viernes, octubre 11, 2024

La AFA y el gobierno: separemos los tantos

Por Mateo Sujarchuk

Una recorrida por la puja actual al rojo vivo en el fútbol argentino. Una mirada a los dos bandos que componen la interna que divide a la AFA y al gobierno nacional con Claudio Tapia, Andrés Fassi, Mauricio Macri, Javier Milei y Juan Román Riquelme en la lupa del hincha, que tiene más dudas que certezas.

El fútbol argentino pasa por un momento de turbulencia moderada-fuerte. Demagogia sería afirmar que se trata de la primera vez que esto ocurre. De hecho, el organismo situado en la calle Viamonte se vio intervenido en reiteradas ocasiones a voluntad del gobierno de turno, que muchas veces era de facto. En los medios importantes y en las redes sociales digitales de hoy en día, donde cada declaración o posteo viaja a la velocidad de la luz, cada dardo es cuidadosamente dirigido. Y cada silencio también.

Al 21 de septiembre, ya está confirmado que Tapia comenzará un nuevo mandato al frente de la AFA, en un resultado anticipado que se dará el 17 de octubre, ya que no hay lista opositora que le haga frente en los comicios. Una gestión que se basó absolutamente, al menos en este segundo ciclo, en los logros deportivos conseguidos por las selecciones nacionales, lo cual es indiscutidamente un mérito del Chiqui en conjunto con los cuerpos técnicos, jugadores, utileros y tantos otros actores fundamentales. El problema se da cuando, sobre eso, se posterga el desarrollo del fútbol local. La llamada “Liga de los campeones del mundo” con tres estrellas doradas y demás cotillón alusivo. No hace falta ser un paladín de ningún orden para intuir que algo raro hay cuando un torneo tiene 28 equipos, con formatos que cambian año a año y con reglas que se modifican sobre la marcha, como fue la quita de los descensos más de una vez. 

Sumado a lo anterior, empiezan a aparecer situaciones realmente muy sospechosas en torno a diversas irregularidades, como los arbitrajes. Todos somos seres humanos y nos podemos equivocar en nuestros trabajos una, dos y cien veces. El tema es cuando tales equivocaciones favorecen o perjudican a los mismos equipos y de parte de los mismos árbitros (léase Lobo Medina, Rey Hilfer, Comesaña, Merlos). Esto ocurre sobremanera en el ascenso, donde la novela de Adrián Fernández, figura de San Telmo que no fue cedido a Barracas Central como pretendía Tapia, y que finalmente fue a Peñarol, hizo mucho ruido. 

Quienes levantaron la voz contra esto, fueron sujetos de peso como Fassi, Juan Sebastián Verón o Carlos Tevez. A veces en mejores y a veces en peores términos, todos los alegatos terminaron en una respuesta judicial de parte de Tapia o Pablo Toviggino, tesorero del organismo y presidente de Central Córdoba de Santiago Del Estero, quien le envió una carta documento a Tevez o llegó a acusar a Lautaro Acosta, jugador de Lanús que se había quejado por una jugada puntual de un partido, de hipócrita por haber estado alguna vez envuelto en causas por violencia de género, algo que no solamente no va a la cuestión en este caso, sino que lo dijo habiendo contratado a José Florentín, quien todavía atraviesa el juicio por lo ocurrido en Tucumán cuando era futbolista de Vélez Sarsfield y que fue obligado por el club de Liniers a rescindir su contrato, en una actitud ejemplificadora. 

Ahora bien, ¿qué sucede con todos los nombres mencionados? Van detrás de un objetivo común, que es instalar el formato de Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) en el fútbol local, algo que era ya previsible desde hace mucho y que se terminó de blanquear luego de que las declaraciones incendiarias de Fassi, presidente de Talleres, post derrota ante Boca por la Copa Argentina lo llevaran al despacho del presidente Milei, no sin ser felicitado previamente por Sergio “Kun” Aguero, Macri y el ministro de Turismo y Deportes, Daniel Scioli. Fassi en sus dichos remarcó todo lo arriba mencionado, desde la incomodidad de lo organizacional hasta los continuos fallos arbitrales dirigidos en favor y contra equipos puntuales. 

Los clubes son, y deben seguir siendo, de los socios. Sobre eso no debe haber discusión alguna. Ser socio o miembro de algo es ser con el otro. Es poseer la llave del club junto con los demás. Es tener la potestad de poder desplazar al presidente o apoyarlo con el voto interno. Es poder preservar la identidad y no que la absorba una empresa. El gran problema es que Fassi diga algo tan comprensible que haga coincidir incluso a quienes siguen sosteniendo que los clubes deben ser asociaciones civiles sin fines de lucro. 

Entonces, separemos los tantos: por un lado, Fassi con un discurso de coherencia y orden en una liga exportadora de talentos al mundo, pero con un oscuro objetivo. Del otro, Tapia y su escuadrón que integran Toviggino, Riquelme, y hasta un grupo de periodistas que no dudan en saltar al pie del cañón en las redes sociales cuando las papas le queman al sanjuanino. Estos rápidamente contestan cualquier agravio contra el Chiqui con el recuento de los títulos conseguidos por Lionel Scaloni, Diego Placente o Javier Mascherano, mas no con los progresos realizados en el ámbito del fútbol doméstico.

Por último, toda esta problemática nos invita a pensar: ¿Por qué los grandes (y también no tan grandes) medios de difusión no entrevistan a Tapia? ¿Tienen miedo a la réplica? ¿O acaso beneficia a la AFA la posición del silencio, salvo en las redes sociales por medio de su ejército? Su testimonio podría resolver tranquilamente muchos interrogantes que quedan en el umbral del rumor o del “secreto a voces” y a su vez servir como respuesta a las muchas acusaciones en su contra. Solo el tiempo (al menos estos cuatro años más de mandato) podrá contestar estas preguntas. O quizás no. 

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