Por Emilse Torres
En el gimnasio del Club Atlético Huracán, se respira una historia única, tejida por los hilos del deporte y la leyenda de un hombre que trascendió el boxeo argentino: Oscar Ringo Bonavena. En la actualidad, ese lugar está lleno de jóvenes promesas que, al igual que Ringo alguna vez, comienzan a forjar su camino entre guantes y sudor. Giuliano Canonigo, uno de los púgiles del club, lo resume en una frase cargada de admiración: “Este gimnasio es de él”. Refiriéndose al espíritu del boxeador que aún parece recorrer cada rincón.
Carolina Ferrari, una joven boxeadora, no puede evitar emocionarse al recordar que pisa el mismo suelo que alguna vez pisó Ringo: “Me genera algo muy lindo porque es historia; él entrenó acá al igual que nosotros”. Para Carolina y muchos otros, cada entrenamiento es más que una rutina física: es una forma de conectar con el legado de Bonavena, de formar parte de una tradición que excede el deporte y toca la fibra más profunda del corazón de Huracán.
Federico Grandone es un boxeador profesional del club y comparte el mismo sentimiento: “A nosotros nos genera orgullo representar a Bonavena a través de Huracán”. En estas palabras resuena el eco de una pasión que une generaciones de deportistas bajo el mismo techo.
El actual director técnico, Juan Gómez, conoce ese orgullo desde muy joven. Con tan solo 16 años, comenzó como alumno en el gimnasio del club. Poco a poco, fue puliendo sus habilidades, pero también aprendió a ser parte de una comunidad que no solo le enseñaba a boxear, sino a vivir el deporte con el compromiso y la entrega que lo caracteriza. Bajo la tutela de Oscar Trotta, quien falleció en 2020, y del Cata, que aún continúa como profesor, Juan forjó su carrera hasta llegar a ocupar el puesto de director técnico.
Bajo la dirección de Gómez y su equipo técnico compuesto por Pablo Rodríguez, Cata, Nicolás Lafuente, Hernán Casasola y Nicolás Rebequi, el gimnasio de Huracán sigue siendo una cuna de boxeadores talentosos. Entre ellos, destacan figuras como Uriel Ríos, Franco Rodríguez, Miguel Molina, Dylan Canteros, Leandro Álvarez, Joaquín Vía y Santiago Borrajo, quienes compiten en exhibiciones y torneos federados, manteniendo viva la llama del boxeo en el club.
Bonavena y Huracán, un amor que empezó en el trampolín de la pileta de San Lorenzo
La historia comienza de manera casi anecdótica. A los 12 años, Bonavena era socio del Club San Lorenzo de Almagro, donde practicaba natación y levantamiento de pesas. Sin embargo, su pasión por las bromas le terminó jugando en contra. Durante una de sus visitas a la piscina, decidió pararse en el trampolín y orinar hacia las piletas, un gesto que le costó caro: el club le revocó su carnet de socio.
Por una cuestión de cercanía geográfica, Ringo decidió cambiar de club y comenzó a frecuentar Huracán. Lo que empezó como una elección práctica se transformó rápidamente en una conexión emocional. Con el tiempo, no solo se convirtió en un ferviente hincha del Globo, sino que también asistía a los partidos de fútbol, como uno más en la hinchada. Incluso después de enfrentarse al mítico Muhammad Ali en 1970, Bonavena no dejó de lado su amor por Huracán. En 1973, durante la dirección técnica de César Luis Menotti, el equipo de fútbol de Huracán era una sensación, y Ringo no se perdía ningún partido, alentando desde las tribunas.
Su vínculo con el club fue más allá del deporte. Ringo supo ganarse el cariño de los hinchas cuando se involucró en la compra del talentoso futbolista Daniel Alberto Willington, un gesto que lo consolidó como un ícono entre la gente de Huracán.
La memoria de Ringo Bonavena está presente de manera tangible en el estadio Tomás Adolfo Ducó. El 5 de mayo de 2019, una de las dos estatuas en su honor fue descubierta, un reconocimiento más que merecido para alguien que dejó una huella imborrable en el club. Pero no es la única imagen de Bonavena en el estadio. En una de las plateas, se erige una figura del boxeador en un tamaño exagerado, donde parece mirar hacia la hinchada y hacer una mueca de desafío, tal como lo hizo durante una conferencia de prensa con Muhammad Ali.
Esta escultura captura la esencia de Bonavena: irreverente, desafiante, pero siempre carismático. Para quienes lo conocieron, y para aquellos que solo oyeron sus historias, Ringo sigue siendo un símbolo de lucha, perseverancia y, sobre todo, de amor incondicional por Huracán.
El gimnasio de Huracán sigue vivo, lleno de jóvenes que sueñan con seguir los pasos de Ringo Bonavena. Cada golpe al saco, cada paso en el cuadrilátero, es un homenaje al hombre que alguna vez llevó el nombre del club a lo más alto del mundo del boxeo.
Todos los que entrenan en este mítico espacio saben que están escribiendo sus propias historias, pero también son conscientes de que Ringo siempre será parte de ellas. El boxeo, no es solo una cuestión de puños, es una cuestión de corazón. Y en Huracán, el corazón sigue latiendo fuerte, con cada golpe resonando en el legado de Ringo Bonavena, el eterno hincha del Globo.