Por Federico Méndez
Síndrome de bridas amnióticas fue lo que le diagnosticaron el 4 de octubre de 1992 a Mariana Redi. Esto impidió el correcto desarrollo de sus extremidades durante su gestación: nació con una pierna menos, y en sus manos le faltan varias falanges. Sin embargo, nada ni nadie le puso un freno a su espíritu deportivo y a poder disfrutar de una formación ligada al deporte.
Hay ciertos factores, y formas de ser que no vienen adheridas, sino que se heredan por “obligación”. Como por ejemplo el deporte en la familia Redi. Tanto Ana Guiñazú como Sergio Redi son profesores de Educación Física y licenciados en Actividad Física, por lo cual desde chica Mariana fue, casi, obligada en hacer deportes. Aún con sus condiciones prenatales, logró desarrollarse en más de diez disciplinas. En la primaria hizo gimnasia artística, natación, equitación, vóley y sóftbol, ya de más grande probó también con hockey y handball. Sin embargo, siempre sintió que arrancaba desde mucho más atrás que los demás.
“Nunca supe de la existencia de los deportes adaptados, lo cual hacía que yo me sintiera con desventaja a comparación de mis compañeras”, resalta la actual jugadora de la Selección Argentina de básquet adaptado.
Para ella, el deporte fue la ayuda necesaria que le dio estimulación y la motricidad de sus piernas y manos. Según su relato, al tener pocos dedos todo es más complicado, desde abrir una botella hasta hacer picar la pelota contra el piso.
En el 2016 Mariana empezó a trabajar como auxiliar de profesor de educación física en una colonia para personas con discapacidad que funcionaba hasta ese momento en el Paseo de las Américas, en el barrio de Belgrano. Fue en ese mismo año, cerca del final del mismo, cuando conoció a Carlos Cardalleri, actual técnico de Las Lobas (así se conoce a la selección femenina de básquet adaptado).
“Carlos me invitó a entrenar con las chicas que eran de Buenos Aires y como a mí siempre me gustaron los deportes ni lo dudé. Desde el primer entrenamiento me enamoré. Siempre me gustó el básquet, pero era de los deportes convencionales que no podía practicar, aunque en una silla de ruedas lo hacía sin problemas”, detalla mientras hace una mueca simulando una risa por lo bajo.
Pasaron algunos días y Carlos le presentó la oportunidad de sumarse al seleccionado nacional; sin saberlo esto despertó no solo el interés de ella, sino de cumplir un sueño que hasta hacía semanas no existía.
“Empecé a entrenar de lunes a lunes, iba a la cancha hasta cuando no entrenábamos. Yo tenía 24 años en ese tiempo, arranqué con una edad alta, por lo cual quería aprender a jugar lo más rápido posible y acostumbrarme al alto rendimiento”, cuenta Mariana.
Carlos en la actualidad sabe que Mariana no tiene un techo establecido, y que su desarrollo y progreso en la disciplina puede ser muy alto. Quizás más de lo que ella misma se imagina.
“Al momento de jugar, y entrenar, se entrega al cien por ciento. Ya jugó Sudamericanos, Copa América y Mundial. Ella ahora tiene que afianzarse y mantener un equilibrio”, destaca el actual técnico de la selección.
Pasó un mes de esa oportunidad, según ella, y llegó la primera convocatoria a la selección. Ese día se acercó al predio y se presentó ante sus compañeras. Una vez que había finalizado la reunión ellas formaron una especie de ronda y Mariana, como quien hace una ofrenda, les entregó su prótesis de la pierna derecha. Una prótesis poco común, ya que tenía un acabado estético que simulaba una pierna real.
“Como se las di, enseguida empezaron a desmenuzarla. Le iban sacando pedazos, y yo miraba desde afuera”, pasaron siete años desde aquel capítulo y Mariana todavía lo cuenta, según ella, con la misma cara de sorprendida.
Varios días después, salió por primera vez en 24 años con un pantalón corto a la calle. Lo más lindo de esta historia es que no lo hizo sola, sino que acompañada de Las Lobas. Esto marcó el comienzo de una nueva etapa en su vida, la de la autoaceptación. En este camino entran personas que fueron pilares fundamentales en ella, más allá de la familia, los amigos. Lucas Stella es, según Mariana, su mejor amigo desde los 15 años, cuando coincidieron en el colegio, y fue el primero en estar cuando ella sufrió episodios que la llevaron a la depresión.
“Además de ser una gran deportista, aplicada y responsable, también es una persona amable y servicial que si tiene que dejar cosas de lado para poder ayudar a los demás, lo hace”, destaca Lucas.
La exjugadora de River Plate recuerda que por aquellos años la traía mal haber nacido con capacidades diferentes, y que si bien ella afirmaba estar bien y daba a entender que era un hecho superado, se dio cuenta que todo era mentira. Fue gracias al apoyo de Lucas, y la recomendación de una psicóloga por parte de una amiga, que en la actualidad se encuentra lejos de volver a pasar por lo mismo.
Hoy Mariana y Las Lobas tienen un solo sueño, y objetivo, entre ceja y ceja los Juegos Paralímpicos de París 2024. Aunque todos los años compiten a nivel internacional todavía faltan muchas herramientas para seguir desarrollando la disciplina en el país, y así sumar medallas. Mariana deja ver esa actitud competidora que forjó desde antes de la adolescencia cuando sostiene que en la Argentina los clubes tienen que apoyar este proyecto y sumarse a competir, así de esta manera se podría elegir 12 jugadoras para la selección de un abanico más extenso que del que se dispone hoy en día.
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Sin embargo, el objetivo París 2024 parece alejarse cada vez más, pero no por los resultados obtenidos. Desde hace tres años el Comité Paralímpico Internacional decidió reducir la cantidad de plazas por continente, tanto en el femenino como en el masculino.
“No vamos a darnos por vencidas, vamos a seguir luchando y entrando a la cancha con hambre de ganar cada torneo que disputemos. El sueño de París sigue latente”, resalta Mariana emocionada.
Además de ser una deportista de alto rendimiento, estudiante de diseño multimedial, actriz y modelo, Mariana es la primera en movilizarse a la hora de hacer un reclamo para pedir más financiamiento económico por parte de los organismos estatales.
“En nuestro país hace falta más política deportiva. Es importante que la información de los deportes adaptados llegue a más personas, que se hable más sobre la discapacidad, pero desde un lugar menos estigmatizado. Una silla de básquet tiene un alto costo económico. Tienen que ser personales con las medidas de cada uno según su discapacidad y fisonomía”, concluye.