De Lucas Villanueva
Marcelo Gigante lleva años vinculado al vóley de Boca. Empezó en las inferiores del Xeneize en 1985 y, tras ganar experiencias en otros equipos de Italia, debutó en la primera de Boca en 1996, año en el que también asumió el desafío de dirigir a los juveniles. Desde 2003, está al frente del equipo mayor y su recorrido incluye también la selección de Colombia. Hoy, además, dedica su tiempo a dictar talleres intensivos, formar jugadores y técnicos y comparte su pasión por el deporte por todo el mundo. Historia y pasión. La palabra “Gigante” ya era sinónimo de Boca, y ahora, también lo es en el vóley.
Era el jueves 7 de septiembre a las 9:30 de la mañana y Gigante ya se encontraba en el Polideportivo Benito Quinquela Martín. Como el equipo de futsal entrenaba en el mismo espacio y había mucho ruido, decidió moverse a la oficina de la psicóloga en la pensión a escasos metros. En el camino, saludó a todos los trabajadores del club. Recordaba cada uno de sus nombres, como si fueran parte de su familia. Ya instalado en la oficina, sacó el mate, agarró una medialuna y comenzó a hablar de sus cursos de vóley, la filosofía de sus entrenamientos y, por supuesto, su amor por Boca.
-¿Cómo abordás el entrenamiento en tus talleres intensivos?
-La gente necesita verte entrenar y entrenar ellos también. Lo teórico tiene su lugar pero lo importante es lo práctico. Los libros de vóley no reflejan la realidad porque la técnica no es una, ni el golpeo, ni las situaciones a resolver. En un partido real pasan miles de cosas y no se puede aplicar siempre la misma técnica porque las jugadas no son iguales. Lo que buscamos es que sepan resolver situaciones, desde las más básicas hasta las más complejas, y eso se consigue cuando los entrenamientos no tienen un ‘guion’; en los míos doy libertad. Las resoluciones son en cuestión de segundos y en el vóley el que piensa pierde. La respuesta tiene que estar automatizada, y eso no depende del tiempo o la edad, sino del tipo de entrenamiento que hayas tenido.
-¿Considerás la salud mental de tus jugadores en tu enfoque de entrenamiento?
-Si, completamente. El jugador tiene una vida fuera de la cancha, no son robots. Juegan como viven, entonces hay que tener en cuenta los problemas externos.
-En una entrevista hace tres años mencionaste que el partido que te marcó como jugador fue ante Ferro en 1996. Como director técnico, ¿hubo algún partido que te haya marcado?
-Lo que más me marcó fue llegar a la final en 2012, porque fue un proceso muy largo para llegar hasta ahí. Fueron tres años con el mismo grupo, y la mayoría de esos jugadores ya los había entrenado y dirigido desde la Sub 13. Los miraba y recordaba todo lo que habíamos recorrido juntos para llegar ahí. Ese año me dijeron que ya estaban cansados de quedar terceros que querían jugar una final. Entonces entrenamos todo diciembre. Capaz no servía de nada el esfuerzo, pero llegamos a la final. Después de ese logro, muchos se fueron a otros clubes.
-¿Fue difícil dejarlos ir?
-Prefiero desarrollar jugadores y que se vayan al exterior a no desarrollarlos y que se queden. Puedo ser exitoso si gano campeonatos, pero para trascender tenés que crear jugadores, formarlos. Si yo solo hubiera ganado campeonatos, no estaría dando cursos.
–¿Te quedó alguna anécdota con ese grupo?
-Me acuerdo una con Nicolás Bruno. Él tenía 17 años, no jugaba nunca en el torneo porque todavía era muy chico. Un día vino el de seguridad del polideportivo y me dijo que las cámaras lo tomaron trepando la reja para entrar. Entonces yo le pregunté por qué lo hizo y me dijo que cuando bajaba del colectivo, si hacía todo el camino para entrar por la puerta principal, no llegaba a horario para comenzar con el entrenamiento de pesas y que si saltaba las rejas se ahorraba un minuto. Desde ese momento dije: ‘este es el jugador que quiero para mi equipo’.
-¿De dónde nace tu amor por Boca?
–Desde chico mi vieja me hizo de Boca. Después me llamaron para jugar y fui sin pensarlo, más allá de lo que podía ganar. En un momento River me ofreció 12 veces más de lo que ganaba en Boca y no acepté. Mi hermano se quería morir, porque en ese entonces ambos trabajábamos en un kiosko, pero no existía la posibilidad de que yo jugara ahí.
–¿Sos consciente de lo importante que sos para Boca?
-Me lo dicen todos mis compañeros y amigos pero nunca me di cuenta. Y para mí no es así. Yo soy uno igual que cualquiera de los empleados. Saludo a todos, al que limpia, al que está en la oficina. Nunca me sentí distinto, ni más ni menos que nadie. Cada día tengo que renovar lo que vengo haciendo hace años. Ya pasaron 21 años como entrenador de Primera, pero cada día me levanto con la misma motivación de siempre. Estar acá fue una elección de vida, desde muy chico estoy e igualmente siempre pienso que estoy en deuda con el club, entonces tengo que todo el tiempo tratar de hacerlo mejor y dar lo mejor. Le di mucho menos a Boca de lo que Boca me dio a mí.