Por Lucas Villanueva
Imaginá un jugador de básquet de 1,98 metros igual de ágil que uno de menor altura, un jugador que dejó muchísimas cosas de lado pero que, gracias a eso, consiguió otras mejores, que por el miedo a fracasar no paró de entrenarse y ahora es imparable, que desafía la gravedad en cada salto hacia el aro como su ídolo, Kevin Durant. Ese jugador es Iván Jesús Braga, un nombre que probablemente no conozcas pero que en un futuro no vas a parar de escuchar su nombre. En la actualidad se forma en las inferiores de San Lorenzo de Almagro pero sus comienzos en el básquet merecen ser contados.
Nació el 24 de marzo de 2005 en San Lorenzo, un municipio con menos de cincuenta mil habitantes, de la provincia de Santa Fe; comenzó a jugar básquet a los seis años luego de que su madre, Rosana, lo llevó a una prueba de un mes al club de su pueblo, el Red Star. Este encuentro marcó el inicio de una prometedora carrera y ningún familiar se imaginaba de que en un futuro -no muy lejano- viviría de esto.
Con tan solo 16 años se concretó su pase al club San Lorenzo de Almagro -un sueño que tuvo desde siempre- gracias a la recomendación de su tía y una serie de pruebas y entrenamientos que rápidamente demostraron lo mucho que valía. Así como su madre lo llevó de la mano a los seis años a las pruebas en Red Star, también lo acompañó años más tarde en el nuevo capítulo de su vida, dejaron su casa de la infancia y se mudaron a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, lugar donde continúan viviendo.
Él define su estilo de juego en tres palabras: Ágil, seguro y estratégico. Cualidades que sin lugar a duda lo ayudaron a llegar a donde está hoy. Sus familiares y amigos lo describen como una persona comprometida y con valores fundamentales. Son muchas las lecciones que aprendió jugando al básquet y que las aplica, de igual manera, en la vida diaria.
En cuanto a metas, anhela mejorar su agilidad con la mano izquierda y conseguir más minutos en los partidos. A futuro, sueña con llegar a la National Basketball Association (NBA) y jugar en los Boston Celtics. También le encantaría representar a su país en los Juegos Olímpicos y poder comprarle una casa a sus papás que lo acompañan desde sus comienzos para devolverles algo de todo lo que le dieron.
Sin duda, este joven alero tiene todo para convertirse en el mejor en su puesto. Y a pesar de que su futuro no está decidido, deja de a poco una huella imborrable a quienes tienen el privilegio de ver su ascenso en el básquet, desde el pequeño que llegaba nervioso por conocer a sus nuevos compañeros en el Red Star hasta lo que es hoy, una promesa del deporte argentino.