Por Franco Minervini
Tras 120 años de historia, está a un partido de ser campeón del fútbol argentino y así ingresar a la Copa Libertadores 2026
El 25 de mayo de 1905, un grupo de muchachos asistió al Hipódromo de Palermo y le apostó en el Gran Premio Internacional a un caballo marrón perteneciente al stud “Platense”, que resultó ganador. Los amigos decidieron invertir el premio en pelotas, infladores y demás elementos para jugar al fútbol (o football en aquel momento). Así, primero en Saavedra, se fue formando el Club Atlético Platense con su característico marrón y blanco, en honor a aquel jinete victorioso.
Exactamente ciento veinte años después, por la calle Zufriategui se aproximaba galopando una carrocería imponente entre los vehículos. A su alrededor, lo recibía una multitud que esperaba su llegada desde hace largas horas. Ya no era una simple reunión de apostantes, ahora más de doscientos festejaban el triunfo de esa misma tarde ante San Lorenzo y la clasificación a la final.
Cuanto más se acercaba, más tenía que aminorar la marcha porque la muchedumbre impedía su paso y, al mismo tiempo, aumentaban los gritos y cantos efusivos animando al gigante. Los últimos metros fueron eternos. Algunos dejaron de alentar para saludarlo, muchos le sacaban fotos y otros no paraban de llorar; mientras que una minoría tenía la capacidad de hacer todo junto.
Ahora sí llega a Zufriategui 2021, en el partido de Vicente López, donde clavó los frenos y descansó. Una vez quieto, sobre su esquina derecha se desplegó un escaso operativo policial hasta formar un pasillo con vallas directo hacia la entrada del club. Esto demoró unos minutos, pero poco le importó a la gente que seguía con sus rituales de grito, sollozo (o llanto) y aliento, en un orden aleatorio.
Amontonados en dirección al vallado los hinchas del “Calamar” convirtieron la noche ventosa de 15 grados en un hervidero, a tal punto que la camiseta blanca con dos tiras marrones horizontales (un poco distanciadas entre sí) en la zona abdominal era suficiente para ellos. Casi que por instinto, todos al unísono juntaron sus voces, miraron al protagonista y, agitando uno de sus brazos, estallaron en un canto que rebalsaba entusiasmo: “El domingo cueste lo que cueste, el domingo tenemos que ganar…”.
Se abrían las puertas del corral -marrón, obviamente-, en la entrada al club, su hogar, y la gente volvía a explotar por la inminente aparición de los jugadores. Cuando bajaron, una bandera con el escudo de Platense flameaba alto y los aplausos opacaron el ruido de la Avenida General Paz, aunque solo unos pocos privilegiados podían ver a los futbolistas. “Gracias por todo, no se vayan nunca”, exclamó uno de esos afortunados, refiriéndose a la dupla técnica que componen Favio Orsi y Sergio Gómez, quienes llegaron a la institución el 1 de marzo de 2024 y su proyecto no paró de crecer: en la tabla anual de ese año finalizaron en la decimotercera posición, a sólo un punto de ingresar a la Copa Sudamericana.
Sin embargo, el sueño internacional está más vivo que nunca entre estos fanáticos, quienes acompañarán a su equipo por todo el continente si triunfan el domingo ante Huracán. El posible ingreso a la Copa Libertadores ni se mencionaba todavía; el foco era otro: ganar la final y levantar el primer trofeo de Platense en la máxima categoría.
“Este es el famoso ‘Tense’, el famoso ‘Calamar’, ya ganamo’ en Bajo Flores, ahora vamo’ a la final”, el tema del momento que sonó -por vez número mil- cuando todos los integrantes de la delegación bajaron del micro de doble piso. Luego, la fiesta continuó dentro del estadio Ciudad de Vicente López, inaugurado en 1979.
No obstante, parte de su historia vive en Núñez, lugar a donde siempre desea y lucha por regresar. Entre Manuela Pedraza y Crámer estuvo su verdadero hogar desde 1917 hasta que fue expropiado por la dictadura en 1971.
El escenario actual se convertía en una mezcla de olor a césped y humo de fuegos artificiales disparados desde la tribuna “Roberto ‘Polaco’ Goyeneche”, a espaldas de la General Paz. Un intenso color rojo invadía el cielo de una noche sin estrellas, aunque están cerca de sumarle una que iluminaría todo el estadio.
Pocas luces en uno de los laterales fueron suficientes para complementar el ambiente que generó la hinchada. Arriba, los asientos colmados; mientras que otra multitud se ubicaba en el campo de juego cerca del córner. Algunos en la tribuna y otros en la cancha, pero conectados como nunca. Fiel reflejo a los partidos de este campeonato que Platense disputó de local. Mismo vínculo, mismo sentido de pertenencia y mismo ambiente.
Los futbolistas ya no formaban parte del festejo, enfocados en la carrera que definirá todo en Santiago del Estero. Nadie apostó por ellos contra Racing en el Cilindro de Avellaneda, menos ante River en el Monumental y tampoco frente a San Lorenzo en la semifinal de aquella tarde en el Nuevo Gasómetro. Sin embargo, en todas llegó primero a la meta. Con poca ventaja, es verdad, pero primero al fin. Y mañana podría coronarlo.
En la memoria de los presentes llovían recuerdos de lo que su club atravesó hasta alcanzar la cima: estuvo en la segunda división entre 1955 y 1965 y, cuando parecía afianzarse en la máxima categoría al ser semifinalista en 1967, volvió a descender en 1971. Otros cinco años le costó regresar y en 1999 cayó nuevamente a Primera B. Desde entonces, estuvo veintidós temporadas tambaleando entre la segunda y la tercera, hasta que en 2021 subió a Primera.
Por este motivo un señor con lágrimas en los ojos señaló a la tribuna llena de gente y dijo: “Antes éramos diez en esta cancha, ahora estamos todos estos y vamos a salir campeones”. Pase lo que pase en la final, a él y a muchos hinchas más le regalaron el mejor aniversario posible. Ciento veinte años después de su creación Platense se ilusiona con ser el mejor club de la Argentina, y así demostrar que con sacrificio, corazón y coraje cualquiera puede lograrlo.