sábado, noviembre 23, 2024

La Generación de oro, nostalgia y espejo para la reconstrucción

Por Mateo Videla y Facundo Boquín 

El básquet no es un deporte dominante en Argentina. No es tan común verlo en cada ciudad o barrio como en el caso del fútbol. Sin embargo, de a poco fue construyendo su espacio con aquellos sucesos de ensueño, como la palomita de Ginóbili a Serbia y Montenegro o la victoria ante Estados Unidos en el Mundial de Indianápolis. Momentos que quedaron grabados en las retinas de millones de jóvenes, que luego transmitieron su amor por la naranja a las generaciones venideras. Una serendipia intratable que tiene el deporte. En la actualidad, hay un panorama adverso en el que la selección mayor no ha podido destacar. Esto quedó reflejado tras no clasificar al mundial del año pasado ni a los Juegos Olímpicos de París 2024. 

Argentina, en la historia reciente, participó de cinco ediciones consecutivas de los Juegos Olímpicos (2004-2020). Su período con mayor cantidad de apariciones. Sacando esas asistencias, solo compitió en tres oportunidades: Londres 1948 (15°), Helsinki 1952 (4°) y Atlanta 1996 (9°). En el caso de los mundiales, clasificó a todos desde 1986 en adelante, la última vez que no había asistido fue en 1982. Por lo que, al no entrar al de 2023, rompió una racha de 37 años concurriendo al torneo que ganó en 1950.

La regularidad alcanzada no ocurrió por casualidad. En gran parte fue la consolidación de un proyecto ambicioso encabezado por León Najnudel, el padre de la Liga Nacional de Básquet. Este entrenador buscaba con ella establecer una fuerte competencia a nivel interno, con un calendario que incremente el crecimiento local. Su visión abarcaba una idea a futuro, que daría sus frutos luego de algunos años de desarrollo. Acompañado de Osvaldo Ricardo Orcasitas, periodista de El Gráfico, comenzó a promocionar su idea y a romper barreras. En la revista, dio a conocer el 17 de septiembre de 1982, en una serie de charlas, la Liga Nacional de Básquetbol (LNB). Allí empezó su campaña para cautivar a las personas y convencer a los dirigentes, quienes se oponían a la idea debido a los costos que abarcaba. Finalmente, luego de una ardua lucha, el 26 de abril de 1985 se inauguró el torneo. En el salto inicial del primer partido quedó inmortalizada la imagen de León con la pelota en sus manos, con los ojos en la cámara y con la cabeza en el futuro. La competición sería el hogar de desarrollo de icónicos jugadores como Emanuel Ginóbili, Juan Ignacio Sánchez, Luis Scola, Fabricio Oberto, Andrés Nocioni, entre otros.

Los logros comenzaron a llegar. El primero que adquirió mayor resonancia fue la clasificación a los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, luego de 40 años de ausencia en el certamen. Posteriormente, llegó el subcampeonato del Mundial de Indianápolis 2002, que tuvo como añadido un triunfo ante Estados Unidos, que sufrió su primera derrota con jugadores NBA desde Barcelona 1992. En Atenas 2004 ocurrió una proeza indomable: Argentina logró el oro tras vencer en semifinales a los norteamericanos y en la final a Italia. Esta victoria adquirió mayor relevancia cuando se tiene en cuenta que la Albiceleste se sumó a un grupo exclusivo de campeones olímpicos de la disciplina. Entre los que figuran, el ya mencionado Estados Unidos, con 16 oros, la Unión Soviética con 2 y Yugoslavia con 1. El suceso paralizó al país, que incluso dejó de lado por un momento a otros deportes como el fútbol. Recordadas imágenes como lo ocurrido en el partido entre Newell’s y Colón por el campeonato nacional, donde el público se frenó para aplaudir a los campeones, recorrió el mundo. En Pekín 2008, Argentina se mantuvo en el podio con un tercer puesto. Mientras que en Londres 2012, permaneció entre los cinco mejores equipos de la edición.

Pero todo lo bueno tiene su final. Previo al mundial de España 2014, la selección nacional tuvo una serie de conflictos con el expresidente de la Confederación Argentina de Básquetbol (CABB), Germán Vaccaro. Entre lo que se destaca la falta de pago a integrantes del plantel, malas condiciones en las concentraciones, deuda de más de 33 millones de pesos y falta de trofeos, como réplicas de medallas doradas o la Copa del Mundo de 1950. Con Luis Scola a la cabeza, el plantel demostró su descontento y resonaron sus palabras: “¿Qué me importa si salimos campeones mundiales y en dos años la CABB se funde y nos desafilian de la FIBA? No serviría de nada ganar un Mundial”. Como un presagio fúnebre, este fue el comienzo de la inevitable caída. Aunque con el subcampeonato del Mundial de 2019, intentaron mantener a flote su rendimiento, de a poco la llama se fue apagando. Los jugadores envejecieron y el tiempo culminó su trabajo. 

La Generación Dorada acostumbró a los argentinos al éxito, a las clasificaciones, a las victorias y a los trofeos. Su trabajo en equipo derribó a los individuos. Cada uno cumplió con su labor y aportó al grupo lo que necesitaba, dejando atrás los reconocimientos o aplausos individuales. No existía el yo, solo el nosotros. Probablemente, Estados Unidos seguirá conservando una notoria superioridad en el básquet a comparación de los otros países del mundo. Sin embargo, hace poco tiempo, una bandera celeste y blanca logró lo imposible. Convirtió el polvo en oro, venció a los invencibles y cultivó un legado.

 

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