Por Mateo Sujarchuk
Disclaimer del autor: Quien traza estas líneas pretende, de alguna forma, hacer alguna suerte de similitud entre Charly García y Diego Armando Maradona. Lo intentará no sin correr el riesgo, siempre latente en el periodismo, de caer en las garras del cariño para con ellos en su conjunto. Esto de alguna manera se convierte en un descargo de responsabilidad en cuanto a alguna alerta que le salte por parte del lector, a quien potencialmente le resultará llamativa cierta falta de objetividad al respecto. Es parte de la religión, sepan disculpar, por no citar alguna declaración maradoneana, un pelín más vulgar.
6 años y 9 días. Es la distancia cronológica que distancia los natalicios de García Moreno, un 23 de octubre de 1951 y de Maradona Franco,llegado al mundo el 30 del corriente, pero del año 1960. Pregúntese, lector, no sea tímido: ¿Por qué se atreve usted como autor a comparar a un bon vivant hijo de profesor de música y con niñera personal, con un botija nacido en una casa de chapa y que si cruzaba el Puente Alsina con un tren de madera sentía que cruzaba al otro lado de las cosas? Y la respuesta no es tan compleja: resulta ser que a veces en la Argentina las cosas son así: donde cae la moneda, podés lucharla para ser ídolo popular. En base a eso me anticipo a su siguiente pregunta, querido lector: ¿Nacer en cuna de oro puede llevarte a ser ídolo popular? Y la respuesta también es simple y es: Si; porque vivir y hacer sentir representada a la masa societaria en su conjunto es una cuestión de argentinidad explícita: Diego en las más altas esferas de poder jamás hubiera renunciado a la maña criolla con la que parecemos venir al mundo del vientre de nuestras madres. Y García tampoco, eh: ¿O acaso saltar del 9no piso, pedir una Coca-Cola cuando aterrizas habiendo antes tirado un pasacasete a una pileta no es algo recontra Maradoneado?
También hay algo del orden de lo vertiginoso, querido lector, que reúne a la carrera de estas dos figuras. Como si fuera una caída de montaña rusa, Charly parecía estar un par de vagones por detrás del de Diego: en 1998 sale “El Aguante”, luego entrando en los 2000 “Rock And Roll Yo” e Influencia. El Charly incómodo. El Charly poco amable. “VÁYANSE” gritó en un Luna Park de aquella época, cuando los cables se le cruzaron y mandó a echar a sus fanáticos en medio del show del teatro. Y el Diego por esos años andaba por el Sanatorio Cantegril de Punta Del Este, sus viajes a Cuba, sus apariciones y sus silencios. Mientras tanto volaban helicópteros, los presidentes pasaban como postes, la vanguardia era así.
Y después está la cresta de esa montaña rusa: En el ‘86 la historia de Diego Armando es conocida, poco hace falta desarrollar. Y Charly 3 años antes había sacado Clics Modernos y Piano Bar. Sus dos goles del siglo. Y en el mismo año. Música del futuro. Sonidos nunca antes vistos, como de otro planeta. Y Pelusa también parecía venir de otro planeta.
Entonces la vida los lleva a encontrarse en un plató de TV: Diego y su “Noche del 10”, algo inédito donde la IA aún no ha podido llegar. Pero la genialidad sigue siendo humana, aunque parezca extraterrenal: García le firmó el muro con su clásico Say No More. Y Maradona firmó:
“Charly sos mi genio eterno”. ¿Me sigue con mi punto, estimado lector?
Y después está el asuntito de la crítica. Del dedito fácil que también es parte de nuestro ser, a veces. El argentino no está libre de pecado y es algo fantástico, porque quizá el pecado sea la cosa más arbitraria y cualunque que pueda existir. Aún así ese famoso dedito nunca dejo de posarse cual mariposa (o mejor dicho como moscardón molesto) sobre el hombro de Diego y Charly. Lo cual nos hace preguntar: ¿Che, y por casa cómo andamos? La diferencia, querido lector, entre nosotros y este par de pájaros aludidos en este humilde texto, es que las puertas de la casa de Segurola y Habana 4317, séptimo piso y la de Coronel Díaz y Santa Fe, siempre estuvieron abiertas. De forma figurativa, claro, no me malinterprete. Ni el lector ni el autor tienen la puerta de su casa figurativamente abierta (ni tienen por qué tenerla). Lo cual cierra la puerta al dedito criollo acusador.
Para ir cerrando yo prefiero honrarlos. Porque hay con qué. Porque vender la forma de ser al mejor postor jamás recorrió la voluntad de Charly o de Diego. Lo demás es cosa suya. La vida pública durante 60 y 74 años los ha ido llevando. Quien les tiene cariño y amor, como quien suscribe, decide agradecer sin más. Y acá pido sinceras disculpas por lo individualista: no me importa lo que hicieron con su vida, importa lo que hicieron, y siguen haciendo, por la mía.



