Por Román Pedersen y Alejo Taruselli
Valentín Lacquaniti hace arte en cada estadio que le toca visitar, aunque con su versatilidad realiza grandes obras tanto dentro como fuera de la cancha; de a ratos toma el rol de jugador para luego pasar al banco y ser entrenador. Con un primer pase excelso y una salida de balón muy clara, todo lo aprendido en el terreno de juego lo implanta en los equipos que dirige. Primero femenino y ahora masculino, pero siempre con algo muy en claro: la perfección, el estudio y la familia ante todo, sin excepción.
Lacquaniti nació el 1 de octubre de 2001 en Ramos Mejía, una localidad del partido de La Matanza, y allí conoció a su primer gran amor, el Club Atlético Estudiantil Porteño. La relación con el Azulgrana empieza a sus cuatro años, cuando apenas, según afirma entre risas, sabía caminar: “Llegué al deporte muy temprano por mi papá y mi hermano, que son totalmente fanáticos del fútbol, y por ellos nací con una pelota en los pies, por lo que a esa edad ya estaba jugando al baby en el club”. Además, el arraigo a la institución queda en evidencia con el tiempo en común que compartían, ya que en los veranos Valen asistía a la colonia y sus ratos libres los pasaba ahí, en el predio ubicado en Barcala 716.
Lo que aprendió allí durante su carrera futbolística, en la que ganó ocho títulos, lo plasmó en su apartado técnico al mando del plantel de primera del futsal femenino del Porte; en el que estuvo cinco temporadas, consiguió un bicampeonato, dos segundos puestos y la que a su parecer “fue la mejor experiencia” que pudo tener: “Guido López, la persona que más me marcó en la carrera de entrenador, me ofreció dirigir a las chicas y accedí, tenía muchas ganas. Tomé una gran decisión, no la cambio por nada en el mundo”, declara emocionado.
Sin embargo, sus amoríos no solo pasan por una pelota, sino que el estudio también tiene una parte de su corazón. Realizó casi toda su formación escolar en el Colegio Santísimo Redentor y al finalizar la secundaria se inclinó por empezar la carrera de nutrición, aunque terminó dando marcha atrás en el plan: “Al tiempo me di cuenta que no era lo mío y mi mamá me orientó y acompañó mis gustos, porque a mí siempre me interesaron las redes sociales y por eso empecé con varios cursos. Primero community manager, después digital, luego de contenidos y así me fui dirigiendo a la carrera de marketing y publicidad, la cual reforcé con clases particulares de inglés. Esto sí que es lo mío y de lo que quiero vivir. junto al fútbol, son mi cable a tierra”, sostiene muy seguro de sí mismo.
Quien juega de último en Porteño, Viamonte y Pelusa (dos equipos amateurs que participan en el torneo El Parador), tiene otros conectores que asegura ser fundamentales en su vida: amigos, familia y novia. A Gerardo y Carolina, sus progenitores, y Tomás, su hermano, los define como “su motor”, los que estuvieron siempre a su lado en las buenas y en las malas, incluso cuando sufrió ataques de pánico en la pandemia de 2020 por Covid-19. A su vez, de ellos heredó el amor por la redonda: “Toda mi familia es futbolera. Mi papá y mi hermano son de River y yo salí a mi mamá, que es de San Lorenzo, al igual que mi abuelo. Él fue el que me hizo del Ciclón”, confiesa con un notorio gesto de felicidad.
Delfina es su pareja y con la que Lacqua, apodado así por sus amigos, quiere formar una familia: “Es mi sueño, estamos hace poco y sé que la quiero para siempre. Ella se banca todo y eso que mis horarios no son fáciles de llevar. Nunca una queja, siempre acompañando y estando para mí en momentos negativos”, puntualiza conmovido.
Durante la semana, además de sus obligaciones en el futsal, se dedica a trabajar como gerente de marketing en la empresa de librería, bazar y cine Big Life, a la que ingresó en 2023 por un conocido de la familia y empezó a escalar posiciones con rapidez (tal cual hace en los partidos con sus clubes los sábados y domingos), aunque al principio revela que no fue fácil el ascenso, ya que sus compañeros no lo tomaban en serio debido a su edad. Sin embargo, con el transcurso de los días logró ganar la autoridad que lo caracteriza y que hoy en día tiene.
Esa voz de mando y capacidad de manejar grupos la sigue dejando en claro a la hora de ser director técnico, pero ya no del femenino sino de la tercera masculina del Porte: “Quería nuevos aires. Este año empecé un proyecto con los chicos que venían medio bajoneados y yo tenía buena relación con gran parte de ellos, por lo que empezamos a armar algo lindo y darle más seriedad al trabajo realizado”, detalla.
Valentín Lacquaniti se describe como una persona perfeccionista y no está errado, pues todo lo que hace en su vida está fríamente calculado y muy bien estipulado. Así, con el fútbol, familia y estudio como sus principales pilares, retoma a su primer gran amor y finaliza la nota diciendo: “Estudiantil Porteño es mi segunda casa”.
Además, Valen Lacquaniti fue uno de los pocos que compartió cancha con Cristian Medina en las divisiones infantiles de la institución de Ramos Mejía, y quien recordó cómo se dió el paso: “Por como jugaba se notaba que Cristian (Medina) iba a ser un crack, él es 2002 y yo soy 2001 pero igual jugamos juntos en su momento. Teníamos un profesor, Leopoldo Amaya, quien dirigía en una de las categorías infantiles de Boca y fue él el que lo trajo al club”.
Por otro lado confesó que el futuro del mediocampista en el Xeneize corrió peligro: “Medina estuvo a punto de que lo dejaran libre en Boca, fue por Amaya que tuvo otra posibilidad para ser considerado y a los dos años ya estaba jugando en la selección”.