viernes, octubre 10, 2025

La zurda de Mario Zanabria dejó mudo al Gigante

Por Marcos Giglio

Rosario en los años setenta era una ciudad obrera y portuaria, atravesada por el movimiento constante del puerto, las fábricas metalúrgicas y los talleres ferroviarios. No solo era un centro económico, sino que también se caracterizaba por lo político y social. Apenas unos años antes había sido escenario del Rosariazo, con estudiantes y trabajadores desafiando a la dictadura de Juan Carlos Onganía, y en 1974 todavía se respiraba militancia juvenil y sindical en cada rincón de la ciudad.

Mientras tanto, el país se sacudía por la salud de Perón que culminaría en su fallecimiento apenas un mes después de aquel importante clásico, y con la asunción de Isabel Martínez de Perón en medio de una debilidad institucional. La violencia política crecía: de un lado Montoneros y la Juventud Peronista, del otro la Triple A y la derecha peronista, consumiendo al país con miedo e incertidumbre. En ese contexto, el fútbol era mucho más que un deporte: funcionaba como un escape frente al caos, pero también como espejo de esa tensión, con tribunas politizadas, cantos que aludían a la realidad y una violencia que crecía al compás del país.

El torneo Metropolitano del 74 tuvo a los dos exponentes del fútbol de Rosario como punteros: Rosario Central en la zona A con 26 puntos, y Newell ‘s en la zona B con 21 unidades. Con Huracán y Boca como escoltas respectivamente, se terminaba de conformar el torneo reducido por el título, en el que jugarían todos contra todos: el que obtuviera más puntos, se coronaba como el campeón. Debido al próximo inicio del Mundial de Alemania, el certamen debió desarrollarse en tan solo siete días. Llegada la última fecha, la Lepra se posicionó primero tras ganarle a Boca y a Huracán, mientras que el Canalla pudo hacerse fuerte contra el Xeneize, pero no así con el Globo. Matemáticamente, el clásico rosarino definiría al campeón.

A pesar de que los partidos de este mini-torneo se disputaban en cancha neutral, la final fue en el estadio de Arroyito elegido por sorteo. El clima en la capital santafesina era peligroso, ya que al condimento político se le sumaba la pasión por la redonda y los colores. Central era dirigido por Carlos Timoteo Griguol, un técnico en ascenso por estilo de juego y los resultados que obtenía . Lo acompañaban en el plantel figuras como Carlos Aimar y un Mario Alberto Kempes con 19 años que ya demostraba talento.

No Diga Gol Diga KEMPES على X: "#RosarioCentral 🔵🟡 [1974] Parados: José Jorge González, Aurelio Pascuttini, Carlos Biasutto, Eduardo Solari, Miguel Ángel Cornero, Mario Killer. Hincados: Ramón Bóveda, Carlos Aimar, #MarioKempes, Aldo

Por el otro lado, la delantera conformada por Alfredo Obberti y Santiago Santamaría convirtió los goles necesarios para que el técnico Juan Carlos Montes y a los vestidos de rojo y negro lleguen a esta instancia final. La fiesta en el estadio parecía ser canalla: la condición de local les otorgaba cierta superioridad por sobre los fanáticos de la Lepra. De todas formas, los visitantes no iban a sentirse chicos. La expectativa era tal que la ciudad era una olla a presión, y el desarrollo del primer tiempo avivó las llamas de los locales. Rosario Central, obligado a ganar para ser campeón, salió a jugar con carácter, manteniendo la línea defensiva pero tratando de explotar cada contragolpe. Newell ‘s, por su parte, se mostró más cauteloso, en busca de soportar el resultado lo más posible ya que el empate les era suficiente para consagrarse.

1974: la estrella que le señaló el camino a Newells y que más lo enorgullece

Con Aimar como conductor y Kempes como amenaza permanente, las oportunidades de marcar aparecían poco a poco, mientras que el arco de Alberto Carrasco se defendía a pura reacción. La tensión del público era transmitida por los jugadores en cada choque y pelota dividida. Los de Griguol fueron arrinconando cada vez más hasta que, cuando parecía que la Lepra iba a irse al descanso con el arco en cero, el árbitro Dellacasa dictó penal para Central tras una llegada tarde de José Luis Pavoni. El juez indicó que se pateara desde los once pasos y listo, no había rebote ni segunda jugada. El defensor Gabriel Arias lo ejecutó con firmeza y seguridad, y sonó el silbato marcando el fin de la primera mitad. Entre risas, el defensor Pavoni era señalado por los compañeros como el único responsable de esta desventaja.

A pesar de tener el resultado en contra y que a su rival era un equipo difícil de entrarle, Newell ‘s salió al campo de juego convencido de que podía dar vuelta el marcador. El inicio de la segunda mitad trajo acciones equilibradas para ambos conjuntos pero, en un córner a los 24 minutos, llegó el cabezazo de Carlos Aimar tras una cortina que ampliaba la ventaja canalla por dos goles.

La situación comenzaba a complicarse, pero el descuento de Armando Capurro, también de cabeza, llegó al poco tiempo para calmar las aguas y evitar caídas anímicas del equipo rojinegro. Un rebote pescado por el defensor traía consigo esperanzas de nuevo para los fanáticos visitantes, tras un minuto de agonía y decepción porque el campeonato se escapaba cada vez más.

Las voces de los viejos muchachos de Newells en su hora más gloriosa

El clásico en ese momento se volvió una batalla, con cruces fuertes y agresivos, discusiones entre jugadores y con el árbitro, y un clima sumamente tenso en las tribunas. Central comenzó a cuidar el resultado cada vez más, retrocediendo a los jugadores lo más posible y cediendo la pelota al rival. 

Faltando diez minutos para el final del partido, la Academia rosarina había logrado defender los tres postes con éxito. Ya el dominio era de Newell’s que con tan solo un gol, obtendría el tan ansiado título. El reloj parecía detenido para los locales, que sólo querían escuchar el pitazo final. Las tácticas ya empezaban a basarse en centros constantes, despejados por las cabezas de los defensores o los puños del arquero.

Por lo menos la mitad del equipo azul y amarillo estaba dentro del área grande para acumular gente. Los laterales de Newell ‘s de repente eran carrileros, encargados de centrar, y los defensores centrales se convirtieron en delanteros en busca de ganar en la altura. Tras otro balón centrado sin éxito y el despeje lejos del arco local, apareció el 10; apareció Mario Zanabria. Con sólo nueve minutos por delante, el volante se encontró con la pelota fuera del área grande, a aproximadamente 18 metros de la portería rival, y desenvainó una zurda afilada que envió el esférico directamente al ángulo. 

Mario Zanabria recordó la icónica imagen del 74 - TyC Sports

El estadio explotó de voces de felicidad por parte de los leprosos, y de bronca desde los fanáticos del Canalla. Este empate tenía sabor a triunfo. Los festejos tuvieron que apaciguarse ya que había que terminar el partido, pero la impotencia de los espectadores de Rosario Central no pudo ser contenida. Dos minutos restaban para que Newell ‘s saliera campeón gracias a este resultado, cuando los simpatizantes vestidos de azul y amarillo ingresaron a la cancha, evitando que finalice el encuentro y entorpeciendo la vuelta olímpica rival; el árbitro Dellacasa decidió que no se juegue más. Zanabria y compañía fueron directamente al ahora llamado Coloso Marcelo Bielsa para seguir con los festejos. Finalmente, dos días después, la AFA dio el partido por terminado y la Lepra gritó campeón.

A 49 años del título de Newell's en Arroyito, Marito Zanabria recordó aquel día de "la zurda bendita" | Rosario3

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