Por José Baía
En 1905, cuando el trabajo femnino escaseaba, no había voto femenino y era muy raro ver niños en los clubes, un tambero francés que se radicó en Argentina con el propósito de poseer tierras y generar riquezas a base de materia prima vacuna, Gabriel Martirén, conocido como Sardina, construyó un trinquete detrás de su casa en Burzaco. Una cancha de pelota vasca. Como a principios del siglo XX el deporte se practicaba con una pelota de cuero y palas de madera muy gruesas, la posibilidad de utilizar el frontón eran escasas, ya que eran materiales que debían importarse de Europa. Fanático de la pelota, Martirén creó una de las especialidades de la pelota vasca: la paleta goma o argentina, practicada en sus comienzos con una paleta vacuna y una pelota de goma.
Tan ramificado como el atletismo, la pelota vasca tiene 11 especialidades, que varían según el tipo de paleta o de pelota que se utilice, divididas en cinco modalidades (tipos de cancha). Argentina cuenta con 48 medallas de oro en Mundiales, cinco en Juegos Olímpicos, aunque en forma de exhibición, y 15 en Panamericanos. Los logros convierten a la disciplina en la que más preseas le dio al país.
La paleta goma, en la década de 1910, era una disciplina muy practicada en Argentina, aunque en Entre Ríos, Buenos Aires y Santa Fe era donde se centraba, y cumplía un gran rol social, al punto de que las canchas eran utilizadas para actos políticos debido a sus amplias dimensiones. Un trinquete puede medir entre nueve y 11 metros de ancho, entre 28 y 32 de largo, y no menos de ocho de alto. Uno de los eventos más recordados es el discurso de la fundación de la Unión Cívica que brindó Leandro N. Alem en 1890, cuando aún no existía la paleta argentina. Sin embargo, los frontones también eran epicentro del alcohol, el tabaco y las apuestas. No sólo era obligatorio apostar para jugar un partido, sino que los espectadores también ponían plata en apoyo a alguna de las dos parejas que estaba en juego.
Si se le pregunta a alguien mayor a 50 años si conoce el deporte, es probable que respondan “antes jugaba” o “mi papá o mi abuelo jugaba”, ya que movía mucha gente. Incluso, en la fundación de muchos clubes hoy reconocidos, como Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA) y Ciudad de Buenos Aires, una de las primeras prácticas fue la pelota.
“Hace 30 años había más de 100 pelotaris por club. Imaginate el lugar que tenían los chicos. Era casi nulo. No había escuelita, no había nada, aunque tampoco era un lindo ambiente para los niños. Se está cambiando la mirada. Antes el pelotari tomaba cerveza, fumaba, apostaba y quería estar todo el día dentro de la cancha con tal de que no juegue una mujer o un menor de edad”, afirma Ignacio Peláez, presidente de la subcomisión de pelota de GEBA. Tiene 52 años y juega a la paleta desde los ocho. Vivió muy de cerca estas situaciones.
Si bien la evolución sigue en proceso, el gran cambio fue en la década del 2010. La Confederación Argentina de Pelota (CAP) tomó una iniciativa para que haya nuevos jugadores de paleta, desde niños hasta adultos. Se plantearon proyectos que hagan crecer la actividad del deporte en los clubes entre las personas menores de 30 años. Empezaron a verse menores en las canchas con más regularidad, las mujeres comenzaron a protagonizar algunos torneos, y la palabra “planificación” se implementó cada vez más. Por eso, debe hacerse un parate en cada uno de estos tres puntos: niños, mujeres y planificación. Tres aristas que van de la mano. A su vez, en la actualidad hay una brecha generacional, entre los 30 y 45 años, en la que hay muy pocos pelotaris activos.
Así fue como comenzaron a fomentarse las escuelitas de pelota. Si bien el foco principal era que fueran para niños, también se le puso fichas a las clases para adultos. Alrededor de 2016, se abrieron algunas en clubes como República de Caseros, Esteban Echeverría, San Fernando y San Martín de Florida, entre otros. En cada punto había un club. La actividad no estaba centrada en una zona, sino que comenzó a distribuirse desde distintos epicentros.
Con el paso de los años, lo que parecía un simple proyecto se transformó en una de las principales fuentes de pelotaris para los clubes. A los niños les gusta el deporte y a los padres les llama la atención. Con el auge de la actividad física en general, la pelota no quedó exenta. A los adultos les parece una buena actividad por la intermitencia que requiere la práctica. Por ello, en vez de atraer a un alumno (hijo), se consiguen dos o tres (padres).
En los clubes grandes, “multideportivos”, como GEBA o Ciudad de Buenos Aires, las escuelitas se nutren desde otras disciplinas, a diferencia de los clubes que tienen como único deporte a la pelota que deben buscar alumnos por otros medios. Así lo describe Pelaez: “Nosotros no somos un club de paleta. En cuanto a niños, tenemos un chico que viene de waterpolo, otro chico que viene de atletismo y un par de fútbol. Tenemos una mezcla. Y en los padres o adultos tenemos de boxeo, de tenis, de natación. Hay mucha variedad”.
En Gimnasia de Buenos Aires creció la participación de pelotaris, gracias al buen desarrollo de la escuelita, al punto que es uno de los pocos deportes que le da superávit al club. “Para que te des una idea, el vóley le da 10 millones de déficit por mes. Entonces, que nosotros lo tengamos positivo nos deja muy bien vistos dentro de la comisión directiva del club”, comenta el presidente de la subcomisión de pelota de Gimnasia de Buenos Aires.
Hoy, tras ocho años de que empezara la iniciativa de las escuelitas, hay 53 clubes con escuelita de los 75 afiliados que tiene la Federación Metropolitana de Pelota (FMP). La más reciente se abrió el 6 de julio en Defensores de Santos Lugares (Tres de Febrero), una institución que también tiene un abanico amplio de deportes. Su profesor, Gonzalo Suárez, comentó previo a la primera clase: “La idea es arrancar con hijos de pelotaris que ya juegan y con chicos de otras disciplinas hasta que tengamos una base”.
“Ya promediamos siete u ocho chicos por clase. Para el poco tiempo que llevamos es muy bueno”, asegura el profesor de Santos Lugares. De todos modos, no todos los clubes que tienen cancha de paleta y su respectiva escuela son multideportivos. En los clubes que tienen como única especialidad a la pelota, la posibilidad de conseguir alumnos se dificulta aún más. Tobías Muñoz, profesor del Club Esteban Echeverría, dice: “Nosotros nos nutrimos mucho de los amigos de los propios alumnos. Les decimos que inviten a amigos y ellos traen, aunque no siempre tienen continuidad. Pero con que de cinco chicos que invitan, se queden dos, para nosotros es un golazo. Otra forma que tenemos es invitar a hijos de gente que nosotros conocemos o de socios del club”. A su vez, la escuelita de Echeverría es una de las más grandes de zona sur. Cuenta con 21 alumnos menores de edad y 12 mayores.
Otro club que le mete muchas fichas al desarrollo infantil y juvenil de la paleta es el República de Caseros. Su principal característica y la razón por la que es reconocido a nivel nacional es que es una de las primeras instituciones en contar con mujeres dentro de su comisión directiva en la historia de la paleta argentina. Laura Cava, la tesorera del club de Caseros y delegada dentro de la Federación Metropolitana, cuenta: “Conocí el deporte porque mi novio lo practicaba desde chico y apenas golpeé la pelota con el centro de la paleta nunca pude dejar de practicarlo”. Cava explica la razón por la que se involucra en la organización de Caseros y de la federación y cómo ve la actualidad de la paleta femenina: “Decido involucrarme en la paleta porque la rama femenina no tiene tantos años de historia. Hay una necesidad para las mujeres de desarrollar con mayor calidad las competencias, ya que los torneos sufren muchas modificaciones, algunas mejores, algunas peores, pero es algo que va en desarrollo”.
El torneo metropolitano es el más importante del país y cuenta con dos categorías femeninas. Dentro de la competencia hay 28 parejas, sumando ambas divisiones. De todos modos, Lucía Lumini y María Lis García, pelotaris que están en la selección argentina, compiten en categorías de hombres o mixtas para codearse con jugadores de su nivel y velocidad de juego, porque los campeonatos de mujeres están en un nivel inferior al de ellas. Así surge otra problemática: crece la cantidad de jugadoras, pero no se llega a un nivel de selección. Se trabaja en levantar el nivel de la competencia femenina, pero la principal tarea es lograr consistencia, debido a que en 2022 había cinco divisiones de mujeres en el torneo y ahora hay dos. No sólo disminuyó la cantidad de categorías, sino que también la cantidad de parejas.
La principal causa de la reducción de competencias femeninas es la mala organización de los dirigentes de la Federación Metropolitana. Por un lado están las pelotaris que se bajan por falta de competitividad y nivel, y por otro las que no se inscriben por desencuentros o disconformidades con la propia organización. Las desprolijidades en el armado de las competencias, no sólo en las femeninas, hacen que la planificación que se siguió a rajatabla durante los últimos 10 años, peligre. Ya no hay encuentros o torneos de escuelitas como solía haber, las competiciones de mujeres no se fomentan tanto como hace un par de años y los problemas organizacionales parecen ganar la pulseada hasta el momento.
Cuando a Marcelo Farías, el presidente de la FMP, se le consulta sobre qué medidas va a tomar la federación con respecto a la pelota femenina y a las escuelitas sostiene, con reticencia, que “está trabajando” en eso. A su vez, Pablo Lambardi, el presidente de la CAP, dice que si la paleta no crece es por culpa de los dirigentes porque son quienes tienen los medios para realizar cualquier plan que se proponga.