Por Alen Franco
“No se puede, realmente con él no se puede hacer nada”, le decía Alejandro Galán a Mariano Amat, el entrenador de la pareja que fue la mejor del mundo por tres años, sobre su compañero luego de caer en octavos de final del Major de Qatar en 2024. El día que explotó lo que ya estaba roto.
Ese compañero se define como un tipo sencillo y normal, nacido en un pueblo de 2.500 habitantes, el menor de tres hermanos, deportista desde los 15 años y que como muchos, se mudó solo a una pensión a los 17 para progresar en su carrera. Pelo corto color castaño claro y rizado, cejas muy gruesas y que casi se unen en medio, siempre una barba apenas crecida de dos días y una contextura delgada que le hace sobresalir su largo mentón. Juan Lebrón Chincoa es el primer jugador de pádel español en convertirse en el número 1 del mundo, y allí se mantuvo por cuatro años, esto ya nos da la imagen de que no es uno más.
El hijo menor sí, pero también el más caprichoso y consentido, el favorito de la madre pero no el de su padre (más de una vez contó que su padre nunca le dijo que estaba orgulloso por sus logros). Siempre entrenando, exigente desde el día uno que comenzó a querer ser profesional. Cuando ganaba un título pocas veces lo festejaba, ya que siempre al día siguiente estaba nuevamente entrenando. Exigente y acelerado, un hombre que toma cuatro o cinco cafés al día. Dentro de la cancha riguroso, competitivo y muy “cabrón”, fuera de la cancha “Vivo igual pero con menos palpitaciones por minuto”, expresó él mismo.
“Cabrón”, como lo definieron contrincantes, excompañeros, entrenadores, periodistas y espectadores del deporte. Lebrón siempre fue de un juego muy acelerado, él junto a Galán cambiaron el ritmo del deporte, crearon una nueva manera de jugar. Agresividad ante todo, subidas constantes a la red, voleas desde la línea de saque y un entrenamiento físico que elevó el desarrollo de los atletas en la disciplina. Así se ganó su apodo, a la hora de rematar se encorvaba de más pero le daba el ángulo para tener la barbilla en punta para ver bien dónde contactar la pelota, esta postura junto a su cantidad de vello en la cabeza dieron lugar a que lo llamen El Lobo. Como todo lobo, aúlla. Discusiones durante partidos con compañeros, con entrenadores, con rivales, con jueces y hasta con espectadores fueron las razones para que además de Lobo, lo llamen cabrón.
Lebrón-Galán es sinónimo de 33 títulos ganados y tres años consecutivos siendo la pareja número 1 del mundo, pero también es antónimo de amistad. Desde el primer año no se mostraban felices uno al lado del otro, nunca festejaron juntos sus trofeos y la razón ya fue nombrada. La alta exigencia de Juan lo llevó muchas veces a enojarse en partidos con Alejandro, partidos en los que terminaban ganando porque eran realmente los mejores, pero eso no importaba para El Lobo, que quería que sean excelentes pero no lo pedía bien. En el último año juntos Lebrón se lesionó por cuatro meses, llegó para cerrar la temporada pero en los octavos del Major de Qatar contra sus compatriotas Yanguas y Garrido volvió a enfadarse y ser un cabrón. Yanguas pidió la revisión de una pelota de Lebrón, era un partido ajustado y cada punto contaba. “Vete a tomar por culo”, le dijo Lebrón a Yanguas. Ya era muy desubicado el accionar de Juan, pero no acabó ahí, al ser quebrado su saque en el último set, este lanzó un pelotazo que casi le pega a Yanguas, que no lo tomó bien y pidió su descalificación, el juez no hizo caso y el partido siguió. Fue derrota, Lebrón se fue rápido a los vestuarios y como ya era costumbre, Galán quedó muy avergonzado y con la cabeza baja iba pidiendo disculpas a todos. Habló con su entrenador y con los ojos llorosos se retiraba del estadio, sabía que ya no quería ser pareja de ese cabrón.
Juan asiste a una psicóloga deportiva desde los 18 años, hoy con 30 él afirma ya haber mejorado, dice que siempre trata de volver a su mejor versión, la versión número 1 del mundo. Se enfoca en lo mental, sabe que ahí falla, aceptó haberse portado muy mal con su compañero aunque para él la historia fue distinta. Él le dio lugar a un Galán no conocido, le dio patrocinadores y fue siempre la mejor persona posible. En su tiempo lesionado lo acusó de que nunca se contactó y dijo que fue eso lo que lo rompió como persona. Juan ahora está enfocado en su nuevo compañero, el argentino Franco Stupaczuk, hace unos meses en una entrevista dijo: “Estamos muy bien y podemos pelear por el primer puesto”.
La realidad otra vez nos muestra otra cosa, pues Franco y Juan no se concentran juntos, desayunan y cenan por separado durante los torneos, y ya tuvo varios episodios de enojos el cabrón. Este fin de semana insultó al árbitro y golpeó su paleta contra la reja varias veces, sorprendentemente solo fue advertido dos veces. Pero el enojo más grande del Lobo con Stupa fue durante los octavos del P2 de Valladolid hace unas semanas. “Boludo, no la metes, pedazo de subnormal”, le gritó Lebrón al argentino en una pausa entre sets. A lo que entró su actual entrenador y le dijo: “Estás muy mal vos, no tenés salvación papi, no tenés salvación Juan”.