jueves, noviembre 21, 2024

Frank Deford, el confidente

Por Sofía Di Carlo y Luciana Gentile

Frank Deford no fue un periodista convencional, de esos que sólo se enfocan en datos, estadísticas y noticias. Le importaba contar historias de vida, mostrar el corazón del personaje que elegía para sus textos y, en muchos casos, los personajes lo elegían a él.

Fue líder del periodismo deportivo gracias a su trabajo en la reconocida revista Sports Illustrated, seis veces redactor deportivo del año, miembro del Salón de la Fama Nacional de Narradores Deportivos. No es porque sí el reconocimiento a Deford: más allá de sus premios y publicaciones populares, lo que valoraba ante todo fue el amor a la profesión y a sus compañeros.

“He sobrevivido tanto tiempo porque he sido bendecido con colegas talentosos y amables, y con altos mandos que me dejaron elegir mis temas cada semana y luego me permitieron expresar opiniones, que no siempre fueron populares”, dijo Deford en su columna de la radio estadounidense NFR una semana y media antes de su muerte, el 27 de mayo de 2017.

El periodista estadounidense Ken Bensinger, autor del libro Red Card sobre el FIFAGate, recordó la tristeza que sintió cuando murió Deford, ya que era un referente tanto para él como para su padre, quien le transmitió su admiración. Deford nunca olvidaba que había cosas más importantes que lo que pasaba en la cancha o en el estadio: entendía el lado humano del deporte.

Bensinger fue un fiel seguidor del trabajo que Deford hacía en la radio, y lo que más valoraba era que sus ensayos sobre deportes terminaran siendo casi meditaciones sobre la vida, las emociones y la sensibilidad que provoca el deporte.

Así como en la década de 1960 el argentino Dante Panzeri fue un referente del periodismo deportivo porque logró que las mujeres se acercaran al fútbol y lo entendieran a través de su modo didáctico de contarlo durante sus columnas en el noticiero del Canal 11, Deford confesó que nada lo había complacido tanto como cuando alguien, generalmente una mujer, le escribía o decía que apreciaba más los deportes gracias a su trabajo.

Deford confiaba en que sus oyentes se aferrarían a todas sus opiniones, ya sean compartidas o no. En su última columna en la radio pública nacional, Deford rió con su monólogo de despedida, que comenzó con un simple “mujeres y caballeros, niños y niñas, chicos de todas las edades”. El periodista pensaba que nunca iba a poder usar esa introducción tan de circo, a pesar de lo tanto que quería. Nunca había podido encontrar el momento indicado. Pero lo encontró. Sabía que había gente que decía que el circo no podía pertenecer jamás a los deportes. Pero creía que los payasos siempre iban a ser parte de ellos, ya que sin importar lo talentosos que sean los deportistas, alguno siempre iba a ser medio payaso.

Deford lograba la cercanía necesaria para captar las historias inéditas de los deportistas y también para hacer visibles las historias de los profesionales que todavía no eran reconocidos públicamente. Y su relación con los deportistas era lo que más valoraba en el mundo. Conocerlos, llegar a tener una amistad íntima. Pensaba que no se podía escribir sobre un deportista desde el punto de vista de un fanático. El periodista tenía que entenderlo, investigar sobre sus vidas y no hablar desde la opinión, sino desde los hechos.

Era difícil conseguir una primicia de parte de los jugadores de básquet en la década de 1980, pero Deford nunca se quedaba con la hoja en blanco. En varias ocasiones compartía fiestas privadas donde había mujeres y alcohol, y donde la prensa tenía el acceso prohibido. Entre risas, Deford contó que en ese contexto se reunían para “hablar de las nuevas incorporaciones”.

Una de las historias que contó públicamente fue la de Arthur Ashe, primer tenista negro elegido para el equipo de Estados Unidos de la Copa Davis en 1963 y hasta hoy el único negro en ganar tres Grand Slams -Australian Open (1970), Wimbledon (1975) y US Open (1968)-.

“Fue una conexión muy especial”, reconoció Deford. Ambos compartieron la difícil experiencia de ver a sus hijas enfermar y morir por fibrosis quística, una enfermedad hereditaria que daña los pulmones y el sistema digestivo. Ashe y Deford fueron muy cercanos hasta el fallecimiento del tenista, a los 49 años en 1993.

A sus 69 años, Deford fue uno de los pocos referentes del periodismo estadounidense que alzó su voz a favor de los deportistas homosexuales. Frente a los comentarios homofóbicos en el mundo del básquet, Deford declaró: “Creo que la razón por la que los deportistas gays no pueden salir del clóset tiene que ver más con el público que con lo que se dice en los vestuarios. Especialmente en nuestra sociedad, dónde uno encuentra más apoyo dentro que fuera”.

En 2017, Deford dio un discurso de agradecimiento en la Casa Blanca. El entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, le entregó la Medalla Nacional de Humanidades por “transformar la forma en que pensamos sobre el deporte”, ya que Deford consideraba que los deportes debían ser una rama más de la cultura. Ese día fue su última conferencia e interacción con los medios de comunicación.

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