Por Juan Pablo Bolivio
El Eurobasket es el torneo continental más importante del mundo. El momento que tanto adoran y esperan los amantes de este deporte. Donde priman los trabajos y movimientos colectivos por sobre las individualidades que tanto se veneran en las largas noches de NBA -esto sin dejar de lado la sensación que atraviesa a una persona cuando Luka Doncic o Giannis Antetokoumpo tienen el balón en sus manos-. Tener fuera de la competencia a Estados Unidos, la nación más dominante de la historia, nunca fue un impedimento. No desprestigia ni saca interés hacia el torneo, sino que por lo contrario, resalta dos cualidades muy importantes del deporte: la igualdad y competencia.
Las grandes historias se desglosan de las grandes competencias. En 2017, el último certamen, el joven Doncic con 17 años dio el golpe tras comandar a Eslovenia al primer campeonato de su historia, para que finalmente la NBA pusiera sus ojos en él. El Eurobasket ha catapultado carreras de jugadores, pero en sus comienzos, a finales de la década del 30, cobijó a selecciones de otros continentes en donde la estructura no se encontraba desarrollada. Siria, El Líbano y Egipto fueron los países invitados para completar las primeras ediciones.
Los egipcios pisaron fuerte. Dejaron su huella en el prestigioso palmarés a la par de selecciones como la Unión Soviética del 60 o la generación española de los 2000. En el campeonato de 1947, Egipto se colgó la medalla de bronce en Praga tras vencer a Bélgica por el tercer puesto. En un torneo en el cual participaron 14 selecciones, los africanos, que fueron invitados para completar el cuadro, dieron la sorpresa.
Las sorpresas no cesaron. En un contexto en el que el mundo se estaba reponiendo de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría comenzaba a dividir el planeta, en Europa debía realizarse el campeonato del 49. La modalidad indicaba que el campeón debía ser quien albergue la siguiente copa. Unión Soviética – Checoslovaquia había sido la última final. Ambos países ocupaban el sector oriental y socialista, e iban a protagonizar años después la denominada Primavera de Praga, en la cual los soviéticos invadieron y arrasaron el territorio checo para detener su pedido de liberación política.
El tercero en discordia fue Egipto, de rellenar la competencia a ser el anfitrión. El Cairo aguardaba a los europeos, que no estuvieron muy conformes con esta designación debido a la larga distancia y a la baja confianza que tenía el avión como método de transporte. 10 días antes del comienzo del torneo ocurrió una de las páginas más oscuras de la historia del deporte. El Torino de Italia, equipo top mundial de la época, tuvo un accidente de avión en el cual falleció todo su plantel al estrellarse con la Basílica de Superga.
Las selecciones de Francia, Grecia y Países Bajos fueron los únicos planteles que arribaron a El Cairo. El torneo, esta vez en forma de liguilla, lo completaron Turquía, El Líbano, Siria y el local Egipto. Los locales se impusieron sin perder ningún partido y enmarcaron su nombre en lo más alto para la eternidad.
Una competencia que en estos momentos está siendo disputada por la Serbia de Nikola Jokic, actual MVP por segunda vez consecutiva de la NBA, o la Francia subcampeona en Tokio, fue alzada por Egipto. Está claro que se puede poner un asterisco en la cantidad de equipos que fueron y la calidad de los mismos, pero tampoco nunca una competencia puede desligarse del contexto histórico que la rodea. Ni en los días actuales, cuando los rusos son privados de disputar Wimbledon o Novak Djokovic no tiene permitido el ingreso a Nueva York para ganar su cuarto US Open.