Por Thomas Somoza
El hombre nació en 1955 en una familia acomodada. Su abuelo era un Juez muy reconocido en Rosario. Pero, aun así, él poseía esa cuota de humildad, junto con el trabajo duro que siempre le inculcaron para llegar a los objetivos. Y, cuando llegó a Chile en 2007, quiso conocer las realidades de la gente que era como él nunca ha sido ni será. E intentó dar y ayudar sin esperar nada a cambio.
La Villa el Salitre está frente al Complejo Deportivo Juan Pinto Durán, donde se entrena la Selección chilena de fútbol. Más de diez villas rodean el predio y Marcelo Bielsa, cuando era entrenador de la Roja, las recorría caminando o en bicicleta. Paraba a comprar en alguna panadería o verdulería. Regalaba plata, ropa o asistía a enfermos. Cuando la ciudad de Concepción sufrió un terremoto el 27 de febrero de 2010, él acudió junto al sacerdote jesuita Felipe Berríos para visitar a las personas damnificadas.
—Todo lo que vi es demoledor, pero llegué aquí lleno de esperanza porque la gente con la que hablé tiene un dolor latente inmenso y lacerante. Pero a su vez ya están reconstruyéndose. Cada espacio físico que veía era imposible de asimilar. Y cada conversación que mantuve fue una bocanada de optimismo por el futuro de todos ustedes. Porque esa gente va a reconstruir lo que perdió, seguro—, fue el mensaje de Bielsa en el programa Chile ayuda a Chile el 6 de marzo de 2010.
No escapaba a su compromiso públicamente. Cuando el actual presidente de Chile Sebastián Piñera buscaba ser elegido para suceder a Michelle Bachelet en lo que terminó siendo su primer mandato (2010-2014) dijo en campaña: “Quiero ser como Bielsa para los chilenos”. El entrenador no titubeó al contestar: “Yo les digo a mis jugadores que quiero ser como Michelle Bachelet para ellos”.
Asumió como seleccionador el 10 de agosto de 2007. Antes de que firmara había recorrido las instalaciones del Pinto Durán con el presidente de la federación Harold Mayne-Nicholls. No estaban a la altura de una Selección. Pero Bielsa valoró la honestidad del mandatario, le pidió permiso para vivir ahí y empezó a dar conferencias, charlas y simposios por el país. La plata recaudada iba directo al predio para que los jugadores se sintieran cómodos con nuevas infraestructuras. Ponía gente a espantar a los pájaros que intentaban comerse las semillas para que creciera el pasto y hasta limpiaba personalmente algunos sectores.
Chile no se había clasificado a un Mundial hacía 12 años. No había proyectos y los jugadores tenían problemas de conducta. Pero el hombre que se recibió como Licenciado en Educación Física sabía cómo exprimir cada gota de los cuerpos chilenos. Algunos respondieron. Otros no aguantaron.
—Cuando me ofrecieron el seleccionado chileno, me junté con unos amigos para resolver si debía asumir. Vimos partidos, hablamos de fútbol y armamos una lista de 22 jugadores con los que, supuse, debíamos clasificar al Mundial. Al año quedaban 9 de esos 22—, admitió en noviembre de 2010.
Formó un equipo que peleaba en cualquier cancha. Marca individual en todo el terreno. Garra para marcar y presionar. Juego inteligente, pero también con dosis de corazón. Obtuvieron victorias en canchas donde jamás las habían logrado. Le ganaron a Argentina y finalizaron segundos en las Eliminatorias para el Mundial de Sudáfrica. Solo un punto detrás de Brasil.
En el sur de África vencieron a Honduras y Suiza. Pusieron en aprietos a España, a la postre campeón, y quedaron eliminados en octavos contra Brasil. Pero la revolución en Chile no tenía vuelta atrás. Todo el país lo amaba. Transformó la sociedad y parte de la cultura, la que estudió antes de asumir con cineastas oriundos de esas tierras porque, para llenar otro casillero, el hombre es amante del cine. Les pedía a sus asistentes leer todas las cartas que le mandaban. Una era de un chico que estaba enfermo porque un profesor de educación física le dijo que era gordo y él dejó de comer. Bielsa procuró que no trascendieran sus visitas al muchacho. Y así hay acciones que el hombre realizó sin que nadie se enterase.
Ahora bien, ¿por qué no trascienden estos hechos, más allá de sus intentos porque no sean públicos? ¿Por qué se destacan resultados y se le exige tanto como si le debiese a alguien? Quizá él mismo pueda contestar:
—El procedimiento educativo más poderoso que tiene la sociedad ya no son más las escuelas. Son los medios de comunicación, porque influyen más que la familia y la escuela, que son los elementos genuinos de formación. Tienen intereses específicos y la educación tiene intereses diferentes. Se especializan en pervertir a los seres humanos según victoria o derrota.
Bielsa se deja conocer por pocos. Pero él estará para quienes le pidan una charla, como lo hizo Sergio Vigil, exentrenador de Las Leonas. Ambos se juntaron en 2002, comieron en una propiedad del entonces director técnico de la Selección Argentina en Máximo Paz y hablaron por horas de presión, tácticas y el éxito, entre otros ítems. Pero Vigil rescata otra cuestión:
—La fiesta más grande es con el ser humano que hay detrás del grandioso profesional que es Marcelo Bielsa.
Se despidió de Chile, casi con lágrimas, el 4 de febrero de 2011 en una conferencia que armó en Juan Pinto Durán. Explicó que los motivos de su renuncia eran porque Mayne-Nicholls no ganó las elecciones para presidente de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP), en las que fue vencido por el empresario español Jorge Segovia, quien era dueño de una parte de las acciones de Unión Española. “Sé perfectamente que no puedo ni voy a trabajar en común con el señor Segovia. Es imposible que lo haga”, sentenció. Y recordó una frase del sacerdote Berríos:
—El que quiere y se siente querido, mejora. Aquí viví justamente eso: saberme querido, injustamente querido.