Lucila Coccia @lulacoccia
Brasil representa a América del Sur y Bélgica a Europa Occidental, sin embargo los separa y los asocia algo más que un océano en el medio. Existe un enorme abismo entre las cuestiones institucionales y actuales de cada uno, pero los une el fútbol y las raíces de parte de la población. Bélgica posee una plantilla de los cuales 9 de los 23 seleccionados son afrodescendientes, entre ellos están Romelu Lukaku, Michy Batshuayi, Vincent Kompany, Dedryck Boyata y Youri Tielemans que son de origen congoleño; Marouane Fellaini y Nacer Chadli, de ascendencia marroquí; y Moussa Dembélé, maliense.
El territorio latinoamericano, por su parte, es el país con mayor afrodescendencia del mundo y eso se refleja casi de manera total en sus jugadores. Esto se debe a que entre los siglos XVI y XIX se estima que llegaron al país más de tres millones de esclavos desde África para trabajar en plantaciones de azúcar, de café y en las minas de oro.
Lo que los diferencia de los belgas en la actualidad es que en el estado brasileño se mezclaron los europeos, los esclavos africanos, y los pueblos originarios que habitaban la tierra, mientras que en la actualidad belga los matrimonios mixtos no llegan ni al 1 por ciento del total de las uniones. Ello denota la barrera y la segregación que impone la sociedad hace centenas y que perdura hasta la actualidad de manera estática.
Ambos países fomentan y padecen la discriminación racial a los afrodescendientes. En Brasil las desigualdades son enormes: el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística notó que los blancos en Brasil ganan en promedio casi el doble que los negros y en algunos lugares como Salvador de Bahía hasta 3,2 veces más. No es un dato menor que gran parte de los seleccionados, del pasado y el presente hayan crecido en los barrios más pobres y encontrado en el fútbol la única salida laboral sustentable.
Por su parte, en Bélgica dos de cada tres agencias de trabajo, las cuales se ocupan de seleccionar a los aplicantes a un empleo, admiten recibir de las empresas que las contratan instrucciones para que no elijan a extranjeros o “de piel oscura”. Quien también habla de esto es Lukaku, el delantero del Manchester United, alguien que incluso transitó la pobreza en su niñez, expresó su descontento hacia el trato que tenían los medios de comunicación para con él: “Cuando las cosas iban bien, los diarios me llamaban ‘el delantero belga’, cuando iban mal, ‘el delantero belga de ascendencia congoleña’”.
Asimismo la población belga se divide a través del léxico que adoptaron de sus países limítrofes Holanda, Francia y Alemania. Más de la mitad hablan en neerlandés flamenco, un tercio usan el dialecto francés y la minoría utiliza la lengua alemana. En las canchas, la afición reproduce cánticos desde las tres variables.
Ambos equipos logran la unión del país al cual representan, sólo por correr detrás de una pelota buscando que ésta atraviese la línea final debajo de los tres palos. Aquellos jugadores logran sobreponerse al mandato social que coloca a unos por encima de los otros para conformar un todos, los 23 y sus compatriotas. Con la esperanza de ver a su equipo levantar la copa las banderas flamean con más regularidad en las puertas de los hogares y se crea un momentum donde el nacionalismo figura como la única posibilidad de ser.