jueves, noviembre 21, 2024

Glenn Mosley, el primer afroamericano en brillar en la Liga Nacional

Por Valentino Benzo, Nicolás Díaz Colautti, Pedro Galindo, Agustín Gomez Osti y Matías Kallinikos.

Hoy en día, la Liga Nacional de Básquetbol cuenta con 44 extranjeros sumando a todos los equipos, de los cuales el 59% son provenientes de Estados Unidos, el mayor abastecedor de atletas a nivel mundial, y un porcentaje extremadamente bajo de ellos disputó algún partido en la NBA fuera de los meros datos, que un jugador con pasado en la NBA decida emigrar al combativo y sin muchos lujos básquetbol argentino, es sin dudas una anomalía. Más aún, en 1985. La liga todavía no había tenido su presentación de manera oficial, pero varios equipos ya tenían negociaciones avanzadas con jugadores norteamericanos para incorporarlos a sus equipos. Ferro no fue la excepción, y fueron más a fondo todavía. Buscaron un fichaje estrella para la primera temporada, y vaya que lo consiguieron.

Glenn Mosley fue el apuntado por la dirigencia en ese entonces y no pararon hasta contratarlo. El ala-pívot de 2.03 metros de altura había disputado 35 partidos en la NBA con Philadelphia 76ers y San Antonio Spurs, y con ese currículum ya le bastaba para ser un fuera de serie en Argentina. Las negociaciones entre Ferro y su representante llegaron a buen puerto y finalmente el pase se dio. Glenn Mosley se convirtió en el primer estadounidense con pasado en la NBA en jugar en la Liga Nacional de Básquetbol argentino.

Miguel Cortijo, ex jugador de aquel plantel, recordó con un gran afecto a Mosley: “La llegada de un jugador como este potenció la plantilla. Era un jugador de equipo, nos brindaba muchas cosas positivas”.

Mosley el día de su debut frente al “Gallito” de Morón. El día que dijo presente en la historia de nuestra liga.

Mosley el día de su debut frente al “Gallito” de Morón. El día que dijo presente en la historia de nuestra liga. /foto Roberto Martín)

Sin dudas, la llegada de Mosley aportó mucha calidad a esos jugadores que ya conformaban Ferro. Que haya sido parte de la NBA en algún momento de su carrera como profesional y que venga a la Argentina a querer hacer historia, impactó en los medios y en el público verdolaga. Mosley no era cualquiera, llegaba uno de elite.

Desde el club le pidieron que intente mejorar el español para la comunicación con el equipo, y desde el primer momento lo vieron ocupado en ese tema. Cortijo, además, recordó a Mosley como un “buen tipo”. “Teníamos una buena relación fuera de la cancha y creo que eso también venía por parte del club, por las juntadas, comidas y almuerzos que se organizaban. Esas situaciones van potenciando lo que es un grupo, y la verdad que eso se trasladaba a la cancha. Era un buen síntoma y Glenn adoptó estos hábitos muy bien”, dijo.

Buenos Aires, para el estadounidense, era como estar en una gran ciudad de su país de nacimiento, lo entretenía las diferentes actividades que podía realizar antes o después de los entrenamientos. La pasaban bien.

Los extranjeros que pasaron por Ferro siempre fueron, además de grandes jugadores, grandes personas. En aquellos años, temporada 1985-1986, el club pasaba por un momento institucional muy importante y el rendimiento de los 5 que estaban detrás de la naranja era casi perfecto porque, al fin y al cabo, era una consecuencia del día a día.
Económicamente el club se encontraba bien, y se podía dar el “lujo” de tener jugadores de estas características: distintos técnicamente, con grandes capacidades mentales y por supuesto, con la experiencia de haber jugado en la liga más poderosa históricamente.
Deportivo Morón fue su primera gran víctima. Medias blancas a media altura, remera adentro del pantalón y la 9 en la espalda.

Desde el club se le daba un departamento a cada extranjero que venía a vestir los colores verdes de aquel equipazo de Ferro. Mosley vino con su pareja y nunca se sintió en soledad. Cortijo recalcó que era un muy social y familiar y que él como referente estuvo apoyándolo desde el primer minuto que se sumó al plantel.

La liga se jugaba los viernes y domingos, por lo tanto, los días de entrenamientos eran pocos. A veces, más que una práctica, eran trabajos corrigiendo errores y listo, porque el jugador se cansa y la recuperación es dura, pero importante. Un jugador de baloncesto tiene desgaste porque el juego es muy activo y Mosley, cumpliendo el rol de una de las estrellas del equipo, aún más.

El santiagueño resaltó el gran trabajo que realizaba aquella dirigencia. El deporte de la naranja era realmente significativo para el club y con el tiempo se fue valorando mucho más. “Club modelo, muchos socios y todo funcionaba bien. Uno, estando como jugador, vivió una época muy linda. El profesional, el hincha, el laburante, nunca tenía ganas de irse porque todo se movía a la par y el club era el lugar donde la comodidad sobraba, concluyó.

Sebastián Uranga, el otro emblema de aquel Verdolaga campeón, expresó con mucho afecto que el de 2.03m era “crack”. “Recuerdo que nuestro técnico un día le preguntó si se animaba a marcar al goleador de Estudiantes. Mosley le pidió que le mostrara un video. Miró menos de dos minutos sobre el que tenía que marcar y le dijo: ‘Listo, listo coach’ y se fue. Al otro día el rival no la tocó. El tipo era crack”, contó. Asimismo, al igual que Cortijo, Uranga explicó que Mosley era clave en el plantel. “Tenía movimientos y cositas de distinto”.

Luis Martínez, técnico del club, hizo posible la llegada de Glenn. Buscaba un jugador constante, participativo y predispuesto a intentar pelear el primer campeonato oficial. También quien colaboró fue Fernando Bastide gracias a tener una relación con Richard Keiner. A la “bestia americana” se lo vendía con números excelentes, una edad (29) en la que la madurez mental ya había llegado y nivel para estar considerado entre los mejores por su gran tiro externo.

Diego Maggi, otra de las tantas caras importantes de ese Ferrocarril Oeste que jugaba un muy lindo baloncesto, destacó a Mosley como “un fenómeno” y dijo: El día que llegó, el tipo se bajó del avión, rápidamente se vino a la cancha, entró e hizo 35 puntos. Ese partido lo ganamos, y a partir de ahí fue muy, muy importante”.

“Fue determinante. Cuando lo veías te dabas cuenta que era un jugador NBA. Quizás, en esa liga hubiese sido un jugador de rol menos importante, pero en la nuestra fue crucial. No era súper vistoso, más vale era silencioso, pero sí muy efectivo. Realmente a nosotros nos dio un muy buen empujón para ganar esa liga nacional”, agregó el pívot de 2.06 metros de altura sobre su ex compañero.

Asimismo, Luis Martínez, director técnico de aquel gran plantel dijo que Mosley era “dócil y obediente” ya que había venido a aprender de un baloncesto nuevo. “Como todo jugador de NBA, tenía toda la maña, sobre todo en aquella época que estos jugadores venían a ver cómo era nuestra liga. Igualmente, yo entendía que para él era una experiencia nueva venir a la República Argentina, yo trataba de comprender que era todo nuevo para él”, manifestó el primer DT campeón.

“El problema por el cual no lo tuvimos en la final fue por dinero. Básicamente Glenn quería cobrar más, yo consulté a la dirigencia y ellos dijeron que no, por lo tanto se negó a jugar. Después, días más tarde, le pidió disculpas al equipo”, agregó Martínez sobre el convencimiento de Mosley de tener que tener un sueldo más alto del que tenía.

La planilla final de la temporada de Ferro (foto: Roberto Martín)

Una anécdota graciosa que recordó el argentino es que la familia americana junto al basquetbolista, al finalizar ese glorioso año de 1985, ya tenían algunas costumbres nacionales: jugaban al truco, hablaban en castellano y sabían y entendían las famosas “señas”. “Los padres de Glenn y los hermanos no sufrieron la adaptación al idioma, porque por más que Mosley se había acostumbrado bastante bien, los demás también tenían que hacerlo para la vida cotidiana. Eso demuestra la predisposición que tenía esa familia para acoplarse al día a día”, manifestó el ex 6 de Ferro.

Pero Mosley estaba en el “espejo donde todos querían reflejarse” según Maggi. “En aquella época, todo era más difícil y Ferro lo hacía fácil. Llegábamos a la cancha y todo era bastante profesional. Recuerdo que íbamos con el bolsito, las zapatillas, y lo demás se encargaban los utileros y la gente que trabajaba ahí. Los médicos del club eran muy buenos y se los notaba preparados. Cuando yo jugué en otros equipos la infraestructura no era la misma, ahí estaba la diferencia”, culminó quien hoy tiene 59 años.

León Schesterfeld, periodista y especialista en básquet, anunció que Mosley cuando vino al país no llegó como uno cualquiera, venía a jugar e intentar sacar la diferencia. “Glenn no vino por ser del montón como si lo hay hoy en todos lados. Era bueno de verdad”, narró. Además, el ex jugador de inferiores del club, recordó las duras prácticas que Mosley tenía: “Le metía duro diariamente. No recuerdo bien que entrenamientos específicos llevaba a cabo porque pasaron más de 40 años, pero sí tengo presente que el sacrificio estaba”. 26 partidos jugados y 545 puntos anotados. Entró pidiendo permiso y se fue como un grande. Pisó fuerte. Dejó su huella. Valentía, entrega y coraje. No se achicaba nunca. Ese era Glenn Mosley: uno de los primeros cracks que deslumbró a todos en la Liga Nacional.

 

Fotos: Roberto Martín

Más notas