga a la barra: cuando hace ‘la fiesta en la tribuna’ es una barra buena, pero cuando se pelea es mala, como si fueran cosas que puedan separarse”.
Scher ofrece más enfoques de análisis. Tomando el trabajo de Bundio, y desde la perspectiva de que “el hincha se enamoró más de su condición de tal que del fútbol (en un acto autocelebratorio)” menciona que, en ocasiones, hay afirmaciones o convalidaciones o validaciones del propio ser “a partir de no ser otra cosa”, y que eso en el fútbol empezó a pesar enormemente. En ese punto, entiende que todo se intensificó a partir de lo que se ha dado a llamar “la cultura del aguante” (yo resisto, yo soy esto), una forma de manifestarse que ha modificado en algunos aspectos el modo de ser hincha (en Argentina, muy palmariamente) y que ha vuelto mucho más difícil blanquear ese tipo de identidad.
Sobre el mismo foco reposa Rosasco, y añade que, para él, los periodistas son también alcanzados por el fenómeno: “Muchos ven como algo súper positivo no sólo reconocer de qué cuadro son, sino alardear; es decir, hacer bandera de que son ‘hinchas de’, porque hasta a los periodistas los alcanza esa suerte de ‘aguante’”.
LA CONFESIÓN
Andrés Burgo comenzó a ejercer periodismo en 1994. Sin embargo, hubo que esperar 17 años para que diera a conocer públicamente su condición de hincha de River. Lo hizo en un momento en donde el juramento de amor eterno a los colores requiere de una ratificación explícita: en 2011, tras el descenso Millonario a la segunda categoría del fútbol doméstico. ¿El método para la confesión? Una obra literaria cuyo título lo explica todo: Ser de River: en las buenas y en las malas: agonía descenso y resurrección desde la tribuna.
“Todo cambió con el libro Ser de River. Ahí me di cuenta de que era medio ridículo estar haciendo un libro del descenso de River sin contar mi situación de hincha, de hablar del sentimiento que me albergaba a mí como a todos los riverplatenses”, relata Burgo para exponer el sinsentido de la publicación del libro si no llevaba ínsita su relevación.
Otro periodista deportivo que en 2019 pegó el cimbronazo fue Martín Souto. En aquel tiempo, en una nota con la revista Paparazzi, admitió: “Me cansé de caretearla. Y eso también tiene que ver con el psicoanálisis. En los medios inevitablemente se caretea y no se puede decir todo lo que se piensa. Trato de dibujarla, ser objetivo, pero soy hincha de Boca de toda mi vida”. Para el exconductor de –entre otros- el programa televisivo El Aguante, que exhibía esa “cultura del aguante” a la que refería Scher, la terapia jugó un rol determinante para su decisión de contarlo.
En esa tónica también lo piensa el licenciado en Psicología por la Universidad de Buenos Aires (UBA) Facundo Cimarelli (MN 73619). Para el terapeuta, que de adolescente hizo inferiores en Defensores de Belgrano, el hecho de que el periodista deportivo no revele de qué cuadro es tiene que ver con la idea de mostrarse como profesional completo, como aquel que no tiene fallas ni rupturas. “‘No te voy a decir de quién soy hincha’ o ‘no soy hincha de ningún club’ es propio de quien se hace ver y escuchar como aquel que no participa de la dialéctica subjetiva y se ilusiona con ser ideal”, suelta.
La pregunta hacia el analista se impone: ¿Cómo es posible romper con dicho ideal ilusorio de completitud?
El licenciado indica que ello puede lograrse en la medida que el comunicador se posicione como sujeto. Aclara, en efecto: “Para eso deberá correrse de la mirada del otro. Esa mirada que anuncia que si sos de tal club no sabés nada, que nunca vas a hablar bien de tu clásico rival o que siempre vas hablar bien de tu club. Eso inhibe y paraliza. Ubicarse como sujeto implica verse con deseos, fallas, rupturas y angustias, y a partir de ahí sí queda habilitada la posibilidad de desear; en definitiva, de decir ‘soy hincha de tal club’. Cuando el deseo aparece, aparece la vocación y las más magníficas producciones singulares”.
Cuando es al revés: de hincha a periodista
Gastón Julián Gil es doctor y magister en Antropología Social, licenciado en Ciencias Sociales de la Comunicación e investigador del CONICET. También es hincha de Peñarol de Mar del Plata, uno de los dos clubes de baloncesto más representativos de la ciudad. Solo en un momento de su vida ejerció el periodismo, cuando trabajó en un diario. Durante ese tiempo, la ecuanimidad que demandaba la situación pausó el sentimiento: “Yo seguía siendo hincha de Peñarol, pero al estar trabajando en el diario, compartir viajes y realizar ciertas prácticas profesionales, tomé esa distancia. Recuerdo que me resultó bastante natural. Es posible hacerlo en fútbol también”.
Tomando como parámetro su experiencia (que desde su campo de estudio llama “vivencia autoetnográfica”) entiende que resultaría conducente poner en suspenso o no sacralizar algunas afirmaciones relativas a la identidad de la persona y el club: “Es la teoría nativa, así es como las personas nos vemos, pero muchas veces los fenómenos funcionan de otra forma, bajo otros parámetros, y ese club se puede cambiar y esas identidades se pueden poner en suspenso, aunque eso esté por fuera de las creencias más importantes de nuestra sociedad”. Por si acaso, aclara: “Cuando dejé la actividad de periodista volví a ir a la cancha como antes”.
En esa inteligencia, su colega Bundio esboza un cuestionamiento hacia la premisa inicial de la que parte este trabajo; esto es, la relación entre el hincha y el club en términos identitarios. Explica que, como en todo, existen matices, por lo que sostener que en todos los casos el vínculo del simpatizante con el equipo es de marcada intensidad constituye más un prejuicio que un dato: “Primero debemos partir de que no todos tienen una identificación tan fuerte como hinchas, y que es posible disfrutar del futbol sin tener un grado de identificación alto. En segundo lugar, pienso que la palabra ocultar también indica que está mal ser periodista y ser hincha, lo cual no es correcto. Es posible hacer análisis deportivos objetivos y ser un profesional intachable y, al mismo tiempo, se puede ser hincha”.
¿La develación del misterio puede traer consecuencias en el mercado laboral?
La mayoría de los entrevistados opina que poner sobre la mesa la cuestión identitaria no resulta un factor de incidencia en el plano laboral.
Un ejemplo claro es el que trae a colación Ladaga: “Yo hice las campañas de All Boys, de River y de San Lorenzo, y si bien no soy hincha de ninguno de los tres, nunca tuve la necesidad de decirlo ni tampoco me lo cuestionaron. Tampoco considero que haber sido hincha de esos equipos me hubiere representado algún beneficio o dotado de alguna virtud más a la hora de informar”.
Ese también es el pensamiento de Burgo, aunque advierte que quizás algo haya tenido que ver su confesión para que le haya surgido la posibilidad de hacer streams o columnas relacionadas al conjunto de Núñez, o de publicar otros nuevos libros de River que vieron luz después de haberse “liberado”.
Orellano trabaja en medios convencionales y en los “no tan convencionales”. Desde su visión, el mercado hoy busca una manera de hacer periodismo en la cual “…el hecho de mostrarse como hincha termina beneficiando al periodista porque lo dota de una forma particular de expresarse o comunicarse con el otro”. En ese sentido se enrola la postura de Merlo: “En cuanto al mercado laboral, creo que eso es subjetivo, porque hay quienes han blanqueado de qué cuadro son y quizás tuvieron más propuestas de trabajo”, apunta, para reforzar esa idea.
Leonardo Chicho Zárate trabaja en televisión y en radio. Él no revela de qué cuadro es porque, entiende, ello podría incidir negativamente en su trabajo, más precisamente en lo que califica como una de sus “tareas principales”, que consiste en cubrir entre tres y cuatro partidos por fin de semana desde el campo de juego, pegado a la línea de cal. Amén de ello, encuentra cierto beneficio en la decisión tomada por quienes develan su pasión: “En los últimos años se estila más el hecho de generar contrapuntos periodísticos entre los principales clubes. Esto hizo que más periodistas identificados con distintos clubes hayan encontrado un lugar en los medios nacionales”.
Hay quienes ven un peligro en la revelación. Es el caso de Apo, cuya opinión sobre el asunto es tajante: “No me gusta nada que los jóvenes periodistas de radio y televisión digan de qué equipo son, porque han perdido trabajos por eso”. Comenta que, en algunas radios en las que estuvo, las autoridades han evaluado ese tipo de casos y han optado por no contratar a relatores o comentaristas para evitar inconvenientes en las canchas. “Una cosa que me da mucha bronca porque se trata, muchas veces, de profesionales muy valiosos”, reflexiona.
Mancuso aporta algunas cuestiones a tener en cuenta: primero, que “hoy en día la gente en las redes sociales es muy salvaje”; segundo, que no tiene el mismo impacto para el público en general ser hincha de los denominados “equipos grandes” o de los otros, que “caen más simpáticos”. Para describir esta última opinión remite a un ejemplo personal: “No es lo mismo ser hincha de Boca o River que ser hincha de un club más de barrio, más familiar. Por ejemplo, cuando digo que soy hincha de Argentinos Juniors, todos me miran con buena cara. En cambio, cuando un periodista dice que es hincha de San Lorenzo, la mirada cambia. Es distinto que la información de River la diga un hincha de Boca, a que la diga un hincha del Bicho”.
EL ENCUBRIMIENTO
¿Es siempre posible encubrir el sentimiento? No siempre. En algunos casos sí, como lo hace Apo, quien a pesar de que a menudo se topa con gente que no le gusta desconocer de qué cuadro es él, refiere haberlo llevado siempre con naturalidad. “‘Dígamelo a mí, yo no se lo digo a nadie’ y esas cosas me dicen. Lo atravesé durante todos los tiempos”.
En otros, pareciera que por más ensayo que se intente por disfrazarlo, el enigma se termina por develar. “Hay periodistas que no dicen de qué equipo son hinchas y se les nota más, y son más imparciales que algunos que decimos de qué equipo somos. Se nota mucho aquellos que son de un equipo y no lo dicen”, sincera Burgo.
“Entiendo y comparto aquel que no lo quiera decir, pero hoy todo está bastante exacerbado y uno puede darse cuenta fácilmente, siendo consumidor de radio, televisión o streaming, de qué cuadro es la persona de que te está hablando. Son muy pocos aquellos que lo esconden bien”, dispara Orellano. Uno de los métodos para detectar el secreto encubierto es aquel que Gil considera, opera consciente o inconscientemente desde el plano emocional: “Como siempre va a haber sesgos, a veces el sesgo hace que el periodista sea mucho más riguroso con el equipo del cual es hincha, justamente porque se está cubriendo”.
LAS NUEVAS CAMADAS DE PERIODISTAS DEPORTIVOS
¿A medida que desembarcan las nuevas camadas de comunicadores (incluso en los “medios no convencionales”) se abandona cada vez más la idea de ocultar sus condiciones de hinchas?
En este punto pareciera existir un consenso entre los entrevistados. A partir de lo conversado con ellos, daría la sensación de que las nuevas camadas no seguirían con la práctica de las generaciones anteriores, en el que la distancia entre la profesión y el sentimiento hacia determinado club tenía un rol protagónico en aras de garantizar la ecuanimidad.
“Noto que las nuevas camadas tienen menos pruritos a la hora de blanquear estas cosas. No las veo ni bien ni mal, son decisiones personales. Sí creo que es una tendencia del periodismo más joven”, comenta Merlo. Un futuro similar es el que vaticina Della Paolera, quien relaciona el nuevo fenómeno con el avance tecnológico y las nuevas formas de comunicar: “La creación de nuevas plataformas que permiten que distintos jóvenes profesionales se inicien en el periodismo hace que se muestren con mayor espontaneidad y hayan roto con ciertas barreras o pruritos que había años atrás. Cada vez son más los periodistas que blanquean y comprueban que eso no les trae ningún perjuicio. A su vez, eso hace a que cada vez se animen más”, cierra.
Con argumentos similares y desde la experiencia de su trabajo en el programa que se emite por un canal de YouTube, Orellano no sólo llega al mismo pronóstico que su colega, sino que, además, abraza el cambio de paradigma: “A corto o mediano plazo se va a saber fehacientemente el cuadro del que es hincha cada periodista, y lo veo como algo positivo porque los streaming descontracturan eso. Hoy en día, el hincha se está volcando cada vez más a los streams, a los canales de YouTube o los medios no tan convencionales, y con las nuevas camadas y en la forma en la que están planteados los programas, la situación está dada para que eso suceda”.
La mirada antropológica de Bundio asocia esta circunstancia a la idea de “autenticidad”, muy ligada a las nuevas formas de comunicación. “Estamos en una era donde el consumidor elige qué consumir y qué no. Hoy tenés la posibilidad de elegir entre múltiples opciones, y vas a tender a elegir seguir comunicadores que expresen tus ideas y sean hinchas de tu equipo, porque es más fácil identificarte con ellos”. No obstante, el investigador aclara que lo importante radica en que el objeto de consumo (en este caso el programa o el periodista) sea honesto sobre lo que comunica y sobre quién es.
Scher trae a colación, a los fines explicativos, un postulado del filósofo alemán Carlos (Karl) Marx. Menciona que el pensador decía que la experiencia (praxis, según cómo se traduzca) determina a la conciencia. “¿Qué quiere decir esto?”, pregunta. Y se responde: “Que aquello que vivimos se nos vuelve aquello que interpretamos, que pensamos, que somos. Es difícil pensar por fuera de la experiencia. Entonces, si se vuelve una praxis naturalizada ubicarse en el lugar de decir de qué cuadro se es hincha, se naturalizará o se extenderá dicha práctica. Eso no quiere decir que esté bien ni que esté mal”. De ahí que, dice, en la medida en la que sea costumbre develar la identidad de ser hincha, esa praxis se multiplicará, fundamentalmente si lo hace gente muy referencial, aunque reconoce que eso no quiere decir que se esté avanzando o retrocediendo. “A lo sumo será sólo la instalación de una nueva praxis, de una nueva experiencia, de una nueva moda. En definitiva, son batallas culturales, construcciones de sentido”, finaliza.
CONCLUSIÓN
Se ha intentado ahondar en la temática planteada a partir del testimonio de diversos periodistas, con disímiles opiniones y posturas. A su vez, se han complementado las visiones del fenómeno con otros enfoques: el campo de la antropología y el de la psicología. Por último, se ha echado mano a las fuentes documentales y de archivo.
En primer término, debe señalarse que el diagnóstico de los periodistas sobre el asunto es, tanto para los que revelan de qué equipo son como para los que no, muy similar: la sociedad futbolera tiene incomodidades con saber de qué clubes son los comunicadores. Es esa la primera conclusión.
Otro punto a destacar es que pareciera ser que la confesión de la pasión no incide –al menos negativamente- en el plano laboral, sino todo lo contrario; la revelación traería aparejada la apertura de mayores puertas en el mercado. No obstante, no hay que soslayar que las mayores dificultades se les presentarían a aquellos que tienen que asistir periódicamente a las múltiples canchas del país y están en contacto permanente con el calor y las emociones tribuneras.
No existe entre los profesionales una animadversión o enojo hacia el que, en la disyuntiva de dar a conocer o no los colores por los que hincha, opta por una decisión distinta. Muy por el contrario, a partir de las entrevistas se ha notado cierta empatía, entendimiento y comprensión; no solo hacia el colega sino también hacía el grado de complejidad de la problemática.
En ese sentido, se ha notado que los cronistas que mantienen en reserva su filiación futbolística, emparentando dicho acto con cuestiones ligadas a la profesionalidad, han manifestado en oportunidades su reconocimiento en ese terreno a periodistas que sí cuentan por quienes hinchan. Marcelo Rosasco destacó “cómo hacen su laburo con una dignidad y profesionalidad única” trabajadores como Alejandro Fabbri, Eduardo El Polaco Caimi y Ariel Scher, confesos hinchas de Platense, Independiente y Racing, respectivamente. Este último también distinguió la tarea de colegas que se enrolan en la postura contraria: “Hay periodistas de muchos años que nunca dijeron ni dicen ni dirán de qué club son hinchas, no lo sabemos ni sus amigos y han hecho grandes laburos”.
Ello permite reflexionar acerca de qué tan importante es conocer la identidad futbolística del informante, puesto que, la confesión de ésta (por sí sola) en nada influiría a los efectos de evaluar su objetividad o credibilidad. ¿Cuándo sí están en jaque esas cualidades? Cuando la objetividad es superada por el fanatismo y, como apunta Rosasco, lleva al profesional a una ceguera axiológica de los valores, a una condescendencia fanática hacia su equipo y, al mismo tiempo, a una negación absoluta de las bondades del rival: un combo letal que quebranta el grado de credibilidad hacia el comunicador.
Ahora bien, partiendo de esa lógica compartida entre los entrevistados al describir el riesgo en el que se podría incurrir, cabría de preguntarse si aquellas cuestiones (que atañen a la ética, a la falta de profesionalismo y a la parcialidad) no tienen más que ver con ser un “mal periodista” que con la discusión sobre si el profesional devela su afecto hacia tal o cual club.
Quizás, en los tiempos que corren, el futbolero ya no tenga que indagar acerca del club por el cual simpatiza el periodista porque eso ya no resulte crucial para merituar la objetividad del profesional. Tal vez hoy ese riesgo en la honestidad periodística provenga de otros intereses. “Es obvio que todos los periodistas son hinchas de algún equipo. Que lo digan o que no, la verdad que a mí ya no me cambia tanto. Además, hay muchos más intereses por detrás, por lo que saber de quién es hincha yo no lo veo hoy como un factor tan importante”, ilustra Burgo, que conoce bien el paño ya que supo estar en las dos veredas, y hoy cree que el meollo de la cuestión pasa por otro lado. Quizás sea ésta la punta del ovillo desde donde se deba continuar explorando.
Por otro lado, uno de los grandes aportes de los entrevistados ha sido el cuestionamiento esgrimido por los antropólogos Bundio y Gil acerca del camino emocional – profesional del que parte este trabajo, o al menos sobre el alcance de la identificación o su grado de intensidad, que no siempre se presenta de una forma tan arraigada. Dicho en otros términos, que la unión del hincha con el club no siempre constituye un rasgo identitario, aún para quienes aman el fútbol. Se ha explicado también que “ese club se puede cambiar y esas identidades se pueden poner en suspenso”. Gil plantea que desde el campo de la antropología de las Ciencias Sociales se podría realizar una investigación rigurosa en la que se analicen las trayectorias de un determinado conjunto de periodistas y, de esta forma, ver cómo los comunicadores han lidiado con la cuestión. Queda la invitación sobre la mesa.
Como corolario, corresponde señalar otra impresión: entre las posturas de los entrevistados hay más puntos de encuentro que diferencias, independientemente de su manifestación en torno al club de sus amores. Una de ellas tiene que ver con la mirada a futuro: las nuevas camadas y los nuevos medios de comunicación rompen con las tradiciones anteriores y, como enseña Gil, “crean un nuevo paradigma de ética”. Tal como sostiene Scher, este cambio no representa ni un avance ni un retroceso, sólo muestra una nueva praxis naturalizada que también podrá verse modificada a lo largo del tiempo y que, en definitiva, tiene que ver con disputas culturales y construcciones de sentido.
En una de esas, la frase del personaje de ficción caracterizado por el actor racinguista no evidencie una verdad absoluta. Lo obtenido a partir de la voz de los protagonistas y especialistas en las relaciones entre el ser humano, la cultura y la sociedad, quizás permita encontrar matices que la controvierten. Sin embargo, existe una certeza: a ninguno de los periodistas se le pasa por alto un partido de su equipo.