Por Paula Prieto
Taekwondo. Tae: acción de pie, Kwon: acción de mano, Do: camino. Proveniente de Corea, este arte marcial es una cultura aparte. Cada movimiento, cada elemento de este deporte tiene un significado, nada está escrito porque sí.
Como lo dice su nombre, el camino del puño y la patada se puede observar en los niños, jóvenes, adultos, mujeres, hombres, que caminan por cada rincón de la Argentina vestidos con una misma vestimenta, el dobok (vestimenta o traje que se usa para practicar taekwondo) que refleja el espíritu del país oriental y la tradición de esta disciplina. La comunidad en el país cada vez crece más y se ve plasmado en la cantidad de presencias argentinas que hay en diferentes competencias internacionales como Juegos Olímpicos, Paralímpicos, Panamericanos, Mundiales, entre otros. Pero como todo en este mundo, hay un comienzo, que si no existiera, esto no podría ser posible. Existe un hombre que fue pionero y que pasó las peores batallas para formar parte de la historia del deporte argentino y sudamericano: el Gran Maestro Han Chang Kim, maravillosa persona que demostró en su vida una constante perseverancia, como nombra uno de los cinco principios del taekwondo (cortesía, integridad, perseverancia, autocontrol y espíritu indomable), a pesar de cada obstáculo y situación difícil que se le cruzó en el camino.
Un sábado a las 10 de la mañana en Lucio, restaurante conocido por sus pizzas y pastas pero al que el Gran Maestro le gusta asistir para desayunar, Kim está sentado en una de las mesas con vista a la Avenida Raúl Scalabrini Ortíz. En sus manos tiene un cortado y sobre la mesa un plato con una medialuna que lleva más almíbar de lo normal, los mozos lo conocen desde hace años y saben que es lo que más le gusta. A veces cambia y se pide un tostado, pero nunca varía de esas dos opciones.
“Tengo 84 años acá pero en realidad tengo 85”, comenta luego de un sorbo de su café.
La mayor parte de veces que se lo preguntan eso es lo que contesta pero ¿por qué? ¿Por qué comenzar con esto? Para entender las distintas culturas hay que empezar por el principio y así poder comprender el gran cambio por el que pasó cuando se encontró con un país completamente diferente al suyo. Por el sistema tradicional de “edad coreana” los bebés ya nacen con un año debido a que cuentan los 9 meses de gestación dentro del vientre de su madre.
Así es como el 28 de septiembre de 1939, con un año de edad y siendo el sexto de siete hermanos, nació Han Chang Kim en Haolbin, Manchuria, una región de China en la que vivía una colonia coreana. Desde ese momento ya comenzaba una vida llena de superaciones, sólo 27 días antes de su nacimiento había empezado la Segunda Guerra Mundial y pasó sus primeros cuatro años en una situación que ningún niño debería pasar.
“El siempre nos cuenta lo que le pasó de chico en la guerra. Eso es una enseñanza de vida, muchas veces nos hacemos problemas por cosas insignificantes comparado con lo que él vivió”, especificó Jorge Prieto, alumno de Enrique Eiriz, segundo cinturón negro de la Argentina y de los primeros alumnos de Kim, y profesor de la Escuela Marcial de Taekwondo reconocida por el Maestro.
Cuando terminó la guerra en 1945, Kim con sus padres y sus hermanos, regresaron a Corea, dónde vivieron en diferentes pueblos ya que su padre trabajaba de forma itinerante.
A sus 12 años vivió en carne propia y con más consciencia lo que fue la Guerra Civil de Corea que duró desde 1950 hasta 1953.
“La vida en la zona de guerra, como ahora en Ucrania, es miserable. Los civiles tienen que escapar de alguna manera para no morir. Además, cuando uno retrocede, quema todo para que no lo aproveche otro enemigo, entonces los que viven ahí se mueren de hambre”, explica Kim retrocediendo en sus recuerdos.
De alguna manera ellos tenían que buscar dónde y cómo vivir. Buscaban sitios en las montañas y exploraban lugares para encontrar verduras. Muchas veces, la única comida que podían ingerir los terminaba intoxicando. Los soldados americanos de las fuerzas armadas que apoyaban a Corea del Sur hacían un pozo para tirar el resto de la comida abundante que ellos tenían y basura en general. Como no tenían nada de comer, cada niño de 11/12 años esperaba en un lugar diferente, rodeando el pozo, a las 6 de la mañana de cada día hasta que tiraban la comida y ellos podían correr para agarrarla. El primero que llegaba era quien se lo quedaba, el compartir no existía en esa situación.
“Tiraban chocolate, galletitas. El chocolate que comíamos existe acá, a veces voy y lo compro porque me recuerda a eso”, confirma Kim riendo como si nunca lo hubiese vivido.
A pesar de que una vez con su familia tomó una sopa con carne de cerdo podrida que había conseguido y estuvieron intoxicados por tres días, sin remedios, al borde de morir, pudieron sobrevivir en los días de guerra. Su padre, que se encontraba en el sur de Corea, pudo llevar un camión del ejército y así escapar al sur con su familia. Allí consiguieron una casa en la que no vivían de la mejor manera pero sí lejos de la zona de guerra.
“Vivimos como mendigos unos años. A veces íbamos a las montañas para conseguir algo o buscábamos cerca en lugares que producían papas, algo encontrábamos. En el mercado de pescados también pero todo estaba en mal estado, era muy difícil”, recuerda el introductor del taekwondo en Argentina su época cerca del Puerto de Busan.
Con mucho esfuerzo, pudo entrar a una difícil secundaria o también llamada educación intermedia ya que allí se la conoce como Middle School, en la que se destacó como alumno. En ese momento todavía no practicaba el deporte en el que años después se volvería introductor del mismo en un país, sino que se dedicaba al béisbol.
No pasó mucho tiempo hasta que con su familia pudieron volver a Seúl, en donde a los 16 años comenzaría el camino que le cambiaría la vida. Sus primeros pasos en taekwondo los dio en el gimnasio Chung Do Kwan. Allí el instructor principal y mentor de Kim fue Park Hae-Man, además de sus otros dos Maestros Duk Sung Son (autor del libro Karate Coreano que escribió con Robert Clark y muy difundido en la Argentina) y Un Kyu Um. Al principio le gustaba pero le costaba mucho debido a que las enseñanzas en aquella época eran distintas. No solo las clases eran estrictas sino que también los profesores enseñaban con golpes.
“Tenía que aguantar de todo. Una vez un mayor me dio una patada dollyo chagui (patada circular) y el ojo me quedó así”, dijo haciendo un gesto con la mano que indicaba que lo tenía hinchado. “Casi se me salía el ojo y casi un mes estuve para que se me curara. Pensé que me iba a quedar ciego pero se salvó”, rememora Kim.
Pablo Fudim, alumno directo del Gran Maestro y profesor en la Escuela Nacional Han Chang Kim, en 2023 lo acompañó a Corea, luego de años de que Kim no visitaba su país. Allá pudo entender cómo era su profesor de jóven, gracias a su familia, y desde una perspectiva diferente a la suya.
“¿Sabés qué? Yo tengo una perspectiva de quién es el Maestro. Pero en ese viaje a Corea, yo conocí a sus compañeros de conscripción, a sus hermanos, a su hermana, a sus primos, a sus cuñados, entre otros. Preguntarle los inicios del Maestro Kim a alguien de Argentina, es imposible. Por eso, yo tuve la suerte de conocer a los compañeros de él que decían que era muy aplicado, que no faltaba nunca, que era el más predispuesto a aprender y que era el que se quedaba hasta más tarde. Él le dedicó todo su tiempo y todo su intelecto a esto, además de que estudiaba al mismo tiempo”, comentaba Fudim recordando los lindos momentos de su viaje.
Con el paso del tiempo, cuando llegó a la Universidad, Kim estudió la carrera de Relaciones Internacionales (Ciencias Diplomáticas) en la Hanguk University of Foreign Studies, especializándose en español, pero tuvo que dejar los estudios a la mitad para asistir al servicio militar obligatorio. Mientras tanto, él ya se había recibido como cinturón negro 1er dan. La duración en el ejército era de tres años pero los estudiantes universitarios podían hacer la mitad, un año y medio. Cuando se anotó, tuvo que ir a la frontera y allí pasó 547 días y 12 horas, como dijo él, sufriendo como loco.
“En tres minutos tenías que comer todo rápido, sino come, mala suerte. Llegué a aguantar hasta 23 grados bajo cero”, cuenta mientras trata de hacer memoria. “Al principio había un equipo especial en la frontera y el capitán que dirigía ese ejército me obligó a darles clases de taekwondo a los soldados. Ahí me salvé, dando clases no me pegaba más”, concluyó.
Cuando terminó el tiempo estipulado, Han Chang Kim pudo volver a retomar sus estudios y sus clases de taekwondo, lo que hizo que pudiera recibirse de licenciado en el año 1966. Ese año, dos íntimos amigos suyos que tenía desde la secundaria estaban en Argentina. Habían viajado como mochileros haciendo dedo por 8 meses para visitar a Mercedes, una amiga de uno de ellos que vivía en Alta Gracia, Córdoba y que se comunicaban por cartas, muy diferente a la comunicación instantánea que hay hoy en día. Al principio, Kim había sido invitado por ellos pero decidió priorizar sus estudios por encima del deseo de viajar y conocer un lugar nuevo.
Luego de acabar con su carrera, en 1967 comenzó a hacer los trámites para poder viajar a Argentina y quedarse a vivir acá. Uno de los elementos que necesitaba era una Visa y en Corea no había un consulado, así que a partir de ese hecho comenzó una aventura en busca de poder viajar al país. Primero tomó un barco a Holanda, pero lo encontraron sin la Visa, así que decidió ir a Hong Kong. Allí le dijeron que no podía hacerla y que tenía que ir a Oklahoma, como no lo podían llevar, trató de conseguirla en Singapur, donde la respuesta fue la misma que recibía una y otra vez.
“Yo pedía por favor que me llevaran a Argentina porque yo no podía volver más a Corea”, cuenta el actual cinturón negro 9no dan y más graduado de Argentina.
También pasó por África en donde tampoco pudo, hasta que llegó a Río de Janeiro y pudo hacer los trámites necesarios para entrar al país como turista por tres meses.
Anteriormente, había nombrado en su gimnasio la travesía que quería hacer y fue luego de ese momento cuando el General Choi Hong Hi, reconocido como el Fundador del Taekwondo y presidente honorario del gimnasio de Kim, lo contactó para enseñarle el estilo de la International Taekwon-do Federation (ITF) que había establecido el año anterior. La federación se encargaba de difundir el estilo en el extranjero así que el Gral. Choi lo entrenó en su casa por ocho meses, con las formas (tul) que él había creado, no con las japonesas que se hacían en Corea, y lo mandó a Argentina con la orden de difundirlo. Siendo cinturón negro 4to dan, se comprometió y prometió hacerlo. Por dos meses viajó en el carguero holandés Bois Vian donde conoció a Nam Sung Choi y Kwang Duk Chung, quienes se dirigían en primera instancia a Paraguay y con quienes acordó la misión de transmitir el espíritu de taekwondo una vez que llegaran al país. Es así como el 22 de junio de 1967 pisaron Argentina por primera vez con el objetivo principal de enseñar, como se conocía también en ese momento, Karate Coreano, y se convirtieron en los primeros en introducir el deporte en toda Sudamérica.
“Nosotros empezamos en el gimnasio de Norberto Áspera en Ramos Mejía. Él era profesor de judo y me prestó 4/5 alumnos para poder enseñarles. No era fácil enseñarles porque no conocían el taekwondo. Áspera nos invitó para hacer una exhibición en un Campeonato Juvenil de Judo, duró más o menos media hora y les gustó. Habían muchos profesores con gimnasios y fueron ellos quienes nos los ofrecieron para poder dar clases”, comenta Kim con alegría.
De a poco fueron armando las clases y cada vez se sumaban más personas con ganas de aprender este nuevo arte marcial. Cada alumno traía a sus amigos y así sucesivamente, hasta que en 1973 se estrenó la película Operación Dragón, protagonizada por Bruce Lee, y comenzó a tener una cantidad de alumnos que ni él lo hubiera imaginado. Cada día hacía 11 turnos, desde las 11 de la mañana hasta las 23 horas, todos de corrido y en diferentes gimnasios.
“Mi gimnasio central era en Pasteur. Una vez le pregunté a la secretaria cuántos alumnos tenía por mes, yo nunca preguntaba, y me dijo que tenía en uno solo 438 alumnos”, contestó Kim sorprendido.
Como profesor era estricto, si se portaban mal los echaba. El Gran Maestro explicaba que en esa época no era deportivo, era todo marcial. Utilizaba maneras de enseñar que en la actualidad ya no existen como marcar las posiciones con la caña (empuñadura) de un Chokuto, katana japonesa, en los pies.
“Primero nos hacía hacer muchos ejercicios de movilidad, en los que recién arrancábamos, y posiciones básicas, nos mataba con la forma. Hacíamos muchos ejercicios de piso, patear desde el piso, sentados o acostados. Era como que vos primero te hacías amigo del piso, conseguías movilidad, y de a poquito te ibas irguiendo”, aseguraba Fudim.
También era impactante verlo tanto a él como a los demás profesores coreanos mostrar los movimientos que querían enseñar. “Veíamos al profesor muy serio y de muy pocas palabras, con solo gestos lograba que todos lo obedecieran. Cuando mostraba una técnica era increíblemente veloz y preciso. No sé muy bien cuál era su don pero era pura energía coreana y no podía entender qué era lo que me atraía tanto. Tal vez porque un día lo vi corriendo por la pared, saltando por encima de alumnos que lo rodeaban o que sus piernas eran increíblemente flexibles llegando a milímetros de donde apuntaba”, recordaba Horacio Macchi, director técnico de Poomsae (Formas) de la Confederación Argentina de Taekwondo.
Como persona siempre se distinguió del resto de profesores coreanos. Él era muy cercano a varios de sus alumnos y se preocupaba por sus vidas personales.
“Mirá, Kim no se acuerda de muchas cosas porque está grande, pero Kim hasta me ha dado plata. Cuando yo era estudiante, y por ahí le decía que quería buscar un trabajito de medio tiempo para ir, hasta me dio guita”, mencionaba Gustavo Somoza, uno de los primeros alumnos del Gran Maestro.
“Yo conocí a Kim en un torneo. Cuando no lo conocés, mucho no te acercás por respeto pero igual me pareció re ameno, me pareció una persona que era para nada soberbia, una persona que se acercaba a la gente y te trataba muy bien. Era muy diferente al perfil del artista marcial teniendo en cuenta que había conocido a Choi Hong Hi. En los seminarios uno no se podía ni acercar a él y no podías dirigirle la palabra. Por eso, en ese momento Kim me mostró un perfil completamente distinto, era alguien que no tenía problema, que conversaba con cualquiera sin importar la graduación, así que me pareció grandioso ya el primer día que lo conocí”, dijo Fernando Abad, profesor de la Escuela Phoenix y alumno directo de Enrique Eiriz.
Además, no solo es una persona de una cultura diferente, en donde el respeto prevalece ante todo, sino que también es una persona llena de valores y enseñanzas.
“Yo creo que es un buen tipo, un diamante en bruto y una persona a valorar, así es la mejor manera de definirlo. Yo creo que las cosas buenas que le vi y las cosas buenas que dejó en mí son mucho más importantes que los errores. Es otro sentimiento, pero es como un papá para mí, un papá de la vida. Es una persona que me mostró otra faceta de la vida y que me hizo amar mucho algo”, destacaba con felicidad Somoza y agregaba una anécdota que demostraba lo diferente que Kim era al resto de coreanos. “Una cosa que me acuerdo mucho es que en la época que nosotros empezábamos a enseñar, él nos daba clase los sábados a la mañana a diez alumnos, que éramos segundos y terceros danes en ese momento. Y después nos íbamos a almorzar con cuatro alumnos de él. Siempre pagaba él. Siempre. No había vuelta y no había caso. Pero un día fue el papá a almorzar con nosotros y Kim se acercó y me dijo en secreto ‘Gustavo, ¿podés pagar hoy vos?’ Pues sí, no había ningún problema. Pagué. Y al otro día le pregunté porqué, a lo que él me respondió ‘Mi papá no puede ver que yo invito a mis alumnos, mis alumnos me tienen que invitar a mí’. Me shockeó pero son los valores que tenía y tiene él”, terminó Somoza.
Han Chang Kim pasó por situaciones complicadas a lo largo de sus años de enseñanza. La primera y la que más lo marcó fue la creación del estilo de la World Taekwondo Federation (conocida como WTF o WT). En 1976 de la mano del Maestro Chi Yu Um, llegó a Argentina el conflicto político que había comenzado a tener el Gral. Choi con el Gobierno de Corea. El General decide exiliarse a Canadá y llevarse consigo la ITF, su estilo, fuera de la Korea Taekwondo Association y desconociendo la autoridad de los demás maestros, lo que inició la fractura del taekwondo nacional. Choi Hong Hi había tenido un acercamiento con Corea del Norte, aún en estado de guerra, lo que hizo que Corea del Sur lo tomara como traición. Fue así como nació la WT y comenzó a ser difundida en el país. Por este motivo, Kim para mantener sus raíces en Corea del Sur y además al sentir mucha presión de la embajada de Corea en Argentina para que él se afiliara a la WT, lo terminó haciendo y le cedió su grupo de primeros cinturones negros a Choi, quedándose así con el segundo grupo.
“Fue un cambio y fue un trauma. El durante dos años no dio clases por culpa de eso. Es más, estuvo escondido en la casa, ¿entendés? Porque la embajada, hasta que no se puso de acuerdo en cómo seguía todo esto, no se quiso exponer. Puso un negocio de ropa y se fundió en esa época”, explicaba Pablo Fudim.
Años más tarde, en 1982, comenzó la Guerra de las Malvinas. Situación que hizo que el Maestro casi cerrara su gimnasio ya que la mayoría debía asistir al ejército y sólo cinco practicantes se habían quedado con él.
“Todas las clases, aprovechaba porque éramos todos blancos. Entonces, era recontra estricto. Pero recontra estricto. El que llegaba, un minuto tarde tenía que hacer 10 flexiones de brazo, o 10 sentadillas, por cada minuto eran 10 movimientos que le debías”, afirmaba Fudim.
Además por 11 años dio clases en la Policía Federal, por 2 años en la Escuela de Gendarmería y también a grupos especiales y secretos que claramente no podía ni va a poder nombrarlos.
“El taekwondo es un arte marcial. Él era el general y muchos de sus alumnos eran de las fuerzas armadas o policiales. Hoy el taekwondo es un deporte y muchos de estos modismos desaparecieron. Ahora lo practican niños y las competencias son mucho más sanas, casi no hay lesionados. Antes en las prácticas volvías con moretones, torceduras, desgarros, tabiques nasales rotos u ojos morados, pero era otra época”, declaraba Macchi.
Acá tuvo dos hijos, Verónica y Alejandro, y a pesar de que los dos hayan practicado en algún momento, ninguno siguió con la misma pasión de su padre. El resto de su familia tampoco.
Movió cielo y tierra para cumplir su objetivo y así lo siguió manteniendo por el resto de los años, hasta incluso en la actualidad. Han Chang Kim, a pesar de haber elegido un camino, transmite que el taekwondo es uno solo y pese a los conflictos que hubo y la división de los estilos, él afirma que no tiene que haber separación en el deporte y le da importancia por igual a ambas ramas del arte marcial. Siempre luchó y sigue luchando por la unidad y el crecimiento de ambos estilos en la Argentina.
“Es muy importante que él nos siga aceptando y representando en la línea ITF, porque él considera que acá en la Argentina no hay divisiones y que la división la tuvieron en Corea. Para él practicar acá WTF o ITF es lo mismo, porque cuando él vino había una sola línea y él nos sigue representando como línea ITF, obvio a los que quieren estar con él. Para él todos somos sus hijos y nietos, y su objetivo todavía es el que prometió hace años de difundir el taekwondo en el país”, mencionó con emoción Jorge Prieto.
Al día de hoy, Han Chang Kim sigue recorriendo el país y enseñando el taekwondo desde la palabra a todos aquellos que quieran aprender de su sabiduría.