jueves, noviembre 21, 2024

Dualidad entre pasiones

Por Valentina Ávila

Florencia Ferrero, capitana de River y cirujana traumatológica, nació el 5 de marzo de 1989 en Mar del Plata, donde vivía con su mamá, una hermana mayor y un hermano con el que se llevaba un año y medio. A los 35 años combina dos pasiones: la medicina y el deporte.

La pasión de Florencia por el fútbol comenzó desde muy pequeña. A los cinco años ya jugaba en la plaza, y a los ocho compartía equipo con su hermano mayor, ya que su ciudad natal no contaba con clubes que incluyeran fútbol femenino. Tiempo después, y como segunda opción, comenzó a jugar handball, actividad que continuó hasta los 16 años. A los 17 decidió mudarse a Buenos Aires para estudiar y sabiendo que tendría la oportunidad de practicar el deporte que siempre quiso. Esta decisión fue más impactante para su familia que para ella, ya que sabía que encontraría todo lo que deseaba.

En principio, fue difícil que la gente la apoyara con la dualidad entre lo académico y lo deportivo, ya que, como ella explicaba: “En Argentina el deporte se vive como profesional aunque no se pague como tal”. Sin embargo, en el camino encontró a muchas personas que la acompañaron: su pareja, con quien convive y se acompañan mutuamente, y su familia, que siempre estuvo a su lado. “Flor” destaca mucho el apoyo de sus seres queridos, ya que mudarse sola a la ciudad y siendo tan chica es muy complicado, pero ellos siempre estuvieron allí.

El primer equipo en el que jugó fue Independiente. Aunque tuvo la intención de ir a River, pero en ese momento solo entraba quien tenía contactos, por lo que no fue posible. “El Rojo” le brindó la oportunidad de jugar en el Mundial Sub-20 de 2008.

Tras finalizar el torneo, fue nuevamente a River, donde entró gracias a Mariana Blanco, quien era la DT del equipo en ese momento. Ella describe su paso por ambos equipos como dos experiencias hermosas pero con grandes diferencias: en Independiente el ambiente era más tranquilo y familiar, y formaban un gran grupo; en River, la exigencia era mucho mayor, había más competencia por los puestos, pero ambas las disfruto mucho.

Con el tiempo, comenzó a tomar más en serio sus estudios y, debido a sus horarios académicos, llegó al futsal. Este cambio le permitió continuar con su carrera y a la vez con el deporte. Sin embargo, en 2019 tuvo que dejar de entrenar debido a su primer año de residencia, un año en el que su día comenzaba a las 4 de la mañana y terminaba a las 10 de la noche, un año donde la vida no existía en otro ámbito, pero esto al igual que el fútbol le apasionaba: “Para mí, mi carrera es la más hermosa, es la única que siento que elegiría una y otra vez”, expresó.

La traumatóloga vivió de cerca las diferencias entre el ámbito público y el privado a lo largo de su carrera. A pesar de las grandes diferencias entre ellos, encontró oportunidades de aprendizaje y desarrollo en ambos, destacando el campo público por lo mucho que le enseñó, aunque también reconociendo los desafíos y la dificultad que conlleva trabajar en esas condiciones.

Hoy en día, es una gran cirujana y una jugadora con un rol muy importante en su equipo. Es una gran capitana, experimentada, con la capacidad de entender a cada grupo y con un liderazgo admirable, que se destaca en cada entrenamiento y partido. El tiempo y la experiencia son claves, y estas son algunas de las razones por las cuales ella lidera.

Este año, “Flor” y el equipo hicieron historia en el futsal femenino de River al formar parte del primer Superclásico ganado por “Las Millonarias” en la historia, quedando entre los 7 mejores equipos del torneo y así conseguir un lugar en la Copa de Oro y también compitiendo en la Copa Argentina. 

Querida y respetada por sus compañeras, es un ejemplo a seguir para las próximas generaciones.

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