Por Leticia Villagra
Corría el reloj del tercer cuarto en la final del Sudamericano de Básquet femenino. Brasil se mantuvo encima del marcador en la primera mitad, pero el carácter y resiliencia del conjunto argentino lograron dar vuelta el puntaje, al menos por unos instantes. El tercer parcial era de 76-69, a falta de cuatro minutos para que el tiempo se agotara; unos eternos cuatro minutos, en los que cada pausa del cronómetro parecía alejar el final para descansar. Y de la misma manera, complicaba a las argentinas: una falta a favor de Brasil acortó la distancia en dos puntos, un repentino doble de contraataque luego de un tiro fallido de Melisa Gretter, y un contundente triple por De Oliveira pusieron en jaque al equipo comandado por Gregorio Martínez. Al instante pidió time-out desde el costado del campo de juego, en parte alegando una falta sobre Cabrera en el rebote ofensivo. Además, buscaba una oportunidad para levantar al equipo luego del cachetazo desde el borde de la medialuna que acababan de recibir.
Martínez está al mando del seleccionado desde julio de 2020. Tras su llegada, marcó un punto de inflexión en el plantel por su enfoque en el desarrollo y visibilidad de la actividad. Su norte: competir a nivel mundial. Vino a reducir al mínimo las históricas desventajas físicas frente a rivales internacionales, y a levantar el juego del plantel con la base de una defensa mucho más agresiva. Gretter y Agostina Burani son el faro del equipo, y con su trayectoria guían a las chicas de la nueva generación, como Florencia Chagas y Candela Gentinetta, que llegan con ruedo desde las juveniles y lo demuestran en la cancha.
Si hay algún aspecto que Martínez logró convertir la debilidad en fortaleza, fue la evolución de la mentalidad, y a persistir en las adversidades que el juego provoca. Llegan todas las jugadoras a la ronda; algunas se sientan mientras toman agua, otras se quedan paradas y se secan con una toalla mientras se preparan para escuchar. Gregorio intenta limpiar con su mano la pizarra individual, y se limita a dibujar jugadas mientras gestualiza efusivamente sobre los errores tácticos que llevaron al empate. Tiene un marcador negro en la mano derecha, como una extensión de su cuerpo con la que hace más énfasis en sus dichos, o una “batuta” frente a la orquesta, que lo mira atentamente y sigue los intensos movimientos de su brazo mientras hace figuras abstractas en el aire. Con este margen ajustado, les es imposible no acordarse de la fina derrota 68-69 ante las brasileñas, por la misma definición de Sudamericano en 2022. Un encuentro muy reñido, en el que la albiceleste lideró el marcador en varios tramos pero, sobre el final, un doble clave de la jugadora Paixao había sellado el triunfo de Brasil.
No había medios exclusivos, ni micrófonos en busca de la frase “título” del entrenador, a diferencia de otros equipos masivos. La cobertura mediática en el básquet femenino aún no es tan sostenida como el masculino, pero distintos avances en los últimos años están cambiando esta histórica realidad. Desde la creación de la Liga Femenina de Básquet en 2017, hay mayor competencia y visibilidad en un nuevo ámbito profesional. Esto generó mayores inversiones y un reconocimiento en contratos formales, algo que, sorprendentemente, parece difícil de encontrar en lo referido a lo deportivo. Además, “Las Gigantes” demuestran estos últimos años que quieren ser candidatas en los torneos internacionales, y se puede ver plasmado en la obtención del Sudamericano en 2018, numerosos subcampeonatos y la medalla de Bronce en el Panamericano de Santiago 2023.
Eso las convierte en uno de los principales puntos de atracción para las jóvenes que
quieren dedicarse a este deporte. Ven en ellas un futuro, una posibilidad de desarrollarse en la disciplina, y cuentan con más facilidades para saber que, en algún momento, pueden llegar a vivir del básquet.
Sus recomendaciones técnicas, críticas, y hasta alguna puteada que pueda haber dicho en ese minuto de time-out quedó solamente en los oídos de las jugadoras. El aporte que Gregorio haya inculcado en esa ronda, hizo el efecto deseado: Brasil no volvió a sumar en el tiempo restante, ni en el siguiente cuarto. Argentina pudo embocar en el aro, y sentenciar la victoria por 84-76. La albiceleste volvió a ser campeona del Sudamericano en Santiago 2024. Tres estrellas de este campeonato (1948, 2018 y 2024) que, además de su magnitud internacional, dan otro título al palmarés de un seleccionado que cada día pisa más fuerte entre las naciones líderes en la disciplina.
Jóvenes y veteranas, una defensa agresiva y un ritmo rápido de juego, son características de la idea de juego que el DT quiere patentar en esta generación de jugadoras. De cara a la AmeriCup del 3 al 11 de noviembre, las pibas se ilusionan con seguir cargando los estantes de conquistas, y sueñan aún más alto para conseguir un boleto hacia el Mundial en Alemania 2026. Es un largo camino, pero el proyecto y un contexto favorable hacia la evolución en las competencias del país lo vuelve más llano y transitable. Y, por supuesto, Martínez y las pibas pedirán todos los minutos necesarios para frenar la cabeza y volver a la cancha.