jueves, noviembre 21, 2024

Pat Riley: el capo detrás del éxito de Miami Heat

Por Ramiro Ohana

Seis años después de la última final del trío LeBron, Wade y Bosh, Miami Heat vuelve a pelear por el anillo de la NBA con un equipo completamente distinto, sin ninguna superestrella y basado en la solidaridad y la fuerza de conjunto.

Quinto clasificado del Este en la fase regular, el Heat fue la gran sorpresa de los playoffs en la burbuja de Disney World pero que, desde del miércoles, tiene la prueba de fuego en las finales ante el propio LeBron James, que ahora es el líder de los Lakers junto a Anthony Davis.

El Heat enfrentó un duro proceso de seis años cuando se desarmó el Big Three en 2014 con el regreso de LeBron a los Cavaliers, quedándose fuera de playoffs en tres de ellos. Pero poco a poco el equipo reclutó las piezas faltantes y así asombrar a la NBA al eliminar a los Milwaukee Bucks de Giannis Antetokounmpo, los mejores de la fase regular, y el pasado domingo a los Boston Celtics en las Finales de la Conferencia Este.

Pat Riley, mítico entrenador de los Lakers de Magic y Kareem con los que consiguió cuatro anillos entre 1982 y 1988, ha sido el arquitecto de la transición de Miami como presidente del equipo, con Erick Spoelstra ejecutando el plan desde el banquillo.

Con sus trajes impecables y el pelo peinado hacia atrás con gel, Riley da la impresión de ser el “capo” de la NBA, alguien que mueve los hilos por detrás y que generó la envidia de todos en el verano del 2010, cuando logró conformar el Big Three de LeBron, Wade y Bosh. Decir que el Padrino ayudó a construir de cero a lo que hoy asociamos con Miami Heat puede sonar a una exageración, pero en muchísimos aspectos la franquicia es Pat Riley desde que sus caminos se juntaron 25 años atrás.

El neoyorquino llegó al Heat en apenas su octavo año de existencia en la NBA (1995) y con un detalle importante: en las siete campañas previas, no había ganado ni una sola serie de playoffs. El Riley que arribó a Miami en 1995, como técnico y presidente, era uno muy diferente al que se había visto como entrenador de los Lakers en los ‘80 y que redefinió su estilo de juego en su etapa con los Knicks (1991-95): un básquet mucho más lento y físico, con un claro énfasis en el costado defensivo al tener jugadores tan grandes y pesados como Patrick Ewing, James Donaldson, Anthony Mason, Tim McCormick y Herbert Williams.

Si bien ese estilo no le había alcanzado para conseguir el quinto título de su carrera, básicamente por la presencia de los Bulls de Michael Jordan, sí había sentado las bases de la identidad que rápidamente lograría darle al Heat.

Ya al mando del equipo, Riley realizó en 1995-96 movimientos inesperados que definirían los próximos años de Miami: en noviembre mandó a Glen Rice, jugador franquicia hasta ese entonces, a Charlotte a cambio de Alonzo Mourning, mientras que en febrero traspasó a Kevin Willis a Golden State a cambio de Tim Hardaway.

Los canjes no tuvieron un impacto inmediato ese año. El Heat terminó con marca de 42-40 esa temporada y fue barrido en primera ronda por los Chicago Bulls. Pero con la incorporación de Jamal Mashburn en la temporada siguiente, el conjunto de Florida se asentó como candidato a partir de ese año.

La nueva columna vertebral del Heat no conseguiría ningún campeonato, pero sí le daría a la franquicia una visibilidad que no había tenido hasta 1996/97: 61 partidos ganados de temporada regular hasta llegar a las Finales del Este, donde volverían a ser víctima de los Bulls de Jordan. La nueva fórmula impuesta por Riley daba sus frutos: juego físico, ritmo exigente, intensidad defensiva y el pívot Mourning como figura central del ataque.

El Heat ganó más del 60% de sus partidos en las siguientes cuatro campañas y en todas ellas finalizó en el Top 8 en cuanto a eficiencia defensiva y entre los cuatro últimos en cuanto a ritmo de juego. El problema fue que, a diferencia de lo que había ocurrido en la postemporada de 1997, nunca pudieron triunfar en playoffs como aquel año: perdieron en la primera ronda de 1998, 1999 y 2001, mientras que cayeron en las semifinales del 2000.

La gota que colmó el vaso fue cuando Miami no ingresó a playoffs en el 2002 ni en el 2003. Ya con Mourning complicado por lesiones y problemas de riñón, el equipo bajó el nivel y apenas consiguió 36 y 25 victorias respectivamente en aquellas campañas, algo que llevaría a Pat Riley a dejar su cargo como entrenador para enfocarse en su rol como presidente.

Su nueva etapa como mandatario de la franquicia fue mejor de lo que se esperaba tras elegir a Dwyane Wade en la quinta posición del draft de 2003 y firmar a un desconocido ala-pívot llamado Udonis Haslem, quien venía de jugar en el básquet francés, dando comienzo así la segunda era del Heat.

La llegada de Wade a South Beach dejó por sentado que Miami se había ganado la lotería con su elección, quien como novato promedió 16.2 puntos en la fase regular y 18 en la postemporada para alcanzar las Semifinales del Este con Stan Van Gundy en el banco. Haslem tampoco pasaría desapercibido para el nuevo coach, pese a ser un jugador no drafteado, y en tan solo meses se ganó la titularidad con su aporte defensivo.

Algo que caracterizó siempre al Padrino Riley desde su llegada al equipo fueron los movimientos arriesgados y las apuestas fuertes. Tal es así que en la actualidad tanto él como Erik Spoelstra (entrenador de Miami) se negaron, desde 2008, a la estrategia basada en perder partidos para tener mayores opciones de reclutar a las mejores promesas en el draft, algo que llevan a cabo la mayoría de las franquicias cuando su equipo se queda sin chances de entrar a playoffs.

Riley no la pensó dos veces y en 2004 comenzó a mover los hilos: en julio de ese año mandó un paquete que incluía a Caron Butler, Lamar Odom, Brian Grant y un par de picks a Los Angeles, a cambio de nada menos que Shaquille O’Neal, que venía de ganar tres anillos con los Lakers.

Con Shaq y Wade como pilares, Miami volvió a ser candidato en la liga. Alcanzó Final del Este en el 2005 y llevó al campeón Detroit a siete partidos. Sin embargo, entre aquella derrota en el Juego 7 frente a los Pistons y un irregular inicio de la temporada 2005/06, Van Gundy dejó su lugar en el banco y el propio Riley lo volvió a ocupar. Otra vez el Padrino volvía a cumplir la doble función de entrenador-dirigente.

Con Riley en el banquillo, el Heat recuperó su identidad defensiva y tras vencer a Chicago (sin MJ) y New Jersey en las primeras dos llaves de playoffs, se cruzó en la definición del Este con un viejo conocido: los Detroit Pistons. Solo que esta vez los Bad Boys se enfrentaron con la dupla Wade-O’Neal y Miami terminó imponiéndose por 4-2, para llegar así a las primeras Finales de su historia.

En las finales del 2006, esperaban los Mavericks de Dirk Nowitzki y, tras estrenarse con un 0-2 en contra, los de la Florida ganaron cuatro partidos de manera consecutiva, para conseguir su primer Larry O’Brien y el quinto para Riley como técnico. La característica defensiva del equipo de Pat fue fundamental en ese campeonato: dejaron a Dallas, un equipo que promediaba 99,1 puntos por partido, en apenas 90,5 tantos en los cuatro últimos partidos, mientras que Dirk, marcado por Haslem, solo pudo lanzar un 39% de campo y un 25% en triples.

Quien supo ser el entrenador del año en tres ocasiones (1990, 93 y 97), seguiría al frente de Miami por dos temporadas más, sin poder replicar el éxito de la campaña anterior. En los playoffs del 2007 quedaron eliminados en primera ronda por Chicago, mientras que en 2008 acabaron con el peor registro del certamen (15-67), con Wade lesionado y Shaq siendo traspasado a Phoenix.

Después del éxito volvieron las decepciones y Pat abandonó definitivamente el banco del Heat, que quedó en manos de Spoelstra, quien llevaba trabajando en diferentes roles dentro de la organización desde hacía más de una década.

La llegada de Spoelstra marcaría la época dorada de Miami en la NBA. Pero como toda nueva etapa, lleva su proceso de adaptación y no fue la excepción con el nuevo entrenador: en sus dos primeros años y con Wade en su mejor nivel, el Heat volvía a fallar en playoffs y en ambas campañas quedaron eliminados en primera ronda ante Atlanta y Boston respectivamente.

Pero llegó el verano de 2010, donde no solo cambió el futuro del Heat, sino el de la historia de la liga en general, con la famosa Decisión de LeBron James (algo parecido a cómo anunció Messi su estadía en el Barcelona a través de Goal) de llevar sus talentos a South Beach, juntándose con Wade y Chris Bosh y así formar el famoso Big Three.

Con tres jugadores de ese calibre, era esperable que Miami tuviera una de las mejores ofensivas de la liga. Y así ocurrió. Guiados por la estrategia de Spoelstra y la filosofía de Riley, el Heat también se transformó en una escuadra dominante del básquet que vemos hoy en día.

Fueron de los primeros equipos que apostaron por el small-ball: un estilo de juego que hizo desaparecer los roles tradiciones y cuya principal característica es la falta de juego dentro de la pintura. Su principal fortaleza está en el perímetro, donde existe una constante rotación que busca desorganizar al rival. El rápido movimiento del balón busca dos opciones: llegar a la pintura sin marca alguna para hacer la bandeja o tener el espacio para el triple. Los Warriors de Steve Kerr son el claro ejemplo de esta forma de jugar con Stephen Curry y Klay Thompson como ejes.

Al igual que sus versiones anteriores, este Miami duró menos de lo esperado: fueron solo cuatro años hasta que LeBron decidió volver a Cleveland. Sin embargo, el balance fue el mejor desde su creación (1988): cuatro finales y dos nuevos campeonatos, con las consagraciones en 2012 y 2013. Tres estrellas, tres etapas y tres anillos para la franquicia en solo siete años.

Wade, que había sido el líder del primer campeonato de los Heat en 2006, se marchó de Miami un año y medio después de James para una breve estancia en Chicago y Cleveland antes de volver al equipo de su vida para retirarse el año pasado. El que tuvo un “retiro” más desapercibido fue Bosh que, con problemas de coágulos de sangre, no volvió a jugar desde 2016.

Pero así como sus tres eras anteriores comenzaron con la incorporación de un All-Star, algo muy similar ocurrió en el 2019, quizá a menor escala: el fichaje de Jimmy Butler, sumándose a una base que ya contaba con piezas como Goran Dragic y Bam Adebayo, y que a la vez encontraría jóvenes promesas como  Tyler Herro, Duncan Robinson y Kendrick Nunn.

La química entre todos ellos no pudo ser mejor desde el primer momento, siempre manteniendo esa identidad que se empezó a forjar en 1995. Es que en 24 de las 25 temporadas de Riley, el Heat jugó a un ritmo más lento que el promedio de la liga y en 23 de las 25 tuvo un rating defensivo superior a la media.

Que Miami haya llegado a su sexta Final de NBA no es casualidad. Siendo la cuarta mejor defensa de los actuales playoffs, el nuevo equipo ganador construido por Riley se basa en su olfato para detectar el talento joven. Eso lo llevó a apostar, con el pick número 14, en el draft del 2017 por el pívot Adebayo, que hoy promedia en la postemporada 18.5 puntos, 11.4 rebotes, 4.9 asistencias y 0.9 bloqueos.

Mientras que en la previa de la vigente campaña y con el pick número 13, Riley volvió a acertar en el draft al elegir al escolta Herro, que a sus 20 años lleva promediado 16.5 puntos, 5.5 rebotes, 3.9 asistencias y 37.8% en triples. Por fuera del draft, donde es muy complicado encontrar jugadores válidos para la NBA, Miami detectó a dos jugadores importantes en este curso, los escoltas Robinson y Nunn, segundo mejor novato de la temporada.

El capo y Padrino de la NBA lo volvió a hacer. Seis años después de la reconstrucción post Big Three, Riley llevó a su Miami Heat hasta final de temporada con la posibilidad de conseguir el cuarto campeonato en la historia de la franquicia con varias “vendettas” personales de por medio. Ya cobró la primera ante los Celtics (eterno rival cuando era entrenador en Los Angeles) en las Finales de Conferencia y ahora quiere una por partida doble: LeBron y los Lakers.

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